Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Ismael Enrique Arciniegas

Ismael Enrique Arciniegas (1865-1938) fue un poeta y político colombiano, figura clave en la transición del romanticismo al modernismo. Nacido en Curití, Santander, sus influencias literarias surgieron durante sus estudios en Bogotá y su relación con el escritor José Joaquín Ortiz. Periodista apasionado, fundó «El Impulso» en 1887, y dirigió influyentes medios como «La República» y «El Eco de Santander». Participó en la guerra civil de 1895, llegando al rango de coronel.

Su carrera diplomática lo llevó a ser ministro en Chile, Ecuador, París y Panamá. Casado con Victoria Schlessinger, tuvo dos hijos. Durante más de tres décadas, dirigió el periódico conservador «El Nuevo Tiempo», marcando la política. Sus defensas en la Primera Guerra Mundial le valieron condecoraciones.

Reconocido por su poesía romántica y modernista, creó obras como «En Colonia», «Inmortalidad» y «A solas». Destacó como traductor, siendo autor de «Cien poesías», «Traducciones poéticas» y «Antología poética». Su legado literario y político dejó una profunda huella en Colombia.

LAS GARZAS

Se aleja el barco. Luz de madrugada.
La aurora alumbra el peñascal sombrío,
y de garzas el vuelo ligera bandada
tiende en la quietud del río.

En sus alas la luz se atornasola,
y del oriente entre rosados velos
parecen, blancas, en la orilla sola,
un adiós silencioso de pañuelos.

A SOLAS

¿Quieres que hablemos?… Está bien… empieza:
Habla a mi corazón como otros días…
¡Pero no!… ¿qué dirías?
¿Qué podrías decir a mi tristeza?
No intentes disculparte… ¡todo es vano!
Ya murieron las rosas en el huerto;
el campo verde lo secó el verano,
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

Amor arrepentido,
ave que quieres regresar al nido
al través de la escarcha y las neblinas;
amor que vienes aterido y yerto,
¡donde fuiste feliz… ya todo ha muerto!
¡No vuelvas… Todo lo hallarás en ruinas!

¿A qué has venido? ¿Para qué volviste?
¿Qué buscas?… ¡Nadie habrá de responderte!
Está sola mi alma, y estoy triste,
inmensamente triste hasta la muerte.
Todas las ilusiones que te amaron,
las que quisieron compartir tu suerte,
mucho tiempo en la sombra te esperaron,
y se fueron… ¡cansadas de no verte!

Cuando por vez primera
en mi camino te encontré, reía
en los campos la alegre primavera…
toda esa luz, aromas y armonía.

Hoy… ¡todo cuán distinto! Paso a paso
y solo voy por la desierta vía.
-Nave sin rumbo entre revueltas olas-
pensando en las tristezas del ocaso,
y en las tristezas de las almas solas.

En torno la mirada no columbra
sino aspereza y páramos sombríos;
los nidos en la nieve están vacíos,
y la estrella que amamos ya no alumbra
el azul de tus sueños y los míos.

Partiste para ignota lontananza
cuando empezaba a descender la sombra.
…¿Recuerdas? Te imploraba mi esperanza,
¡pero ya mi esperanza no te nombra!

¡No ha de nombrarte!…¿para qué?… Vacía
está el ara, y la historia yace trunca.
¡Ya para que esperar que irradie el día!
¡Ya para que decirnos: Todavía!
Si una voz grita en nuestras almas: ¡Nunca!

Dices que eres la misma; que en tu pecho
la dulce llama de otros tiempos arde;
que el nido del amor no esta desecho,
que para amarnos otra vez, no es tarde.

¡Te engañas!… ¡No lo creas!… Ya la duda
echó en mi corazón fuertes raíces.
Ya la fe de otros años no me escuda…
Quedó de sueños mi ilusión desnuda,
¡y no puedo creer lo que me dices!

¡No lo puedo creer!… Mi fe burlada,
mi fe en tu amor perdida,
es ansia de una nave destrozada,
¡ancla en el fondo de la mar caída!

Anhelos de un amor, castos risueños,
ya nunca volveréis… Se van… ¡Se esconden!
¿Los llamas?… ¡Es inútil!… No responden…
¡Ya los cubre el sudario de mis sueños!

Hace tiempo se fue la primavera…
¡Llegó el invierno, fúnebre y sombrío!
Ave fue nuestro amor, ave viajera,
¡y las aves se van cuando hace frío!

DELIRIUM TREMENS

Llegaron mis amigos de colegio
Y absortos vieron mi cadáver frío;
«¡Pobre!» exclamaron, y salieron todos…
Ninguno de ellos un adiós me dijo.

Todos me abandonaron. En silencio
Fui conducido al último recinto;
Ninguno dio un suspiro al que partía,
Ninguno al cementerio fue conmigo.

