Poetas

Poesía de España

Poemas de Basilio Fernández López

Basilio Fernández López, poeta español que nació en Valverdín (Cármenes, León) en 1909, y falleció en Gijón (Asturias) en 1987. Publicó en vida tan solo cinco poemas, todos ellos en su época juvenil. Dedicado a ocupaciones comerciales, mantuvo en secreto su obra literaria, que se dio a conocer póstumamente, en 1991. Fue galardonada en 1992 con el Premio Nacional de Literatura, en la especialidad de Poesía, del Ministerio de Cultura. Era la primera vez que se otorgaba a un autor ya fallecido.

Blessing

La lengua es un sistema de signos que procede como el
juego de ajedrez

Saussure

La dejadez, la intemporalidad
subsiste como el humo,
inaugura conjuras de silencio
de fe sin ficciones
como vanas sombras de juventud.
Hay claves indecibles de secuencias,
textos de libros gnósticos,
ocres perdidos en la creación incesante del
albaricoque.
A veces un ruiseñor se extingue en el aire
como un reflejo,
pero nadie ha visto su esquema
en la delgada frontera de abril y octubre
ni su didáctica en el horizonte del gozo.
Ignoramos siempre si se acaba o se empieza,
inexorable palíndromo del canto,
ecuación sin aristas,
sin propósito último
avezado al cansancio de quererte
en plena crisis de la niebla que sube
y levanta un mausoleo al amor.
Belleza equivocada
de mirar la lluvia
mientras sueño con mis estadísticas
y el tiempo me impulsa
más allá de los accidentes imprevistos.

Elegía

Lo que hubo en ti de roca, sangre y sigilo,
fue del último viento estéril,
de la última nevada transitable, a los ojos
ya las banderas abatidas, solas.
¿Por qué nuevos caminos vas
acumulando noche, noche para siempre?
En qué colinas toma rumbo a los cielos
tu fluir de testigo delgado, actitud del alba?
Aquellas aguas grises,
aquel tardío florecer de las tierras aradas,
tu paso del otro lado de las lícitas aves,
eran los simulacros de amor para el otoño.
Todo fue inútil, inútil como una bocina
entre las losas del mundo y las cabelleras
cansadas,
y ahora que un fusil me apunta a los ojos
y sobre mi cabeza caen árboles tronchados,
te necesito: háblame muy cerca del pie,
muy cerca, sube lentamente en pudor de
neblina
hasta mi voz petrificada de emigrante celeste.
Vanidades, humaredas, glorias humanas,
no son tan inmóviles como yo mismo,
como mis vagonetas cargadas de recuerdos
que pasan sobre tus moldes terrenos,
sobre los senderos que hollaste
y que conducen a ti,
tan lejana de los viejos modos y de los días.

Un árbol revela el viento

Muerta en rigores de mármol
el aire se te rendía
y en ángulos te quebraba
Sola
desceñida de las aguas
Pistas de sueño y naufragios
imantadas de claveles
en el mundo sin distancias
La luz te resucitaba
y el silencio te escondía
en paréntesis de nieve
sin pestañas y sin hojas

Habitantes de una naranja

Si observáis fijamente comprobaréis la
redondez de la tierra,
veréis una naranja por la que corren ríos,
gacelas, vientos frío y aureolas de héroe.
Pero veréis también cuerpos abandonados,
cumbres desconocidas para los hombres y las
aves,
besos de familia, afectos que una latente polilla
va carcomiendo todos los días un poco,
hasta dejar sólo su recuerdo.
Bajo esta superficie
cuántas raíces ahogan su felicidad,
cuántas aguas nómadas no sospechan
el regadío de los pechos sedientos,
cuántos árboles y hombres que emergen lo justo
para divisar ese cielo que todas las noches rutila
vuelven a caer en el abismo silencioso
sin pensar que todo pasa
y que lo único eterno es el cielo.
Días y noches, ardides del tiempo para los ojos,
y sin embargo construimos pirámides,
nos embriagamos de amor
aliado de otras mejillas
y hay algo que nos lleva a la olvidada niñez,
pero eso no basta.
Somos nosotros los que nos reflejamos en los
mares
habitantes de esta naranja desgajada del cielo,
que nos vemos vivir,
que nos vemos desaparecer
como humo evaporado
para nunca volver, inciertos personajes
nacidos al error para borrarse.

Ascensión a la rosa

Helada en el susto verde
te soñé
latiendo en las claridades
Vientos sin rumbo alumbraban
tu sangre viva en la nieve
crucificada en las venas
Por tu candor de aluminio
claveles degollaría
en invisibles licores
Y en transparencias vacías
galopando en los confines
te raptaré nadadora

Bellísima de estío

Nunca reclines un ángel oh bellísima de estío
hacia el violín sibarita
Hay que dejar caer la voz
para hacer pie sobre las amapolas.
Bien sé que una mejilla
es tan mortal como las pompas de jabón
Bien sé que los transeúntes
están hallando el área de las flores
Por eso te ruego ruiseñor
que te adhieras a la caída de la hoja
Alista tu materia prima para las talas de amor
Disfrázate de ciervo descalzo y sin autoridad
sobre el mar
y rescatarás su alma de las traidoras
golondrinas

El soneto que fue a medias

Tu comba en puro croquis de sirena
late en el lirio del usted primero
y en catarata azul de marinero
regula la oración mensual de arena
Mujer elaborada en la verbena
a sol y sombra del paisaje al cero
—cauta sonrisa de papel soltero
que disciplina el labio y la cadena—
Tu banderín subasta y equivoca
el gato limpio que al fluir te invoca
en un alga nacida bailarina
Dime la situación de tu pañuelo
y en el esquí dormido de tu vuelo
abre el cilicio en ascensión de harina