Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Carlos Arturo Torres

Carlos Arturo Torres Peña (1867-1911) fue un polifacético escritor colombiano, reconocido por su talento en diversas disciplinas literarias y su participación en la política de su país. Abogado de formación, también destacó como educador universitario y periodista, fundando varias publicaciones de renombre. Su legado literario abarca desde traducciones de renombrados autores como Edgar Allan Poe hasta obras propias de profunda crítica social.

Además de su faceta como abogado y académico, Torres brilló como poeta, ensayista y político. En sus obras, reflejaba una perspectiva crítica de la realidad social y política de su época, mostrando un compromiso con la búsqueda de soluciones para los problemas de Latinoamérica y el mundo en general. Su contribución a la Academia Colombiana de la Lengua también evidencia su dedicación al estudio y la promoción de la literatura.

Su compromiso político se manifestó a través de su participación en el Partido Liberal, donde se destacó como un líder moderado, promoviendo la concertación y oponiéndose a la Guerra de los Mil Días liderada por Rafael Uribe Uribe. A lo largo de su carrera, ocupó diversos cargos gubernamentales, tanto en gobiernos liberales como conservadores, demostrando su disposición al servicio público y su capacidad para la diplomacia.

El legado bibliográfico de Torres incluye obras de teatro, ensayos jurídicos, traducciones literarias y discursos políticos. Entre sus obras más destacadas se encuentran «Estudios ingleses«, «Idola fori» y su «Obra Poética«. Su estilo literario se caracteriza por su profundidad analítica, su perspicacia crítica y su compromiso con la justicia social, convirtiéndolo en una figura relevante en la historia cultural y política de Colombia.

Carlos Arturo Torres Peña dejó una huella indeleble en la literatura colombiana y en la vida política de su país, siendo recordado como un intelectual comprometido y un líder visionario que buscaba transformar la realidad a través de sus palabras y acciones.

ESPARTACO

AL SR. JOSÉ RIVAS GROOT

¡Abandonad el circo, gladiadores!
Cesen vuestros dolores,
Romped esa cadena que os oprime.
También las suyas romperá mañana,
Con fuerza sobrehumana,
El pensamiento, gladiador sublime.

¡Yergue la frente que al tirano espanta,
Espartaco! Levanta,
Y en tus cadenas el puñal afila:
Conduce a Roma la potente hueste
Que, cual fuego celeste,
venga y purifica, o aniquila!

Pero, ¿qué sombra se alza en tu camino?
Es que el ciego destino
Pone a veces al genio una barrera;
¡Ay de él si por salvarla no combate!
¡Ay de él si no la abate
Y prosigue entre escombros su carrera!

Señala Dios al genio una tarea:
Esa es su única idea.
Sólo la voz de su conciencia escucha;
Pero también, a su pesar, vacila,
Se anubla su pupila…
¡Qué solo se halla el hombre cuando lucha!

Hijo de Graco, precursor de Bruto,
El forzoso tributo
Pagaste a un pueblo de tu sangre avaro.
¡Vivir encadenado es un tormento!
¡Ya rendiste el aliento.
En las sangrientas ondas del Silaro!

El genio en un mortal bulle y fulgura;
Y sublime locura
Lo empuja, irresistible, hacia adelante;
Cumplida su titánica faena
Sucumbe en el arena…
¡Vil esclavo nació, muere gigante!

LOS DOS MISTERIOS

(A MI MADRE)

«Histeiy oí life, how dreadful!»

HOWELLA

Siendo muy niño, en el materno seno
El corazón inerte,
Lloré y me estremecí de terror lleno
Pensando en el misterio de la muerte.

Hoy por la pena el corazón deshecho,
La lucha ya emprendida,
¡Pudiera yo llorar, madre, en tu pecho
Por el triste misterio de la vida!

EL PRIMER CANTO

Cuando después de su triunfal carrera
Hundió la roja frente
El astro de la luz por vez primera
Detrás de las montañas de Occidente,

El primer hombre atónito miraba
El declinar del día;
Y al notar que la sombra lo rodeaba,
Sintió miedo, dolor, melancolía…

Sufrió al mirar la gran naturaleza
Envuelta en negro manto,
Le oprimió el corazón honda tristeza,
Y acompañó á las aves en su canto!

Primer canto, expresión de un sufrimiento
antes no sentido,
Al cual hicieron coro con su acento,
El murmuró, y el trino, y el balido.