¡Cerró el sepulturero mi sepulcro…
Me quejé, tuve miedo y sentí frío,
Y gritar quise en mi cruel angustia,
Pero en los labios espiró mi grito!

El aire me faltaba, y luché en vano
Por destrozar mi féretro sombrío.
Y en tanto.., los gusanos devoraban,
Cual suntuoso festín, mis miembros rígidos.

¡Oh mi amor! dije al fin, ¿y me abandonas?
Pero al llegar su voz a mis oídos
Sentí latir el corazón de nuevo,
Y volví al triste mundo de los vivos.

Me alcé y abrí los ojos. ¡Cómo hervían
Las copas de licor sobre los libros!
El cuarto daba vueltas, y dichosos
Bebían y cantaban mis amigos.

EN COLONIA

En la vieja Colonia, en el oscuro
rincón de una taberna,
tres estudiantes de Alemania un día
bebíamos cerveza.

Cerca, el Rhin murmuraba entre la bruma,
evocando leyendas,
y sobre el muerto campo y en las almas
flotaba la tristeza.

Hablamos de amor, y Franck, el triste,
el soñador poeta,
de versos enfermizos, cual las hadas
de sus vagos poemas:

«Yo brindo -dijo- por la amada mía,
la que vive en las nieblas,
en los viejos castillos y en las sombras
de las mudas iglesias;

»Por mi pálida Musa de ojos castos
y rubia cabellera,
que cuando entro de noche en mi buhardilla en la
frente me besa».

Y Karl, el de las rimas aceradas,
el de la lira enérgica,
cantor del Sol, de los azules cielos
y de las hondas selvas,

el poeta del pueblo, el que ha narrado
las campestres faenas,
el de los versos que en las almas vibran
cual músicas guerreras:

«Yo brindo -dijo- por la Musa mía,
la hermosa lorenesa,
de ojos ardientes, de encendidos labios
y riza cabellera;

»por la mujer de besos ardorosos
que espera ya mi vuelta
en los verdes viñedos donde arrastra
sus aguas el Mosela».

«¡Brinda tú!»-me dijeron-. Yo callaba
de codos en la mesa,
y ocultando una lágrima, alcé el vaso
y dije con voz trémula:

«¡Brindo por el amor que nunca acaba!»
y apuré la cerveza;
y entre cantos y gritos exclamamos:
«¡Por la pasión eterna!».

Y seguimos risueños, charladores,
en nuestra alegre fiesta…
Y allí mi corazón se me moría,
se moría de frío y de tristeza.

EL ÚLTIMO CANTO

Al través de las brumas y la nieve,
En el rostro el dolor, la vista inquieta,
El pie cansado vacilante mueve…
Allá va, ¿no lo veis? ¡Pobre poeta!

Sobre el herido corazón coloca
La lira meliodosa, y macilento,
Sentado al pie de la desnuda roca,
Así prorrumpe en desmayado acento:

«Ved las hojas marchitas, ved el ave,
Envueltas van en raudo torbellino…
¿A dónde van? ¿A dónde voy? ¡Quién sabe!
¡Yo también soy como ellas peregrino!

»Huyendo voy del tráfago mundano
Con el rostro en las manos escondido.
Mudable y débil corazón humano,
¡Hasta dónde, hasta dónde has descendido!

»Ya a Dios los necios hombres escarnecen
Y alzan al dios del interés loores.
¡Sus almas sin amor ni fe parecen
Nidos sin aves, fuentes sin rumores!

»Jamás la ola aunque con furia luche
Conmoverá las rocas; ¡e imposible
Que el triste grito del alción se escuche
De la tormenta entre el fragor terrible!

»La Poesía morirá en la lucha,
El destino cruel sus horas cuenta;
¡Poetas! vuestros cantos nadie escucha,
¡Sois el alción de la social tormenta!

»Yo vi en mis sueños de poeta un día
De laurel en mi lira una corona;
Hoy triste siento que en la frente mía
Un gajo de ciprés se desmorona.

»Yo quise alzar el vuelo a las ignotas
Fuentes de eterna luz, ¡al infinito!
Y hoy en el mundo, con las alas rotas,
Cual ave sola en su prisión me agito.

»Como una clara estrella vi en mi anhelo
Sonreír en mi cielo la esperanza.
Hoy cubren negras sombras ese cielo,
¡Hoy la luz a mi alma ya no alcanza!

»Huyendo el mundo y su incesante ruido,
Vengo a esta soledad sombría y honda.
Ella por siempre mi último gemido,
¡Mi último canto y mi vergüenza esconda!

»Tu muerte ¡oh Poesía! el siglo canta,
Y del campo inmortal de las ideas
El himno del trabajo se levanta
Y dice al porvenir: ¡Bendito seas!

