Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Julián Malatesta

Julián Malatesta, cuyo nombre original es Juan Julián Jiménez Pimentel, es un destacado poeta, ensayista y crítico literario nacido en Miranda, Cauca, Colombia, en 1955. Posee una sólida formación académica en literatura, habiendo obtenido su licenciatura en la prestigiosa Universidad del Valle, donde también ha ejercido como profesor titular en los últimos años.

La obra de Julián Malatesta se caracteriza por abrir una perspectiva vanguardista y de renovación profunda en el contexto de la literatura colombiana moderna. Su escritura se distingue por la lucidez conceptual y la riqueza imaginativa del lenguaje, aspectos que han dejado una huella significativa en el panorama literario de su país.

Tanto sus textos poéticos como ensayísticos han sido ampliamente reconocidos y celebrados, lo que ha llevado a que sean incluidos en diversas antologías nacionales e internacionales. Además, algunos de sus trabajos han sido traducidos al inglés y francés, lo que ha permitido que su talento trascienda las fronteras de Colombia y alcance una audiencia global.

Entre las obras más destacadas de Julián Malatesta se encuentran «Hojas de trébol» (1985), «Alguien habita la memoria» (Universidad del Valle, 1995), «Presencia de la poesía china y japonesa en algunos poetas latinoamericanos» (Ensayo, 1997), «Poéticas del desastre, aproximación crítica a la poesía del Valle del Cauca en el siglo XX» (2000-2003), «La cárcel de Babel» (Univalle, 2002), «Cenizas en el cielo» (2004), «La ciudad revelada» (Ensayo, 2005), «Selección poética» (Poetry International, 2006), «El mecanógrafo del parque» (2007) y «La imagen poética» (Ensayo, Escuela de estudios literarios, Univalle, 2007).

Su talento y aportes a la literatura colombiana han sido ampliamente reconocidos, y en 1997 recibió el prestigioso Premio Nacional Jorge Isaacs en reconocimiento a su destacada labor literaria. Además, en el año 2000, fue beneficiado con una Beca del Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes del Valle del Cauca, que demostró el respaldo y aprecio hacia su contribución al desarrollo cultural de la región.

La trayectoria de Julián Malatesta es un ejemplo de dedicación y pasión por la literatura, y su legado perdurará como una fuente de inspiración para las generaciones futuras de escritores y amantes de la poesía en Colombia y más allá de sus fronteras.

Memoria

Nadie despide el barrio en sus mejores horas.
Necesité un día de lluvia
para volver al barco encallado en la bocatoma de la esquina
y ver ese río de espejos arrastrando las basuras :
otros niños navegaban en las aguas de mis primeros días.

Madre no quería en casa un navegante,
decía que en la voz del marino no había siempre ni mañanas.
Eran los días de la fiebre
y del médico visitando las bodegas del muelle
mi casa olía a historia, a bahía, a continente.

Mientras en mi calle la lluvia persiste
ahora el barrio es sólo una huella en la edad de las cosas.

SI BUSCAS UNA MUJER

Si buscas una mujer,
Inventa una ciudad para encontrarla.
Es preciso hacerle perder su origen,
Que olvide su tierra nativa,
Las calles que visites deben permanecer ausentes, sin memoria.
Tú tienes que inventar historias de asaltos,
De ladrones, de encuentros clandestinos.
Conducirla por los viejos mercados
Y dejar que sus ojos curioseen las mercaderías del mundo,
Observar bien su deseo, en que delicada tela se detienen sus manos
Y darle gusto;
Pero tú no desees nada, tu único deseo es ella.
Tú bien sabes que la mujer es una ciudadela
Habitada por extraños,
Ciudadanos que te odian y rechazan,
Y a esa conquista, a esa guerra tienes que ir,
Calculadamente, sin prisa,
Con el disfraz de un asceta, sin propósitos,
Y con un ladrón oculto que en la primera oportunidad
Robe la joya sagrada.

Mas no olvides la premisa:
La mujer que buscas ya te conoce.

La desolación

La desolación dobla la cabeza.
Los ojos que fueran guiados por el vuelo de los pájaros
Y exhibieran destrezas leyendo en el aire mensajes cifrados,
Rastrean ahora las penosas sombras que reptan bajo los pies,
Siguen el destino de ignoradas alimañas,
Aguzan su mirada tras el hilo de hormigas operarias agobiadas de sol.