Desde entonces doquier que los pesares,
La duda, el desconsuelo,
Hacen brotar las lágrimas á mares,
Tú las enjugas, Musa ! hija del cielo

La noche que los ojos envolvía,
De Milton y de Homero,
Hizo surgir la eterna poesía
Que oyó atónito y mudo el orbe entero.

Oh desesperación, cuando la sombra
Cubre el mundo y el alma,
El hombre en su dolor te invoca y nombra,
Y no le prestas la anhelada calma!

El dolor, sin cesar, con rabia fiera
El corazón desgarra
Ay !un alivio á este dolor no hubiera
Si algo no hiciese detener su garra.

Ese efluvio que luz y amor exhala,
Del alma santo anhelo
Eres tú, Poesía, eterna escala
Por donde el alma se remonta al cielo!

Ella le grita al desgraciado «¡Espera!
La esperanza no es vana,
Si hoy te oprime el dolor con saña fiera,
Eterna dicha gozarás mañana!»

Cuando en medio la noche sosegada
Titilan las estrellas,
¿Quién al alzar la vista conturbada,
No cree que su alma ha de habitar en ellas?

¡Oh dolor! ¡ oh tinieblas ¡oh misterio!
¡Punzadoras angustias!
Silencio aterrador de un cementerio,
Desiertas ruinas, soledad es mustias;

Sonido de una música lejana,
Queja de una arpa rota,
Triste doblar de funeral campana,
De alondra herida postrimera nota;

Nostalgia dolorosa del proscrito,
Desengaño, locura,
Tú, tormento mayor que el del precito
Amor sin esperanza, cruel tortura!

Fuentes sois de perenne poesía
De inspiración sublime,
Porque sólo en su mísera agonía,
El bardo celestial cantando gime!

Hacen vibrar los íntimos dolores
El arpa sacrosanta,
¡En la noche gorgean los ruiseñores¡
¡En la desgracia el hombre llora y canta!

GIORDANO BRUNO

(FRAGMENTOS)

Te han calumniado ¡oh Dios! Tú oyes el grito
Del corazón doliente y consternado;
Tienes misericordia y no has proscrito
La augusta libertad. Te han calumniado!

NÚÑEZ DE ARCE

ES la negra prisión: allí Giordano
Expía, encadenado su delito,
¿Cuál es su crimen? ¿quién el noble anciano?
Alguien responde: «el sabio», otro, «el maldito».

Débil rayo de luz, perdido y triste,
Pasa al través del agrietado muro,
Con tinte funeral los muros viste
Y su fulgor se pierde entre lo oscuro…

A esta luz se dibuja en su semblante,
Que es á la vez benévolo y adusto,
Algo de la tortura del Gigante
Que se agita en el lecho de Procusto!

Entre sus labios las palabras vagan
Y por hacerse oir con fuerza luchan
Del pasado son voces que se apagan!
Del porvenir son voces que se escuchan!

«Yo quise del error rasgar el velo,
Y se me arroja en lóbregas prisiones!
Busqué la ciencia en mi incansable anhelo:
¡Cadenas encontré por galardones!

No me arredra la muerte! Es un tormento
Vivir do alumbran á Jesús con teas,
Donde es atroz delito el pensamiento
Y castiga el cadalso las ideas.

Ya la fe en mi camino no me guía
Y con la duda mi razón tropieza;
Se va el bálsamo y queda la agonía!
Se va el consuelo y queda la tristeza!

Mas voy en pos de la celeste lumbre,
Y la sombra del viaje no me espanta.
Al escalar la bendecida cumbre
Encadenado, más mi pie adelanta!

¿Quién encadena la razón? ¿qué mano
Corta del pensamiento el raudo vuelo?
¡Mandad callar al férvido oceano!
¡Mandad parar los astros en el cielo!

¿Piensan que de la víctima el lamento
Puede apagar de la razón el grito?
Aquél, humano, piérdese en el viento;
Éste, divino, vuela al infinito!

Porque busco la ciencia se me veja,
Y me arrojan de cieno entre una charca,
Mi frente, que virtud sólo refleja,
Manchan también con la oprobiosa marca.

Mas pronto el hombre se alzará potente,
Y la razón sacudirá su yugo,
Y levantando la radiosa frente
Pedirá estrecha cuenta á su verdugo.

Mártir seré del pensamiento humano;
Doy mi nombre á la historia justiciera.
La apostasía me pedís en vano!
La hoguera es galardón! Venga la hoguera!»