Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Adolfo Milanés

Adolfo Milanés, el luminoso poeta colombiano nacido como Eliseo Euquerio Amaya Rojas en Ocaña, Santander, en 1882, desplegó su genialidad literaria en una época turbulenta marcada por la Guerra de los Mil Días y la hegemonía conservadora. Bajo los seudónimos de Reix, Juancé y X, se destacó como escritor, periodista, cronista e intelectual, siendo parte vital del grupo de Los Felibres junto a Edmundo Velásquez y Luis Tablanca.

En sus años formativos, ferviente defensor de las ideas liberales, Milanés sintió la llamada de la Guerra de los Mil Días en 1899, pero sus anhelos bélicos quedaron truncos. A lo largo de su vida, ejerció diversos roles, desde concejal de Ocaña hasta diputado en la Asamblea de Norte de Santander. Su inclinación política se reflejó en el periódico Ideas, fundado en 1915, una plataforma para sus crónicas y prosa política.

En el contexto histórico de la Regeneración, Milanés creció inmerso en un país convulso y caótico. Su poesía, sin embargo, floreció en la fecunda primera década del siglo XX, influenciada por el romanticismo y modernismo de la época. Milanés, integrante de La Gruta Simbólica, se destacó entre las figuras literarias del momento, encontrando su voz poética en las páginas de revistas como El Gráfico y Trofeos.

La obra literaria de Milanés abarca diversas facetas, desde su poesía, como el celebrado poemario «Curvas y rectas – Almácigo lírico» (1930), hasta sus crónicas recopiladas en «Ocaña por dentro» (1932). Su estilo, verlainiano y apasionado, revela la dualidad entre el poeta y el político que luchaban en su interior.

El trágico desenlace de Milanés, su suicidio en 1931, dejó un vacío en la escena literaria. Su memoria persiste en homenajes como la escuela que lleva su nombre en la casa donde nació y murió. Su legado resuena en el bronce que captura su rostro y en las páginas elogiosas de sus contemporáneos. Adolfo Milanés, el poeta de las curvas y rectas de la vida, sigue siendo recordado como un ícono de la literatura colombiana.

LIED

Los hombres nos vamos
y las cosas quedan;
queda lo insensible,
queda la materia.

Y se esfuma la célula activa
que piensa;
y se desbarata
el cordaje divino
que vibra y que sueña;
y desaparece la lengua que canta
y el ojo que vela.

Los hombres se van y no vuelven nunca,
mas las cosas quedan…
Los hombres vivimos unos pocos soles,
y siglos y siglos perduran las piedras.
¡Señor!
¿Por qué viven menos las cosas que viven,
y por qué más viven las cosas ya muertas?

Linda mujercita
que el ámbito oscuro de mi vida alegras,
dame pronto el licor que del labio
es miel que se acendra,
porque yo me voy, me voy y no vuelvo,
y las cosas quedan…

ANIMA ACUAE

Sobre el lecho arenoso
de las fuentes exhaustas
rezo, ¡quien lo creyera!,
por el alma del agua.

Las fuentes se durmieron
rumorosas y mansas…
¿Qué sentirán los cántaros
por las fuentes exhaustas?

En mi espíritu enfermo
una tristeza canta…
¿Qué soñarán los musgos
por las fuentes exhaustas?

Y en mi interior
Una tristeza llora y canta,
Una tristeza ingenua.
¿Será el alma del agua?