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Poesía de Estados Unidos

Poemas de Judy Grahn

Judy Rae Grahn (Chicago, 28 de julio de 1940), renombrada poeta y escritora estadounidense, destaca por su contribución al feminismo lésbico y su influencia en el movimiento de poesía feminista de la década de 1970. Nacida en una ciudad económicamente desfavorecida, Grahn experimentó discriminación como lesbiana, sirviendo en la Fuerza Aérea antes de dedicarse a la poesía tras superar una enfermedad. Su obra aborda temas como el feminismo, el lesbianismo y la lucha contra la opresión, con un enfoque político y una narrativa lírica.

Como co-fundadora del Gay Women’s Liberation Group y miembro del Women’s Press Collective, Grahn desafió las normas con sus colaboraciones con artistas como Wendy Cadden. Su escritura, arraigada en la clase trabajadora, aborda cuestiones de racismo, sexismo y clasismo. Su colección «The Work of a Common Woman» (1978) es fundamental en la explosión de la poesía lésbica. Grahn también es conocida por su teoría Metaformica, explorada en «Blood, Bread, and Roses: How Menstruation Created the World» (1993).

Grahn ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el Premio Literario Lambda 2009. Su influencia perdura en la literatura lésbica y feminista, y su legado es honrado con el Premio Judy Grahn de no ficción lésbica. Su extensa obra, que incluye poesía, ensayos y ficción, continúa inspirando a generaciones de lectoras y activistas.

Ah, Amor, hueles a petróleo

Ah, Amor, hueles a petróleo
y a exceso de trabajo
con grasa en las uñas,
pintura en el pelo,
hay una mirada dolida en tus ojos
por la falta de aprecio
me hablas de las lilas
y de las flores de manzano que deberíamos tener,
de los banquetes que deberíamos servir,
frotándonos mutuamente después durante horas
con ternura y auténtico
aceite de oliva,
algún día. Mientras tanto, aquí tienes tu plato resquebrajado
con spaghetti. Lávate las manos &
tócame, alaba
mi comida. Yo alabaré tus callos.
Bailaremos en la cocina
de nuestra imaginación.

Ah Love, you smell of petroleum

Ah Love, you smell of petroleum
and overwork
with grease on your fingernails,
paint in your hair
there is a pained look in your eye
from no appreciation
you speak to me of the lilacs
and appleblossoms we ought to have
the banquets we should be serving
afterwards rubbing each other for hours
with tenderness and genuine
olive oil
someday. Meantime here is your cracked plate
with spaghetti. Wash your hands &
touch me, praise
my cooking. I shall praise your calluses,
we shall dance in the kitchen
of our imagination.

UNA MUJER HABLA CON LA MUERTE (fragmentos)

Cuando me arrestaron y en tanto me expulsaban
del ejército, la orden fue: que nadie
hable con esta mujer, y durante aquellos tres
largos meses, casi nadie lo hizo; en la sala de día,
cuando entraba, se hacía el silencio hasta que me iba;
tenían miedo, sabían que el viento las arrojaría
al vacío, llegaría la pasma,
el agua les entraría en los pulmones.
Todo lo que yo tocaba
se malograba. Eran mis amantes, aquellas
mujeres, pero nadie nos había enseñado a nadar.
Me ahogué, me llevé conmigo a 3 ó 4
cuando firmé la confesión de lo que
habíamos hecho juntas.

Nadie hablará conmigo jamás

Leí esto en algún sitio, yo no estuve allí:
en la Segunda Guerra Mundial el ejército norteamericano inventó
tanques anfibios que flotaban, y los llevó a
las costas de Europa para descargarlos,
las naves de desembarco dispuestas como una flota,
y todo el mundo mirando. Cada tanque tenía una
tripulación de 6 y había 25 tanques.
El primero bajó por la rampa de desembarco
y se hundió, el segundo, el tercero, el
cuarto, el quinto, el sexto bajaron
y se hundieron. No se esperaba
que se hundieran. Los ingenieros
habían fallado. Las tripulaciones miraban en torno,
espantadas, buscando la orden de abandonar,
pero no llegó, y a la vista de
miles de hombres, cada una de las tripulaciones de 6
saludó a los oficiales, cerró por turno
sus escotillas y se dirigió
al mar, y se ahogó, hasta que los 25 tanques
desaparecieron. ¿tenían ojos
vacuos, murieron riéndose, o qué? ¿de qué
hablaban aquellos hombres
mientras entraba el agua?
¿era su amante el general?

TODA LA SANGRE ES SANGRE MENSTRUAL

Hay imágenes de sangre alrededor de nosotros, en todas partes
en nuestra sociedad urbanizada la sangre es
representada, discutida y expuesta:

La sangre de una herida, de muerte y un poco y solo hasta cierto punto
del parto, es parte de lo que vemos a diario en la televisión
y películas; estamos completamente familiarizados
con las líneas de sangre del parentesco, y con la sangre
de la violencia, del asesinato y la venganza, el sacrificio,
sufrimiento, y de usuarios de drogas intravenosas; la sangre
de la advertencia, de herida, de amenaza, del peligro
asociado con el contagio de VIH; la sangre de la vida, de
transfusiones, de redención; la sangre de Cristo;
la sangre de los mártires, de San Sebastián, del campeón
que pelea y vemos en las películas. La sangre es
la genealogía de las líneas de sangre, la sangre de familia,
la sangre que es más espesa
que el agua.

