Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Daniel de la Vega

Daniel de la Vega (Quilpué, 30 de junio de 1892 — Santiago de Chile, 29 de julio de 1971) fue un poeta, novelista, cuentista, dramaturgo y periodista chileno.

LOS ESCENARIOS

Madrigueras de pasiones,
de miserias, de canciones,
de locuras, de ladrones…

Callejuelas doloridas
donde se nutren las vidas
de los poetas suicidas.

Plazoletas angustiadas
como cárceles; calladas,
taciturnas, alargadas…

Bulliciosos conventillos
con sus perros y chiquillos
sucios, tristes y amarillos.

Los tenebrosos portales
donde se hunden los puñales
de los amores carnales.

Rincones de los insultos
donde se ofician los cultos
de los pecados ocultos.

Habitaciones oscuras
donde las bocas impuras
cantan cansadas locuras.

Viejo arrabal que alimenta
la sensualidad violenta,
enferma, triste, sangrienta…

Mi canción fuerte y ardiente,
chorreando sangre caliente,
sonará trágicamente
en la noche, como un grito
trémulo, loco, infinito,
de la carne del delito.

LAS SUPERSTICIONES

Viene la mala muerte
y el oculto pecado
escondido en la suerte
del espejo quebrado.

La fiebre y el vicio
se alarga y florece
con el maleficio
del número 13.

La risa no visita
los barrios embrujados
ni la casa maldita
de los amancebados.

En noches oscuras
el diablo penetra
por las cerraduras.

Nacen brujerías
de los gatos negros
de las mancebías.

Queda el diablo esclavo
dejando una llave
colgada de un clavo.

Retorna despierta
la buenaventura
clavando la puerta
con una herradura.

Y la suerte ingrata
siempre se renueva
mostrándole plata
a la luna nueva.

MI VIDA

Te doy las gracias, buena vida,
por la amargura que me has dado,
por esta pena florecida
y este querer que me ha quemado.

Aunque tus dardos me han herido
y me han dejado solo y triste,
yo humildemente te he vivido…
iexcl;Tú bien sabrás por qué lo hiciste!

Me diste rosas, cogí rosas:
me diste penas, bebí penas,
¡penas dolientes y armoniosas
en tus inmensas manos buenas!

Siempre que tú para mí has sido
clara o sencilla, alegre o triste,
yo humildemente te he vivido…
¡Tú bien sabrás por qué lo hiciste!

Entre quebrantos y alegrías,
con estas pobres manos ciegas,
tomo del fondo de tus días
todas las horas que me entregas.

Vida, tú mandas y no ruegas,
en este espíritu doliente,
cuando yo siento que tú llegas
abro los brazos dulcemente…

Tú me has besado y me has herido,
rosas y lágrimas me diste;
yo humildemente te he vivido.
¡Tú bien sabrás por qué lo hiciste!

LA FRONTERA

Hay en la vida humana una oculta frontera,
en donde abre los ojos nuestra propia verdad;
allí no languidece nunca la primavera
y nuestras manos palpan aguas de eternidad.

La vida arde con fuegos de lámpara votiva
que no habrá viento adverso que la pueda apagar,
y nuestra alma sedienta de las cosas de arriba
duerme en una dulcísima actitud de volar…

Cuando el hombre atraviesa la frontera ignorada,
nuevas estrellas surgen en sus noches desiertas;
y el cosmos y el espíritu y el átomo y la nada,
se le entregan leales como manos abiertas…

Yo voy trepando aquellas solitarias pendientes;
buenas almas empujan mi barca sobre el mar…
En el viento presiento rastros de alas ardientes,
huellas de pensamientos tan altos y esplendentes
que mi espíritu pobre no los puede abarcar…

Ilusiones pequeñas, vanidades humanas,
mentiras y rencores: todo se quedó atrás.
Están clareando apenas las primeras mañanas
de unos días enormes: ¡Yo quiero subir más!

Tristezas de la tierra que yo he querido tanto
y que no he de volver a sentirlas jamás…
No importa. Unas sirenas me atraen en un canto
que viene de la altura: ¡Yo quiero subir más!

Y a los hombres que quedan solos con sus pasiones,
les dejaré al partir de este ensueño sombrío,
unos versos sencillos y unas buenas acciones…
Lo único que fue enteramente mío…

Mis manos se despiden temblando de ternura.
Los hombres, los amores, todo se queda atrás…
Contemplo por vez última la angosta senda obscura
y despliego las alas cara a cara a la altura.
¡Yo quiero subir más! ¡Yo quiero subir más!

LAS PALABRAS

Las palabras humildes son armoniosos vuelos
de pájaros errantes que no han venido al mundo.
Cada una posee un sentido profundo.
Hablar con sencillez es un don de los cielos.

Tienen un resplandor inmortal. Es preciso
saber amar las buenas palabras transparentes.
Yo las amo. Conozco sus perfiles ardientes.
Cada palabra tiene su oculto paraíso.

Son arcas de milagro. Nuestros grandes anhelos
se dicen con palabras claras. La poesía
de verdad amanece mas diáfana que el día.
Hablar con sencillez es un don de los cielos.

EL PEQUEÑO UNIVERSO

¿Viajar? ¿Y para qué? El que anhela viajar
nunca verá la tierra, ni los cielos, ni el mar…

Será un ciego, mendigo de verdad. Su mirada
pasará por las cosas sin saber nunca nada.

Yo sé que entre las cuatro paredes de mi huerto
tengo encerradas todas las verdades del mundo:
el pasado brumoso y el porvenir incierto.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.

Yo siento las más altas leyes del universo
en la hoja que cae y en el agua que juega…
La santa vida todas sus verdades me entrega
y yo no le doy nada más que mi pobre verso…

Ni la gloria, ni el oro, ni la carne, ni el mundo.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.

¡OH, MUJER! ESTOS VERSOS TUMULTUOSOS Y OBSCUROS…

¡Oh, mujer! Estos versos tumultuosos y obscuros
que arrojo por la vida desesperadamente;
estos versos revueltos, espontáneos y duros
que lee –mansamente, sin inquietud– la gente;
estos versos llameantes, estos versos sombríos,
estos versos que tienen entrañas armoniosas,
son desesperaciones, son aullidos míos
ante el enigma eterno que hay en todas las cosas…

Yo tengo una inquietud que se retuerce loca
cuando interrogo al cielo buscando claridad,
con palabras de llamas que me queman la boca,
y quieren escapar hacia la eternidad!