Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Mamerto Menapace

Mamerto Menapace es un monje benedictino y escritor argentino que nació en Malabrigo, provincia de Santa Fe, el 24 de enero de 1942. Fue el noveno de trece hermanos y desde los diez años se educó en el monasterio de Santa María de Los Toldos, donde más tarde ingresó en la Orden de San Benito. Estudió teología en Chile y se ordenó sacerdote en 1966. Fue superior y abad del monasterio de Los Toldos durante dos períodos y también abad presidente de la Congregación Benedictina que reúne a los monasterios de Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina.

Como escritor, se ha dedicado a publicar cuentos, poesías, ensayos bíblicos, narraciones y reflexiones, con un estilo sencillo y cercano al público juvenil. Sus obras abordan temas como el encuentro con Dios, el crecimiento en la fe, la vida cotidiana, el amor y la familia. Ha recibido el Premio Konex como uno de los máximos exponentes de la Literatura Juvenil en 1994. Algunos de sus libros más conocidos son: Un Dios rico en plata, Camino de Emaús, La sal de la Tierra, Salmos criollos, Las abejas de la tapera, Madera verde, Cuentos rodados y El amor es cosa seria.

Mamerto Menapace es también miembro fundador del «Grupo Pueblo de Dios«, que reúne a autores y compositores argentinos comprometidos con la evangelización. Su obra literaria se inspira en su experiencia monástica y pastoral, así como en la cultura popular argentina. Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y difundidos por diversos medios de comunicación. Es considerado uno de los escritores católicos más influyentes y queridos de su país.

Conozco el dolor de las partidas,
desde chico tuve que vivirlas.
La vida y el tiempo me enseñaron
que el encuentro encierra despedidas.
Despedirse es haber conocido
la existencia de un ser que es distinto;
me enseñaron el tiempo y la vida
que alejarse, es haber compartido.
No engaña la flor que se marchita
al hombre que gozó con su visita:
la vida me enseñó con el tiempo
que el silencio promete semillas.
Despedirse es ser fiel al camino
que nos hizo encontrar al amigo:
El tiempo me ha enseñado en mi vida
que aferrarse, es negar que yo vivo.
Si todo camina en nuestra vida,
busca encuentros todo el que camina:
enseña la vida con el tiempo
que lo dado a la tierra, germina.
Despedirse es ser fiel a sí mismo
respetando en el otro al amigo:
sólo entonces el tiempo y la vida
nos darán su profundo sentido.

Poema del castaño

Pasado el viento que con violencia

arrancaba las hojas del castaño
la calma regresó y fue de nuevo
otoño para árboles y campo.

Las hojas del follaje continuaron
su caída, como antes de los vientos,
sin nadie que sacara por la fuerza
el árbol, lo que daba a los inviernos.

Mirando el desprenderse de las hojas,
yo pensaba en la vida del humano,
que pone su violencia sobre todo
y tanto se enardece por los cambios.

Pasada la ansiedad y el afanarse,
otro cielo comienza, y todo sigue
su curso, por la fuerza de la vida
que guía desde adentro a lo que vive .

Sería más sencillo, acompañarla,
ayudando a los partos de los tiempos,
dejando a los otoños y veranos
que enfrenten con su fuerza a los inviernos.