Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Oscar Steimberg

Oscar Steimberg nació el 20 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina. Es un semiólogo y escritor argentino. La Universidad de Buenos Aires (UBA) lo nombró profesor emérito y es director del posgrado de Crítica de Artes en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Fue presidente de la Asociación Argentina de Semiótica y vicepresidente de la Asociación Internacional de Semiótica Visual.

Steimberg ha escrito varios libros a lo largo de su carrera, incluyendo “La recepción del género”, “El pretexto del sueño”, “El volver de las imágenes” (con Oscar Traversa y Marita Soto), “Estilo de época y comunicación mediática” (con Oscar Traversa), “Semióticas: las semióticas de los géneros, de los estilos, de la transposición”, y “Leyendo historietas: textos sobre relatos visuales y humor gráfico”.

Soneto de la culpa

Que se oiga el verso torpe que me digo,
el pensamiento inútil con que muero:
yo no sé ser poeta cuando quiero.
Ni amar a la mujer. Ni ser amigo.

Con la vida no pude hablar sincero.
Y en la batalla me quedé en testigo:
yo no quise matar al enemigo;
yo no supe cuidar al compañero.

Y es fingido este llanto con que sigo,
y este metro forzado en que me esmero,
y esta rima pueril con que desdigo

el solo verso donde me dí entero:
yo no sé ser poeta cuando quiero.
Ni amar a la mujer. Ni ser amigo.

Pelusín

Piquillín,
olas van, olas han de venir,
Subercaseaux,
Fontín,
Ultre la cúmpara sume el rondín,
pequeñín, sultre la Cámpora come al edil
pequeñín.
Olas van, olas han de venir.
Pequeñín,
Súbito el peje derrota al delfín,
Trocantín,
yergue la noche su manto de añil,
trocantín,
serafín,
volantín.
Súbito el peje derrota al delfín,
volantín, pequeñín.
Ensufín,
en su fin.
Muerde la noche su clave de fin,
Pelusín,
Asasín,
Asesín.
Olas van, olas han de venir.
Asasín.
Muerde la noche su clave de fin.
Asesin.
Viste la noche su manto de añil.
Saca su member,
toca su will.
Y viste su gorra de dril,
Pelusín.

General

1

General, “el estaño
Bolívar
tiene un fulgor Bolívar”.
Pero no me deslumbro,
salvo
cuando lo miro con el rabillo del ojo.

General,
a usted
le hablo.
Y me pasmo
cuando creo
recordar que usted se conjuga con la misma forma verbal
que él,
al que,
naturalmente,
no hablo.
De él
-tercera,
ausentada persona-
más bien
se habla. Hay un poeta en Buenos Aires
que podría hablar hasta morir
de semejante tema. Yo
nada
sé;
y usted,
con razón,
se refugia en Plutarco.
Vidas
paralelas:
mi no saber guarda un necesario componente de pedantería,
ínsito
en toda innecesaria cita de un clásico.
Y ahora usted
(salve
general)
me mira con el rabillo del ojo.
El ojo
glauco.

2

Vidas
paralelas.

Nada sabe
él, que mal-lee
discursos de los que nunca debería conocerse el emisor
del emplazamiento real de esas rectas
destinadas a cortarse
-esto es
escatología, o
política-
en el centro
de la tierra.
En un país en definitiva insular,
esas vecindades
tienen una inexistencia concreta!
Se dialoga
como pueden hacerlo entre sí, hasta el infinito, las
vías del tren.
Y eso es lo bueno:
la fantasía de una geografía terminal
se superpone al imaginario de una mirada atenta:
para hablar de la geografía se necesita un código:
las paralelas solo tienen acceso al código del rabillo.

5

¡Discurso
de fronteras!
La elocuencia
debe producir la imagen interna de un ritmo sabedor:
la mujer del General debe parecérsele
(pero no, debe ser pequeña
y distinta!),
los interlocutores civiles deben compartir su pensamiento
en otra coloración
(falso, entonces no habría Grandezas ni Miserias
Militares),
el Tiempo Libre debe ser el del Reposo del Guerrero
(si así fuera no seríamos hombres, solo máquinas de
guerrear,
el pensamiento de Clausewitz es un pensamiento de la
contradicción,
un militar latinoamericano no es la versión tostada de
un húsar astrohúngaro).

6

Un militar latinoamericano no viene de ninguna parte.
Señorita, le ruego que no me moleste,
voy a seguir las huellas de ese coronel
que soy yo
y que comparte
Su proyecto con Su pueblo:
pebeta de mi pueblo,
este Sol Jefe brilla m’hija para los dos.

7

Fui fascista forjista honesto socialista empírico del
poder filósofo de la paz

de los palos
gerente
dentista
de una ínsula al Sur
vacía
su jefe era una estrella de mar
me colgaron del cuello con un sambenito de anciano perverso
empecé a gozar con ciertas caries de cuello en dientes
de leche.

8

fui fascista
forjista
pero las maneras son mías hay rangos no las aprendí
filósofo de la paz
de los palos
mi gobierno también tuvo su origen
su Puerto de Palos
ni a palos usté le va a hacer aprender al que es bruto
cuídese del que es bruto sobre todo si es trabajador
tantas líneas, Señor, ya son
un trabajo,
soy bruto no puedo expresarme,
cuando quise hacerlo me tutearon finamente: General,
más que bruto
tú eres
un travesti
brutal! Contesteles:
amigo,
si existes no me leerás.

Anécdota

Quiero pensar «Perón» y no puedo,
quiero pensar «Irigoyen»
y me quedo en la i latina que significa menos
que nada.
La m de «Steimberg»
(«¡error! ¡enmascaramiento de la n del Steinberg-
ser!»)
es esa anécdota de errores
en un Registro Civil de Fin de Siglo.

De un corresponsal extranjero

Hubo un período precomicial
en el que los radicales pintaban todas sus leyendas
en rojo,
y los peronistas en azul.
Esta diferencia era la única
que se percibía desde lejos.
Esta diferencia era la única que no
significaba nada,
en realidad.

Diseño

Cuando se trata de prever los efectos de la
comunicación,
los diseñadores recurren a Matila Ghyka,
los ejecutivos a Alvin Toffler
y los empresarios a Sai Baba.
Después, entre todos contratan a una psicóloga
que recurre a Lacan,
tanto para no levantar la perdiz.
Y ella no sabe lo que tiene.

Crítica de cine

La secular representación, musicalización, seriación
y distribución
del expresarse.
La secular representación, musicalización, seriación
y distribución
del expresarme, expresarte, expre­sar­lo, etc.
La secular representación, etc. de la lucha de la
expresión
contra el relato de la servidumbre.
Las lúcidas derrotas en las batallas contra las
servidumbres
del relato.
Las derrotadas lucideces de las servidumbres
en el relato de las batallas.
Las serviles batallas por la derrota
del relato de las lucideces.
Cien años.