Cuentos de Ciencia Ficción

La costa

Ray Bradbury

Marte era una costa distante y los hombres cayeron en olas sobre ella. Cada ola era distinta y cada ola más fuerte. La primera ola trajo consigo a hombres acostumbrados a los espacios, el frío y la soledad...

Génesis

Elaine Vilar Madruga

Los rayos de Zomber, la primera estrella de Uildeir Murg, tocaron la figura de la anciana. Welkiar despertó, atormentada por el regreso de la pesadilla. De repente, como otras tantas veces, no supo qué hacer, ni siquiera si se encontraba en el mundo de la realidad o del sueño.

El reencarnado

Ray Bradbury

Con el tiempo superarás el complejo de inferioridad. Tal vez. No depende de ti. Toma la precaución de salir a la calle cuando ya haya anochecido. Sin duda el calor del sol representa un problema. Y las noches de verano no son el mejor aliado...

El peatón

Ray Bradbury

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead...

Van Helsing´s Project

Elaine Vilar Madruga

El joven espectador que recorra las galerías de este museo en busca de la poesía de Memories, muestra fotográfica itinerante de Van Helsing´s Project, quizás no recuerde aquellas épocas —no tan lejanas— en que sus creadores caminaban por las calles habaneras.

La sirena

Ray Bradbury

Era una noche helada, como ya dije. El frío entraba en el faro, la luz iba y venía, y la sirena llamaba y llamaba entre los hilos de la niebla. Uno no podía ver muy lejos, ni muy claro, pero allí estaba el mar profundo moviéndose alrededor de la tierra nocturna, aplastado y mudo, gris como barro, y aquí estábamos nosotros dos, solos en la torre...

El sueño del A380

Adolfo Nelson Ochagavía

El todoterreno autopilotado patinaba a gran velocidad por entre las dunas del desierto, dejando a su paso una larga estela de huellas de neumático. R, en el asiento de atrás, estaba radiante de alegría.

Cómic

Yadira Álvarez Betancourt

Dourth Nanko fue rodeado por los cuerpos de sus Iluminados. Hasya, el más fiel y antiguo, maestro de los otros cinco, se dirigió respetuoso a su señor.

Nodo 2

Raúl Aguiar

—Hola; por favor, le llamamos de la compañía telefónica para una comprobación de rutina. ¿Podría decirnos el número de su teléfono?

Próximo nivel

Yonnier Torres

La caravana avanza despacio. A un lado de la carretera se despliega un terreno yerto. Al otro lado un muro de piedras blancas. Las casas han desaparecido. Comienza a caer la tarde. El pueblo queda atrás.

Nictofobia

Alexy Dumenigo Águila

—¡Enciendan la luz! ¡Por favor, que alguien encienda la luz! —gritaba. La puerta se abrió de golpe y Helga, que palpaba las paredes inútilmente, retrocedió cegada por el resplandor. El oficial de la Gestapo había accionado un pequeño interruptor a su derecha, en la esquina superior del marco. Pudo ver una habitación pequeña que constaba de una cama, una mesita y dos sillas.

El Oráculo de Penrose

Vladimir Hernández Pacín

Nota: los humanos no teníamos el “deconstructor de curvatura”, o motor hiperespacial; ni tampoco se nos permitía acercarnos a aquel hábitat.

La sabana

Ray Bradbury

"Atravesaron el vestíbulo de su lujosa casa insonorizada cuya instalación les había costado treinta mil dólares, una casa que los vestía y los alimentaba y los mecía para que se durmieran, y tocaba música y cantaba y era buena con ellos..."

Como tuvieron que morir las rosas

Michel Encinosa Fú

Baphomet apunta con premeditada lentitud y le dispara a Mastín en un pié. El aullido aturde los oídos de la Loba...

Eonex

Yonlay Cabrera Quiendemil

En sus ojos una amarga tristeza revelaba el cansancio de todas sus vidas. Quizás solo una le habría bastado (de sus hasta ahora siete), para reconocer que la esencia de vivir, dentro de su infinita diversidad, es un ciclo que se repite constantemente.

Last

Dennis Mourdoch

¿Por qué siempre olvidamos cómo morimos, o más bien, cómo murieron los que nos precedieron? Y nos dejan esta sensación

Mi amigo el inventor

Roger Durañona Vargas

El primer invento de Gualterio fue la ballesta que nunca fallaba. Lo inventó una vez que cazábamos gorriones con tirapiedras...

Por unos watts de más

Erick J. Mota

—¡Hey, usted! ¡Su carnet de identidad, por favor! —la voz del policía, modulada por los altavoces del casco, inundó la calle— ¡Y el suyo también, ciudadano!

Esperando la carreta

Francisco García González

El inconveniente era que las mujeres se habían extinguido hacía muchísimo tiempo. Apenas quedaban unos quince ejemplares en todo el planeta

El disparo de Cronos

Carlos Duarte

"Descendí del auto en una desolada calleja suburbana y caminé varias cuadras bajo la pertinaz llovizna ácida. Era el tercer taxi consecutivo que tomaba por si esos buitres del Consejo me habían puesto alguna cola. Pero no, estaban demasiado confiados como para molestarse en algo así. Creían tener todo bajo control pero les iba a preparar una pequeña sorpresa de despedida..."