No tiene horizonte la desolación.
Con las pupilas abiertas en la noche,
Evade los carromatos mortuorios de los sueños,
Labora en el blanco tablero del cielo,
Borra la tinta de los marcadores,
Esparce el grafito de los lápices que en vano dibujan
Un paisaje lejano en el alba.
La desolación niega la escritura de los astros y de los hombres.

Epitafio para un traidor

Aquí yace uno que prestó su pluma
Para vender a los suyos.
El que se hizo consejero de sátrapas
Y funcionarios locales,
Al que en los banquetes solían acoger
Con mohínos abrazos y recelosos saludos
Al que le decían qué debía escribir,
Cuántas veces elogiar a los señores,
¡ Eso le ordenaban…!
Mas nunca le tuvieron suficiente confianza
Para que visitara sus casas,
Sus patronos escondían a sus hijas de sus lascivos ojos.
Era humilde y se creía digno de altas distinciones
Y murió pobre, abandonado como un desconocido.
Ahora sólo lo visita el operario del cementerio
Que de tanto en tanto arranca la maleza
Que se ensaña con sus restos.

¡Aprended el ejemplo ciudadanos…!

LA ESPERA

Pero si tú vienes,
No habrá derrota en esta tierra,
Cada noche te recibo de cuerpo entero,
Rasgo las gasas oscuras que te cubren
Y evaden los ojos cautelosos de los guardias.
Ahora estás desnuda ante mis ojos,
Todo lo iluminas,
Eres un sol convaleciente que sigiloso
Estira sus brazos y abre las rejas de la noche.

Tu cuerpo navega en mi sueño.
No son tranquilas estas aguas . . .
Tiembla mi nave . . .

Quisiera remar pero no hay tripulación a bordo,
Soy una embarcación a la deriva
Que tú tomas por asalto.

¡Ah . . . ! Ahora caminas en cubierta,
Con tus pies descalzos le despiertas a esta abandonada nave
Todos sus ímpetus de viaje.
Entras en la cabina del capitán y tomas el timón,
No es un asunto de fuerza lo que guía a una buena navegante.
Dulcemente giras mi embarcación a estribor,
Percibo tu aliento, tu débil jadeo que enmudece a la brisa.
Tus ojos sobre mis ojos
Inventan de nuevo el horizonte.

Lentamente abandonamos la bahía y entramos en alta mar.
La libertad tiene tu nombre.

En el puerto de Santa Lucía

Ese navío está loco.
Ayer se le vio con rumbo al sur,
Luego lo vimos pasar tras la estela del sol
Recogiendo noche en su quilla.
Ahora gira y gira cerca de los cayos,
Si arrecia el viento hay riesgo de que rompa sus maderas.

Ese navío está loco.

Lleva un cadáver a bordo
Y el capitán no ha querido arrojarlo al mar.
El hombre se ha pegado a la botella
Y tiene en desorden la cabeza;
El muerto en cubierta danza,
Agita la memoria del barco y enloquece la brújula.

Ese navío está loco.

En el puerto de Santa Lucía -la patrona del ciego-,
Deambulan los tripulantes desalojados del oficio,
Aunque tienen pericia y conocen la faena,
Nadie les da empleo,
Las navieras no perdonan
Que hayan abandonado el navío.

CADA ENTRADA A TU CUERPO

Cada entrada a tu cuerpo
Es un viaje nuevo en territorio conocido.

Un paisaje de modales antiguos
Acostumbra a recibirme con discreta ceremonia.
Nadie admite que el camino tiene los ríos desbordados
Y que hay lava de erupciones recientes hirviendo entre amapolas.

No hay señales previstas para el fuego . . .

Debo entrar precipitadamente entre las llamas
Y apaciguar el fuego que arde en el lomo de la bestia.

Un rítmico golpe de cascos se escucha de improviso,
Una fuga de corceles agita el aire.
Los cueros sobados por manos de aborigen
Despiertan a la tribu.
Entonces iniciamos la acezante cacería.

Mas cuando llega el retorno, amor,
Advienes más dulce aún que en la faena.
Con tus manos y mis manos,
Solemos conducir al animal mansamente hacia el establo.