Poetas

Poesía de España

Poemas de José Luis Hidalgo

José Luis Francisco Hidalgo Iglesias (Torres, Cantabria, 10 de octubre de 1919 – Madrid, 3 de febrero de 1947), más conocido como José Luis Hidalgo, fue un poeta y pintor español. Fue uno de los mejores representantes de la poesía existencial española de posguerra y precursor de la denominada «Quinta del 42».

Nacimiento

Ha llegado la noche para todos:
yo reclino la frente en esta piedra,
donde los siglos ciegamente pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.

Entre duros peñascos me arregazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.

Ni me muero, ni sueño. Abro los ojos
y extendiendo mis manos verdaderas
toco el origen de mi ser humano,
el vientre elemental que me naciera.

Y, en la frente, la roca, su llamada,
la vida en destrucción que, ardiendo, espera
la voz de Dios, que sobre el mundo clama
y se rompe, temblando, en las estrellas.

Acércate. Más, más…

Acércate. Más, más,
hasta palpar mis sueños.
No, todavía no…
Aún más y más, sin miedo:
como el agua del mar
a su fondo de cieno,
como se acerca a Dios
todo el azul del cielo.

Como me acerco a ti
cuando digo: te quiero.

Algo más

Nunca he sabido si acaso la muerte
era algo más que tocar una rosa
y sentir que sus pétalos rojos
se ocultaban, de pronto, en la sombra.

Me he perdido de noche en un bosque
y vino a encontrarme la luz de la aurora,
y he comprendido que el sol encendido
dora de nuevo las lívidas lomas.

Porque la muerte no toca a los hombres
cuando en lo oscuro sus cuerpos se borran.
Sabe la tierra que late su entraña,
sabe la noche que todo retorna.

Sólo los hombres no saben. Pensamos
que el corazón es igual que la rosa.

Atardecer de marzo

Atardecer de marzo
en la mar cenicienta.
El crepúsculo, lejos.
ya no se ve, se sueña.

Atardecer de marzo,
tú estás aquí, tan cierta
como esta dicha de ahora
que me da tu presencia.

Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza
y calla, no me rompas
este paisaje y esta
ternura que se alza
desde ti y se me adentra
por el cuerpo y el alma…
Mírame, piensa y deja
todo así como está
sin besarme siquiera:
el cielo alto y sereno
que sobre el mar se espeja,
en el aire parado
la gaviota que vuela,
y bajo nuestros pies
éste poco de tierra…

Dame tu mano, inclina
sobre mí tu cabeza.
Todo así como está
sin besarme siquiera…

Este abril

Cómo llegas, abril, con qué delgada
planta de junco pisas en la arena.
Un delirio de luz en cada vena
y una gota de azul en la pisada.

Una gota de azul, la delicada
inundación de amor ceñida y plena,
una esbelta delicia que encadena
de inabarcable aroma desbordada.

Algo en mí, que no es mío, se levanta
surtidor de imposibles sensaciones,
canta tu dicha y mi delicia canta.

Y la honda transparencia de tenerte
en la alta alegría que me impones
vencedor cada día de la muerte.

Hoguera de amor

Este día que viene a mis labios
esgrimiendo su zumo de oro,
moja el alma en su triste belleza,
y la embriaga de sueños remotos.

Todo acaba en su luz amarilla.
Los recuerdos se borran, y de otro
me parecen las manos que tocan,
me parecen las cosas que lloro.

No pensar en las hojas que sufren
y olvidar el dolor de sus troncos.
No saber si las nubes que nacen
vuelven ya de un oscuro retorno…

Mas sentir en el pecho, encendida
por el viento que trae el otoño,
una hoguera de fuego que, alegre,
quema el mundo con un amor loco.

Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza…

Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza
que hieren lentamente el silencio de este ciervo de
música que tengo entre los brazos.

(De Norte a Sur abre su boca el firmamento
como un gran perro que tuviera dentadura de estrellas.)

Te quiero como nunca. Supón que te creciera el cabello
tantas veces
que fuera para mí un río navegable de pluma.

Supón mis veinte años, uno a uno en tus dedos
o mi sonrisa lenta nevándote la frente.

Supón mis ojos tristes y pensativos, mudos,
viendo crecer el fuego desde hace muchos años.

Mar de tus ojos

Puerto de amor tus ojos,
aguas claras.

(Brisa que me querías
sobre la mar salada.
Aguas sin corazón
que me llevabais…)

Hacia el mar de tus ojos
navegará mi ansia.