Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Poldy Bird

Poldy María Delia Bird (Paraná, 16 de diciembre de 1941-Buenos Aires, 1 de junio de 2018) fue una poeta y escritora argentina. Nacida en Paraná, provincia de Entre Ríos, llevaba el mismo nombre de pila que su madre, Leopoldina Emilia Lichtschein Laferriere de Bird Mosconi, quien también fuera escritora.

BAJO LA LLUVIA

Bajo la lluvia.
Flores de agua que asoman sus corolas
en el ramaje del pelo,
una gota resbala por el cuerpo,
deja una huella celeste
y un beso.
Estar desnudos
como en el primer día.
Serla primera mujer
y el primer hombre
y trenzarnos en lucha
hasta que la carne
se nos caiga a pedazos,
como harapos
y quede la osamenta,
y la lucha siga
entre huesos de nácar
y palabras
que bailan en el agua.
Estar solos,
íntegros y nuestros,
cansados como sauces.
La lluvia nos entierre
con su pala de plata
y crezca de nosotros
un árbol superior.
Bajo la lluvia.
Pesan las costumbres
sobre el cuerpo
y abre el agua sus pétalos.

NUNCA VUELVEN

Voy a tener que cambiar de planeta.
Porque quiero olvidarte y no puedo.
Dejo las calles por las que caminamos juntos.
No voy a los restaurantes donde comíamos.
No escucho la música que te gustaba.
Quemé mi vestido azul y mi blusa turquesa,
que eran tus preferidos.
Saqué tu ropa del placard, regué tus perfumes en la arena,
rompí tus discos, desenrollé tus cintas,
regalé tus libros, cambié de lugar tus muebles,
pinté las paredes, limpié tus huellas de todo lo que tocaste.
¡Cuánto froté mi cuerpo bajo el agua!
¿Y quién crees que se me aparece en sueños,
cuando duermo? Tú.
Encantador, diciéndome justo lo que ansiaba escuchar.
Tú. Con la sonrisa aquella.
Con la mirada aquella.
Con esa luz que me encendía como a una lámpara.
Ahora me pongo el despertador cada dos horas
para despertarme y alejarte.
¡Vete! Ya tomaste de mí lo mejor que tenía.
Déjame lo demás. Aunque no sea perfecto,
aunque no sea ni siquiera bello, lo quiero para mí,
lo necesito para seguir viviendo.
¡Vete! Me fui al norte, me fui al sur,
y al este y al oeste, y al otro lado del océano…
Al frío y al calor, ¿y a que no sabes quién me abrigaba,
quién me refrescaba, quién me señalaba lo que había que mirar,
quién descubría conmigo los lugares nuevos? Tú.
No sé cómo te sientas en el cine junto a mí.
Y caminas delante de mis pasos. Y me esperas en todas
las esquinas.
¡Basta ya! Bórrate. Esfúmate. Dilúyete.
Quédate quieto donde tienes que estar.
Silencia tu voz. Apaga tu mirada.
No me toques. No espíes mi corazón.
No te instales en mis sentimientos.
¿Acaso no sabes que ya no es posible?
¿Acaso no entiendes que ya no hay manera de lograrlo?
Yo lo intenté y fue en vano.
Horas, días, meses, llamándote, rezando,
pidiéndole a Dios a los gritos que no fuera verdad,
que exorcizara de mi ser la pesadilla filosa que cortó el romance.
“Hubiera podido ser hermoso como una estrella”.
Pero se quebró.
Cristal hecho añicos.
Un espejo roto que nada reflejaba.
Anduve loca con gritos aturdiéndome.
Buscando en los rincones, en los cajones,
en los bolsillos, en los recuerdos.
Haciendo una fiesta a cada papelito escrito por tu mano.
Lustrando tus retratos.
Frotando mi nariz en tus olores que se iban desvaneciendo
por tu ausencia.
Desesperada. Descontrolada. Sin ver a nadie.
Fabricando la realidad con hilos de cristal y pedacitos de sueños.
Y me di la cabeza contra la verdad.
Ya nada.
Ya nunca más.
Ya nunca. Nunca.
En medio del dolor me detuve.
Es hora de recobrar la vida, me dije,
fue demasiado llanto. Sequé las lágrimas,
olí las rosas, me pinté los ojos,
vi el arcoíris después de la lluvia,
puse en orden el alma y me empeñé en ponerte en tu lugar:
allá, con todo lo que fue, con lo vivido, e el pasado,
como debe ser.
Pero tú no me dejas. No te das por vencido.
Voy a tener que irme a un planeta sin aire.
Porque eres el aire. Eres el aire.
Eres el aire. Y el agua. Y los jazmines. Y mi sombra.
Y mi canto. ¡Vete!
¿No te han dicho, acaso, que los muertos no regresan?
Nunca regresan. Nunca regresan.
Nunca regresa.