La sangre existe en su nombre y su expresión común
en la sangre del cordero, en la sangre
de la sangre, el sudor y las lágrimas, en la sangre de “La Sangre”
del Cristo de las Montañas, en la sangre de hermanos de sangre,
la sangre del estigma, la sangre sobre la luna,
la sangre que no puede ser exprimida de los rábanos,
la sangre escurriendo de la boca del vampiro,
la mancha de sangre en las manos de Lady Macbeth, la sangre
gorgoteando por el desagüe de la ducha en las películas de terror.

La sangre de verdad está en todos lados en nuestra sociedad, sangre de sábado
por la noche, de los tiroteos de un coche pasajero la sangre que lo
cubría después de que recibir el disparo, o la puñalada
o después de explotar; la línea tan delgada como el trazo de un lápiz como un collar
rodeando su garganta, el gran charco de sangre cuando ella fue
descuartizada, la nariz ensangrentada, la úlcera sangrante,
el ardor de las hemorroides, la sangre en la bata del cirujano,
en el carnicero, los muchos ríos de
batalla y masacre que han corrido con sangre,
el campo de batalla hinchado de sangre, la arena enrojecida,
la sangre en la oreja del niño y en la boca
de la esposa y la mejilla del joven.

Corre en las alcantarillas de las ciudades
encharca las banquetas y los asientos de los autos y
se embarra en las salas de emergencias y
mancha las macanas de los policías.
Cuando el cuerpo del gángster John Dillinger
cayó sobre la calle
herido de bala por el FBI y brotando
de numerosos orificios
las personas que pasaban instantáneamente brincaban como si
se tratara de un riachuelo sacrosanto, para humedecer
un pañuelo, periódico, incluso
una manga en la sangre de sus heridas, para llevarse
un poco de ella a casa.
La sangre es mágica
La sangre es sagrada
y atrapa por completo nuestra atención.

La sangre menstrual es la única fuente de sangre
que no es inducida traumáticamente.
Sin embargo, en la sociedad moderna, ésta es la más
escondida de las sangres, de la que rara vez se habla
y la que casi nunca se ve
excepto por mujeres en privado, quienes se encierran
en pequeños cuartitos para rápidamente y quizás con asco
cambiar sus toallas y tampones,
envolviendo su sangre para que no sea vista
por otros, arrugando sus rostros ante el olor
echando a la taza del baño o escondiendo toda la evidencia.
La sangre está en todas partes
y sin embargo aquella
la única
el único nombre
que no ha tenido públicamente
por muchos siglos
es sangre menstrual.

La sangre menstrual, como el agua
sólo fluye.

Su fuente ha existido
desde mucho antes que los cuchillos o las herramientas más rudimentarias.
La Menstruación
es la fuente original de la sangre.

Menstrual es el nombre secreto de la sangre.

All blood is menstrual blood

Images of blood are all around us, everywhere

in our modern urbanized society blood is
depicted, spoken of, displayed:

The blood of wound, of death and to a tiny extent
birth, is part of daily viewing in television
and films; we are completely familiar
with the bloodlines of kinship, and with the blood
of violence, of murder and vengeance, of sacrifice,
suffering, and of IV drug users; the blood
of warning, of wounding, of threat; the danger
attached to the blood of AIDS; the blood of life, of
transfusions, of redemption; the blood of Christ;
the blood of martyrdom, of St. Sebastian, of the prize
fighter depicted in the movies. Blood is
genealogy in bloodlines, family blood,
the blood that is thicker
than water.

Blood is in name and in common
expression, in the blood of the lamb, in the blood
of blood, sweat and tears, in the blood of the Sangre
de Christo Mountains, in the blood of blood brothers,
the blood of the stigmata, the blood on the moon,
the blood that cannot be squeezed from turnips,
the blood dripping from the mouth of the vampire,
the bloodstain on Lady Macbeth’s hands, the blood
gurgling down the shower drain in horror films.

Real blood is everywhere in our society, Saturday-
night blood, drive-by-shooting blood, the blood he was
covered in after he was shot, or stabbed
or blown up; the pencil- thin line like a necklace
across her throat, the great spread of it when she was
chopped up, the bloody nose, the bleeding ulcer,
the sting of hemorrhoids, the blood on the surgeon’s
gown and the butcher’s apron, the many rivers of
battle and massacre that have run with blood,
the battlefield soaked, the sand reddened,
the blood on the child’s ear and the wife’s
mouth and the young man’s cheek.

In the cities the gutters are streaming
and sidewalks pooled and car seats puddled and
emergency rooms smeared and police clubs stained.

When gangster John Dillinger’s body fell on the street
shot by the FBI and spouting
from numerous holes
passersby instantly leaped as though
to a holy stream, to dip
a handkerchief, newspaper, even
a sleeve into the blood of his wounds, to take
a bit home with them.

Blood is magic
Blood is holy
And wholly riveting of our attention.

Menstrual blood is the only source of blood
that is not traumatically induced.
Yet in modern society, this is the most
hidden blood, the one rarely spoken of
and almost never seen
except privately by women, who shut themselves
in little rooms to quickly and perhaps disgustedly
change their pads and tampons,
wrapping the bloodied cotton so it won’t be seen
by others, wrinkling their faces at the odor,
flushing or hiding the evidence away.
Blood is everywhere
and yet the one
the only
the single name
it has not had publicly
for many centuries
is menstrual blood.

Menstrual blood, like water
just flows.
Its fountain existed
long before knives or flint.
Menstruation
is the original source of blood.
Menstrual is blood’s secret name.