Poesía de Argentina
Poemas de Laura Yasán
Laura Yasán (Buenos Aires – 1960) es una poeta argentina, considerada una de las más significativas del país. A lo largo de su trayectoria, organizó talleres de escritura en unidades penitenciarias, hogares de menores, asilos y bibliotecas. Coordinó en abril de 2016, un taller de experimentación en escritura creativa y psicodrama, en el Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). En 1988 integró la III Antología Ilustrada de poesía joven y, más tarde, la antología poética Zapatos Rojos 2000.
la música sin cartas
perdí el color en lo incesante
ese perro entrenado para morder
los talones del tiempo sin lastimarlo
perdí la humanidad
me jugué hasta la música sin cartas
tragué sin masticar flechas perdidas
nació una rosa negra y la dejé
morir como a las otras
pequeñas criaturas de lo incesante
lobas en cautiverio
yo misma me perdí en la sinrazón
me aturdía ese piano desafinado
en la raíz de la neuralgia
esa descarga repetida
que llora día y noche
como un hijo del mundo
que nadie atiende
Apuntes de fe
creo en lo que se mueve detrás de la aspereza
en la instancia agotada de una promesa rota
creo en la inmediatez
creo en las despedidas
en los cuerpo vencidos por el peso de la parte que falta
creo en la vanidad
creo en lo efímero
en la trinchera que construye la noche con las piedras del día
creo en los pactos del azar
en la brutalidad de los sentidos
en esa dentellada que sufren los cimientos cada nueva estación
yo pego inútilmente la espalda a la pared
vivo en esa cornisa
tarde o temprano me romperé los dientes sin el menor estilo
sé predecir esa obviedad
creo en la conveniencia de recapitular
en la esforzada dignidad que me asiste
en los favores del instinto
más que en ninguna cosa
el guardián de las horas
en la espera hay un hombre que no deja pasar
el filo de los años
y arrastra los zapatos por la estación desierta
como si un tren lo amenazara
desde otro mundo
escribe de rodillas
cartas para una novia desconocida
inventa barcos en la bruma
mapas de ninguna ciudad
junta semillas en un frasco
para salvar las horas de la melancolía
y otras maneras que la lluvia
sabe adquirir
es un trabajo duro ser el guardián del tiempo
llora en las vísperas de todo acontecer
Tracción a sangre
cargo en mi cuerpo una mujer inválida que baila cuando duerme
trenza el cabello blanco de la muerte para ganarse su favor
como una novia ciega que deba conformarse
con la corta memoria de sus dedos
despierta cuando miente
lleva un cascote atado a la correa de la lengua
va removiendo un surco tras de mí
una continuación que me persigue como una cola de chatarra
se enciende cuando callo
cargo su enfermedad en la penumbra de mis huesos
su equipaje de anemia
su andamiaje de circo
la quiero al otro lado pero el puente se ha roto
la primera mitad no le interesa
la segunda es negada
vuelvo sobre sus pasos cada noche
para ocultar la huella cada día
como el guardián de un ancla que se oxida
un perro encadenado a un desierto de vidrio
lamiéndose la sombra
la boca del árbol
no se puede besar un árbol en la boca
hay que tomarlo entre los brazos
pegar el pecho a su corteza
y lamerlo
lamerlo hasta sangrar
hasta sentir que el árbol
te roza el corazón con su llamado
va a contarte el secreto
a devolverte el beso con quietud
con leve indiferencia
él sabe que te vas
que es imposible
la vida con un árbol
la última moneda
así como el amor elige a los más débiles
para arrojar sus desperdicios
los mendigos eligen esas bocas
para besar
nada es tan puro
el hambre de la muerte
tiene una dentadura gigantesca
y sólo encuentra insectos en la oscuridad
pequeñas criaturas que arrojaron
la última moneda sin usar
nada es tan blando
debajo de la almohada
crece un nido de alambres
y el féretro del mundo
no deja de gritar que se tu hora se acerca
nada es seguro
cada vez que acaricio la tersura
de la verdad
mis dedos sangran
Llegar a salvo
hay que saber llegar hasta la orilla sin mojarse los pies
cruzar una ciudad en donde el agua es negra
y negra es la saliva de los perros
y negro el semen que descargan los ángeles
en las sábanas sucias de los partos
hay que hundir la cabeza con los ojos abiertos
negociar el ardor
forzar al corazón su máquina de aceite
y resistirlo a flote una noche completa
hay que entregar el cuerpo a la corriente
fijar la convicción
nadie vendrá para salvarme
no soltar la palabra que dispare el alud de un espejismo
nadie
vendrá para salvarme
tragar si es necesario
la sal que se desprende generosa de tu propio temor
sentirte el muelle de un puerto abandonado
una vieja estructura que el tiempo embiste sin control
hay que saber quedarse y aguantar
saber que no vendrá
para salvarme
nadie
san perro callejero
no me dejes caer a rubia teñida
ni me condenes a integrar eternamente
el coro menopáusico de esta mujer
no me arrojes con las muñecas rotas
en el túnel de la gorda aburrida
te prometo huesitos san perro callejero
no me dejes caer
por su casa
ese país en toque de queda
donde tengo pedida la captura
y un número tallado en el corral
no me dejes caer a virgencita de repisa
ni a señora entendida en el arte
de negar los colores de su edad
no me dejes caer san perro de la calle
en los brazos de un hombre con corbata
prefiero ser la amante del carnicero
viajar toda la vida en transporte público
te prometo los cortes más tiernos
la carne más jugosa
no me dejés caer
seré tu perra
amen
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