Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Julio Barrenechea

Julio Barrenechea (Santiago, 13 de marzo de 1910 – Santiago, 9 de noviembre de 1979) fue un poeta, escritor, diputado y diplomático chileno.

Desplante

Quiero un estilo para el sufrimiento.
Una noble apostura en mi tristeza.
Una cítara al fondo del tormento.
Una corona oscura en mi cabeza.

Si mi don fue entonar el descontento,
puesta la voz donde la nada empieza,
quiero vivir erguido y con mi aliento
convertir el dolor en mi destreza.

Porque mi voz abata al negro coro
y entre lágrimas brille su diamante.
Porque más alta esté que este constante

doliente asedio, porque con decoro
salve la luz, sollozo con desplante
y bebo mi tiniebla en copa de oro

CÍRCULO

Mi abuela es pequeña y distante.
Llena de asuntos lejanos.
Situada al fin de muchos años,
en el comienzo de mi padre.

Es pequeña como una aldea.
Y desde ella mi padre un día,
salió con su atado de música,
a andar por la vida del mundo.

Mi padre fue de pueblo en pueblo.
Fue por las ciudades, buscándome.
Hasta divisarme escondido,
bajo los ojos de mi madre.

Al fondo de sus aguas claras
estaba yo, como un guijarro.

Y mi padre, con el más tierno
de los esfuerzos de su vida,
me sacó a sufrir y a jugar
con los otros niños del mundo.

Un día mi padre partió
hacia la tierra del silencio.
Llevaba los ojos cerrados,
y en las manos un frío intenso.

Y la abuela ha permanecido,
como una cosa de otra vida.
Pequeña aldea que visito,
para soñar frente a sus ruinas.

Pequeña aldea del recuerdo,
donde reviven cosas muertas.
Yo soy mi padre para ella,
mi padre que ha dado una vuelta.

COLUMPIOS

Columpios con niños al atardecer.
Al cielo lo aleja y acerca el vaivén.

Rama del columpio nerviosa y jovial.
Los niños se cimbran de modo frutal.

Los cordeles tocan el azul final.
Los niños regresan de la inmensidad.

Hay un aire tenso, cerros sin andar,
árboles parados, agua sin variar.

Los niños le prestan su fuerza infantil,
y todo el paisaje se pone a vivir.

Aire, cerros, árboles, agua sin variar,
merced al columpio se dan a bailar.

Todo lo que inmóvil parecía estar
dentro de mí juega como un malabar.

Y yo sin moverme me dejo mecer,
en este columpio del atardecer.

TAQUIGRAFÍAS DEL MEDIODÍA

El día
ya es un niño grande.
Acaba de cumplir doce horas.
En su honor el Santa Lucía
destapa una botella de champaña.

Generosas madrinas, las campanas,
le llenan los bolsillos de sonantes monedas.
Regalo de cumplehoras,
se mueve entre sus brazos
el juguete mecánico de la ciudad con cuerda.

Lo alegre que está el día grande.
Para mostrar que tiene fuerza
levanta al Sol en lo más alto.

Irguiéndose en su regocijo,
le pasa revista a las torres,
y los punteros de los relojes
militarmente se le cuadran.

Aperitivo placentero.
Mi vista toma esto que pasa:

De un Liceo de niñas detenido
desembarcan contentas marineras.
Por los países de pintura
su viaje hicieron en los mapas.

Cómo ríe una colegiala.
Si así ríe en el gabinete,
se hará un jardín de los herbarios,
y volarán, seguramente,
mariposas de las colecciones
y pájaros embalsamados.

Yo también estoy tan contento
frente a la pubertad del día.
Por favor, señor farmacéutico,
no cierre aún,
espere un rato.
y véndame algo de alcanfor
para conservar mi alegría.

ESQUINA CON FLAUTA

Toca la sombra del ciego,
y sale luz de la flauta.

Brilla el filo de la esquina
gracias a la luz que canta.

Para la pena se fuma,
y el ciego fuma en la flauta.

Su canción es en la noche
una melodía blanca.

Música triste, encendida
en el final de la flauta.

(Por la noche de los cielos
se enciende la luna blanca).

Blancura de ojos y luna.
Flauta de música blanca.

La noche tiene su luna
y el ciego tiene su flauta.

Mal de oscuridad que espanta
cantando canciones blancas.

Luna que va por los cielos
como una nota de flauta.

Esquina con flauta, donde
un rayo de luna canta.

LA BELLA MUERTE

¿Y si la muerte no fuera tan fría,
ni tan negra la eternidad?
Si más bien fuera un nuevo día
con una tibia claridad.

Si fuera cosa de la vida,
la difícil oscuridad.
¿Y si la sombra redimida,
fuera la luz del más allá?

Si el temor de la muerte fuera
una incapacidad de amor,
creyendo que nuestra frontera
es el cese del corazón.

Y si las manos que deshacen
nuestra atadura corporal,
nos dieran venturoso pase
hacia un sedante despertar.

NOCTURNO DEL HUERTO

Oh nocturno olivar, oh huerto mío,
donde el alma padece,
y abre su flor de sangre entre las sombras,
mientras la noche crece.

