Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Georges Lafenestre

Georges Lafenestre (Orleans, 5 de marzo de 1837 – Bourg-la-Reine, 19 de mayo de 1919) fue un crítico de arte y poeta francés.

Trabajó como conservador del Museo del Louvre y fue miembro del Instituto de Francia. Se casó con Isabelle Lisbonne, quien de su primer matrimonio había tenido un hijo, Georges Aaron Bénédite, el cual, con el apoyo y la educación que le brindó su padrastro, llegaría a acceder a esas elitistas instituciones y a convertirse en un eminente egiptólogo.

La mayor parte de su obra escrita se centra en la Historia del Arte, especialmente del arte italiano anterior al siglo XV. No obstante, en su juventud estuvo íntimamente relacionado con los círculos parnasianos, trabando una estrecha amistad con poetas como José María de Heredia, Emmanuel des Essarts y Sully Prudhomme. Apareció en las dos últimas ediciones del «Parnasse contemporain».

EL BUZO

Como un marinero audaz con su escafandra,
que bajo el amontonamiento de grandes olas sorteado con esfuerzo
se posa, temblando, en el terror apacible
de los viejos abismos mudos, inmóviles y sordos;

cuando el poeta pálido, siempre descendiendo,
de repente ha tocado fondo en el alma humana,
el abismo, cogido por sorpresa, muestra a su mirada vacilante
extraños habitantes en extraños parajes:

bajo los entramados de algas lívidas
se blanquean viejos mástiles y esqueletos pelados,
gélidos reptiles circulan por doquier;

¡pero él, desplazando con su pie la innoble podredumbre,
prosigue infaliblemente su aventura sublime,
recoge la perla que brilla y la saca a la luz!

LE PLONGEUR

Comme un marin hardi que la cloche aux flancs lourds
Sous l’amas des grands flots refoulés avec peine
Dépose, en frémissant, dans la terreur sereine
Des vieux gouffres muets, immobiles et sourds,

Quand le poète pâle, en descendant toujours,
A heurté tout à coup le fond de l’âme humaine,
L’abîme étonné montre à sa vue incertaine
D’étranges habitants dans d’étranges séjours:

Sous les enlacements des goëmons livides
Blanchissent de vieux mâts et des squelettes vides,,
Des reptiles glacés circulent alentour;

Mais lui, poussant du pied l’ignoble pourriture,
Sans se tromper poursuit sa sublime aventure,
Prend la perle qui brille, et la rapporte au jour!