Poetas

Poesía de España

Poemas de Ángel Campos Pámpano

Ángel Campos Pámpano (n. San Vicente de Alcántara; 10 de mayo de 1957 – f. Badajoz; 25 de noviembre de 2008) fue un poeta y traductor español, gran defensor de la cultura y la literatura de Portugal.

Cercano a lo que importa I

Como una flor sorprendida en medio del desierto se nos revela la sombra audaz de un cuerpo perdido en la enramada, deslumbrada materia que es casi un sollozo, un advenimiento, puro lenguaje en el verde paraíso de los sueños.

Su pureza es la del desierto, la de la sal dispersa, que el destino del hombre desconoce, el precario equilibrio de la tierra que aspira a lo más simple, al mismo corazón de lo inmediato.

Arde, honda, como una brasa su desnudez definitiva, su desnudez irremediable y sola.

Cercano a lo que importa II

El cielo de la tarde aún es un incendio, una piedra quemada que lentamente envejece. El aire es limpio y bajo como un nuevo placer que tú desconocías. Se alboroza el silencio. Melodía de alas entre las hojas vivas. Escondido en la tela, te sobrecoge un pájaro, un pájaro imposible, negado para el vuelo, un deseo ilusorio enredado entre las ramas, enmarañado en el paisaje; un pájaro atrapado al que le niegan el poder de ascender, el de ausentarse…

Siquiera este refugio I

Construida la casa, qué queda sino aguardar ante su puerta un efecto de luz, una voz que desde dentro te llame y cubra, como un presentimiento, la honda distancia que separa tu nombre de otros nombres.

La casa sola, geometría del aire, describe la razón de la escritura, la herida intacta del silencio.

Siquiera este refugio II

El cuerpo se acomoda a la secreta lascivia de las cosas, a su pobreza más íntima. Su morada es lugar de nacimiento, fulgor del día, voz inicial que se entreabre al sol de la mañana. La casa fue siempre el encuentro de la tierra y el agua, un fruto que germina con la luz y como el árbol se yergue vertical, insobornable.

Siquiera este refugio III

El secreto del aire se cifra en la cal enlucida del muro. Piedra sobre piedra, en el muro reconoces la luz del día, el agua de la lluvia, la sombra vertical de los veranos. Tu nombre, escrito desde hace años sobre el muro, se agrieta por momentos y tiende a desaparecer. Deletreo no obstante el sosegado aliento de sus sílabas que apenas si pueden ser leídas y pienso -razón de tu memoria- cómo colmar este paisaje que en lo blanco se cumple, con qué crear de nuevo la vida que le falta…

Un pájaro humilde y silencioso anida más arriba, bajo el alero.

Siquiera este refugio IV

Hoy, habitada la casa, descubres el asombro que la manden firme, en pie. Y aunque no lo recuerdes, unos ojos dormido ocupan sus salas, unos ojos dormidos en mitad de la noche como la huella imprecisa de la luz de un relámpago, como un gesto fiel que sólo sabe de ti por su silencio y que reclama una nueva lectura o que quizás tan sólo espera ser escrito para ser de otro modo finalmente.