Quien me ha dejado solo, con el alma
desnuda frente al tiempo,
como un recién nacido, abandonado
sobre las blancas gradas del silencio.

Aquí me estoy sintiendo,
aterrado de mí, junto a mi pulso.

Oigo fluir mi vida,
siento mi corazón, oigo mi aliento
y siento la congoja de estar vivo
a merced solo de mi propia muerte.

Todo podría ser en un instante.
La muerte está latiendo en el momento,
la muerte está de pie tras de mis ojos
como una torre negra en el desierto.

La muerte está en mi ser y está en la nada,
y al fondo de la voz es mi lamento.
Y está desnuda mi alma y desolada
cayendo por las hojas de mi huerto.

Y tengo la canción, tengo la vida,
pero voy arrastrado por la muerte.
Mi voz es musgo de mi propia ruina.
Soy un río ahogado en mi corriente.

Soy todo de la sombra, nada es mío.
Soy un péndulo en medio de las horas.
Oh, nocturno olivar, oh huerto mio,
siento brotar mi sangre entre tus hojas.

RONDA DE VÍRGENES MUERTAS

Venid fantasmas bellos de tempranas dormidas.
Volved desde las flores, surgid aroma arriba.
De la liviana muerte venid dulces hundidas.
De vuestra fresca muerte, muerte recién nacida.

Oíd desde las rosas. Oíd desde las lilas.
Oíd la voz que llega a golpear al aroma.
Abrid vuestras violetas. ¡Oh, sombrías pupilas!
Moved bajo la tierra vuestras frías palomas.

Cuánto amor inmolado, cuánto goce perdido,
cuánto tierno tesoro en duro mar hundido.
Cuánto beso en botón, cuánta intacta caricia,
cuánto fluido ardiente, helado sin delicia.

No puede ser. Por eso os llamo niñas tristes
hasta la blanca hoguera soplada por la muerte,
Si la sombra alimenta todo lo que no existe,
venid, venid entonces, consumidas fervientes.

Cómo está vuestra llama para siempre encendida,
vuestros puros aceites arañando en los huesos.
Cómo dejar que queden vuestras bocas mordidas
tan solo por los dientes silenciosos del hielo

No puede ser. No puede la muerte ser tan fría,
ni tan dura la tierra, habrá un profundo día,
habrá un aire, una luz, en donde estáis dormidas,
serán por fin las flores un camino a la vida.

Sí, tomad por las flores. Oíd las voces mías,
venid a esta llanura de verde y oro ardiente,
traed desde las sombras vuestra melancolía,
abrid los brazos blancos, alzad las blancas frentes.

Tomaos de las manos uniendo almendras puras,
corred, bailad, danzad libres por la llanura,
por las lomas ardientes corred como una espuma,
girad en torno mío. ¡Oh, círculo de brumas!

Girad, marfil doliente, relieve desolado,
girad en sueño lento de movimientos pausados.
Dejadme ver los tristes ojos desencajados.
Dejadme ver las últimas lágrimas que han llorado.

Quiero sufrir ahora por vosotras, es mucho
el dolor y la sombra de tanto hielo ardido.
Pobres vírgenes muertas, desde la tierra escucho
vuestro llanto de flores por el amor perdido.

VIDA SECRETA

Como la luz en su platino, vivo.
Envuelto en un metal de suaves muros.
Entre lutos de amor, semidormido,
con los ojos tendidos a otro mundo.

¿Qué aceite me separa de las aguas
de esta vida que toca mis orillas?
Estoy como un silencio iluminado
vagando en un océano de lilas.

Si pudieran mirarme me verían,
con el oído de cristal, atento
a un caracol de músicas perdidas.

Cómo me veo yo, cuando me miro
encendido entre sombras, escuchando
el paso de la luz por el olvido.

SOLITARIO DEL PASTOR

Pastor despreocupado, he despertado solo.
¿Dónde están mis rebaños?
¿Qué será de mi flauta?
Llamando en la colina más alta de la noche,
he lanzado el silbido de la vía de leche
que atraviesa el espacio.

Perdí el rebaño bueno de cariñosas lanas.
Mis ovejas livianas, blancas de arroz y seda,
venían presurosas tras de mi flauta triste.
Mi corazón para abrevarlas se volvía un remanso.

Pero yo fui el amigo de irme solo a los bosques.
a perderme internado entre sueños espesos,
a trepar, a trepar por ambición de frutas,
a dormirme cansado sin lograr las más altas.

Acaso no cuidé lo que debí cuidar,
lo que ya no era mío, lo que podía irse.
Ovejas, flauta triste, corazón de remanso.
¿Dónde están estas cosas? ¡Oh, pastor solitario!

Sin flauta no hay rebaños.
Sin rebaños no hay agua.
En todo hay una ausencia,
un anillo sin mano.

Solo, como los ases en las cartas del naipe.
Frente a un espejo terso,
parado sin hallarme.
Qué sentido abandono.
Qué pobreza tan grande.
Qué destierro de toda patria serena y blanda.
Pido asilo a las sombras.
Noche, dame tu amparo.
Pero también la noche me mira huraña, aviesa.
Y está vuelta la bruja de los sustos de niño
con el solo colmillo de su luna de almendra.