Poetas

Poesía de México

Poemas de Luis de Sandoval Zapata

Luis de Sandoval Zapata, figura enigmática del período novohispano, resurge del olvido gracias al incansable esfuerzo del escritor mexicano Enrique Serna, quien lo devuelve a la luz con su tesis dedicada a este poeta olvidado.

Nacido en la Villa de Colima, hacia los años 1618 o 1620, Luis de Sandoval Zapata se distinguió desde temprana edad por su profunda inclinación hacia temas religiosos. Educado en el Colegio de San Ildefonso, su interés por la literatura y la filosofía se manifestó tempranamente.

En 1639, contrajo matrimonio con Francisca Calderón, con quien tuvo seis hijos, y dedicó gran parte de su vida a la composición poética y prosa barroca. Aunque gran parte de su obra se perdió en el transcurso del tiempo, algunos de sus escritos han sido rescatados, revelando su maestría en la expresión lírica y su inquietud por lo divino y lo humano.

Uno de sus textos más destacados es un soneto dedicado a la Virgen de Guadalupe, cuya publicación inicial se atribuye al padre Florencia y posteriormente fue difundido por Antonio Mendoza en 1725. Además, escribió el «Panegírico a la paciencia» en 1645, donde menciona varias obras que, aunque terminadas, permanecieron inéditas.

A pesar de su dedicación a la literatura, Sandoval Zapata también incursionó en el teatro, siendo autor de obras como «Lo que es ser predestinado«, aunque su representación fue prohibida por el Santo Oficio en 1660. Su producción teatral abarcó desde autos sacramentales hasta comedias, revelando su versatilidad creativa.

Gracias al trabajo de investigadores como Alfonso Plancarte y José Pascual Buxó, hoy podemos apreciar la riqueza y la profundidad de la obra de Sandoval Zapata. Sus escritos reflejan la agitación cultural y social de la época, así como su profundo conocimiento de los estilos literarios europeos, todo ello enmarcado en la experiencia criolla en el contexto colonial.

A una garza remontada

Tú que rompiste esa ciudad del viento
trepando al sol, alcázares de nieve;
que por enamorada, si por breve,
ya fuiste girasol, ya pensamiento.

Ya tu ambición al párpado sediento
paciendo en tanto espíritu no muere,
y cuando en golfo imperceptible bebe
le paga en parasismos el aliento.

En dos alas espíritu embarcado,
si por ardiente de tan grande abismo
voló planeta de erizada espuma,

no descienda tu espíritu elevado,
pase a constelación tu parasismo,
quédate estrella, ya no bajes pluma.

Al mismo asunto

Ave que te llevó tu fantasía
a vagarosos piélagos del viento,
al sol, cuando calzaste el ardimiento,
las plumas del espíritu del día.

Conceden tanto mar de argentería,
entre respiración y movimiento,
cuando encendido, inmóvil, el aliento,
fuiste centella de su abismo fría.

Te derretiste, tan de luz avara,
que cuando un Mongibelo desataste,
no volviste señal de una centella;

porque la emulación no te intentara
apagar el ardor, más afectaste
perderte polvo que bajar estrella.

Riesgo grande de un galán
en metáfora de mariposa

Vidrio animado que en la lumbre atinas
con la tiniebla en que tu vida yelas
y el breve punto del morir anhelas
en la circunferencia que caminas.

En poco mar de luz ve oscuras ruinas,
nave que desplegaste vivas velas;
la más fúnebre noche que recelas
se enciende entre la luz que te avecinas.

No retire tu espíritu cobarde
el vuelo de la luz donde te ardías,
abrásate en el riesgo que buscabas.

Dichosamente entre sus lumbres arde,
porque al dejar de ser lo que vivías
te empezaste a volver en lo que amabas.

Una dama se vio en una calavera de cristal

En calavera de cristal se vía,
en el espejo docto escarmentaba
la que, cuando belleza se miraba,
luz mortal de belleza se atendía.

Cuando secreto fuego introducía,
una diáfana Troya se quemaba
y polvo cristalino sospechaba
la que luciente eternidad ardía.

¡Ah, dice, cómo en el cristal diviso
a lo que más eterno resplandece:
puede ser escarmiento de ceniza!

La muerte ha de morir, que como se hizo
de cristal, que a la vida se parece,
quedó la misma muerte quebradiza.

Belleza a un balcón del ocaso

Iluminando al occidente estaba
quien para oriente de beldad nacía,
para detener lo que a expirar corría
la esfera de este ocaso el sol buscaba.

Yo que en el occidente luz rondaba,
en un morir enamorado ardía;
el último período de mi día
luna era que mi vida madrugaba.

Desde occidente estás al sol ganando,
él da heridas fatales, fugitivo,
tú das inmóvil de salud heridas,

Orientes para piras está dando
y tú desde el ocaso, sol más vivo,
estás enamorando para vidas.

Iluminando al occidente estaba
quien para oriente de beldad nacía,
para detener lo que a expirar corría
la esfera de este ocaso el sol buscaba.

Yo que en el occidente luz rondaba,
en un morir enamorado ardía;
l último período de mi día
luna era que mi vida madrugaba.

Desde occidente estás al sol ganando,
él da heridas fatales, fugitivo,
tú das inmóvil de salud heridas,

Orientes para piras está dando
y tú desde el ocaso, sol más vivo,
estás enamorando para vidas.

A la Transustanciación Admirable de las Rosas
en la Peregrina Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Vencen las Rosas al Fénix

El Astro de los Pájaros expira,
aquella alada eternidad del viento,
y entre la exhalación del monumento
víctima arde olorosa de la pira.

En grande hoy metamórfosis se admira
mortaja, a cada flor más lucimiento:
vive en el Lienzo racional aliento
el ámbar vegetable que respira.

Retratan a María sus colores;
corre, cuando la luz del sol las hiere,
de aquestas sombras envidioso el día.

Más dichosas que el Fénix morís, Flores:
que él, para nacer pluma, polvo muere;
pero vosotras, para ser María.