»¡La indiferencia con su ceño grave
Me relega al silencio y al olvido!
Pobre y triste poeta ¡Soy un ave
Que al fin se muere sin hallar un nido!»

Dijo, y rompió la lira melodiosa
Do entonaba sus cantos y querellas…
Y al cielo levantó la faz llorosa,
¡Y en el cielo brotaban las estrellas!

EN EL SILENCIO

Cortina de los pilares
es la enredadera verde.
¡Cuál se amontonan pesares
cuando la ilusión se pierde!

¿Ya olvidaste la canción
que decía penas hondas?
De un violín el grato son
se oía bajo las frondas.

Suspendida del alar
lucía mata de flores.
¿Ya olvidaste aquel cantar,
cantar de viejos amores?

De noche en el corredor
te hablaba siempre en voz baja.
¡Cómo murió nuestro amor!
¡Qué triste la noche baja!

Por el patio van las hojas…
en sombras está el salón…
¡Qué tristes son las congojas
de un herido corazón!

EN MARCHA

Al distinguido poeta mejicano Justo Sierra.

Al porvenir con paso giganteo
Avanza ¡oh Juventud! ¡Sonó la hora!
Potente, de la sombra enervadora,
El pensamiento se alza como Anteo.

Los dioses ya se van, y erguirse veo
La Ciencia en sus altares vencedora.
¡Ya irradia en las tinieblas luz de aurora!
¡Ya rompe sus cadenas Prometeo!

La augusta voz de redención se escucha,
Y la Razón alumbra el limbo oscuro
En donde esclava la conciencia lucha.

¡Adelante! El combate ha comenzado:
¡Entonemos el himno del Futuro
De pie sobre las ruinas del pasado!

ÉXTASIS

Leía y meditaba. Era la hora
En que el alma en la carne se agiganta.
El sol caía en la naciente sombra;
La tarde se apagaba.

Meditaba, y mi espíritu subía,
Subía como al cielo se alza el águila;
Me asomé al infinito, y vi tinieblas,
Y me perdí en la nada.

Sentí hervidero de astros en la sombra,
Y pregunté al vacío ¿dónde se halla
Esa luz creadora que los mundos
De entre el caos levanta?

Y subía, y subía… Lo impalpable
A mis ojos abríase sin vallas;
Y en la sombra, sondando lo infinito,
Mi espíritu flotaba.

De repente la luna alzó su disco.
Brotaron las estrellas a miríadas;
Y la noche me habló con su silencio,
¡Y Dios habló a mi alma!

EN SUEÑOS

Ya aspiro los aromas de su huerto;
Las brisas gimen y las hojas tiemblan.
Cuán bella ¡oh luna! a nuestra cita vienes…
Sueña, alma mía… ¡sueña!

Herido traigo el corazón… ¿Deliro?
¿Es el canto del ave que se queja?
Es su voz… ¡y me llama! ¿Por qué tardas?
Ven, mis brazos te esperan.

¿Son mentira tus besos?… ¡No me engañes!
Ábreme tu alma y cuéntame tus penas.
¿Lloras?… ¿por qué ?… Si nuestro amor es crimen,
Crimen, bendito seas;

Traigo para tu sien una corona,
Para ensalzarte mi arpa de poeta.
Yo haré en mis cantos, alma de mi alma,
¡Nuestra pasión, eterna!

Jura otra vez que me amas, que eres mía;
Jura… ¡nadie ríos oye! ¡Nada temas!
-«¡Tuya! bien mío… ¡para siempre tuya!»
¡Sueña, alma mía… sueña!

HOJEANDO UN LIBRO

De láminas un libro yo hojeaba,
Y en un extremo de la sala, Lola,
Junto a su madre -que también cosía-
Cosía silenciosa.

De pronto «¡Watherloo!» dije en voz alta;
«¡Aquí Napoleón… éstas sus hordas!…
Lola, acércate, ¡ven! que raras veces
Se ven tan bellas cosas».

Dejó la niña su costura al punto,
Juntó a la mía su cabeza blonda,
Y de un beso el calor sintió extenderse
Por su frente marmórea.

Y mirando a su madre de soslayo,
Dijo quedo: ¡qué lámina preciosa!
Y añadió cabizbaja y sonriente:
Oh !muéstramelas todas!

LA FLAUTA DEL PASTOR

Una flauta en la montaña…
es la flauta del pastor…
la luna los campos baña…
¡Vuelve el antiguo dolor!

Esa música que viene
un recuerdo a despertar,
¡cuán honda tristeza tiene!
¡cómo hace a solas llorar!

Cogiendo en el huerto
flores una mañana la vi.
La misma canción de amores,
cogiendo flores, le oí.

Tocando, en la noche en calma,
su flauta sigue el pastor.
Llora el recuerdo en el alma…
¡Volvió el antiguo dolor!