Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Lilian Pallarés

Lilian Pallarés, nacida en Barranquilla en 1976, emerge como una figura destacada en la literatura y el arte colombianos. Graduada en Periodismo y Producción Audiovisual, con énfasis en guiones, de la Universidad del Norte de Barranquilla, Pallarés es una multifacética poeta, escritora y artista audiovisual.

Entre sus obras literarias, destacan «Ciudad Sonámbula» (Aldevara, 2010), «Voces Mudas» (Fundación Progreso y Cultura, 2011), «Pájaro, Vértigo» (Huerga y Fierro, 2014) y «Bestial» (Papeles de Trasmoz, Olifante Ediciones, 2019). Su presencia se extiende más allá de las páginas, participando en antologías y revistas literarias en España y Latinoamérica.

El periódico colombiano El Universal elogia su poesía, describiéndola como poseída por imágenes y metáforas que exploran el cuerpo, el deseo, el amor y la muerte, revelando así el mapa emocional del Caribe.

Pallarés no se limita a la palabra impresa; como artista audiovisual, fusiona poesía con danza y música afrocaribeña. Su espectáculo «Afrolyrics, una historia de amor y tambor» ha llevado su expresión artística a escenarios europeos, mezclando poesía, narrativa oral, danza y tambores afrocolombianos bajo la dirección de Daniel Aguirre.

En colaboración con el poeta y artista neozelandés Charles Olsen, Pallarés dirige la productora audiovisual y literaria Antenablue ‘la palabra vista’, y co-lidera el juego poético en línea Palabras Prestadas.

Reconocida internacionalmente, Pallarés fue seleccionada entre los diez mejores escritores jóvenes de Latinoamérica por About.com en Nueva York en 2011. En 2017, recibió la distinción «Poetas de Otros Mundos» del Fondo Poético Internacional, consolidando su lugar como una voz singular y relevante en la escena literaria contemporánea.

ALMANACER

Soplo de luz con belleza viajera.
Paisaje índigo que no ha nacido ni muere.
Dorada luciérnaga colgada a un hilo de plata.
Semilla fluorescente apacible.

Parpadeos de eternidad desnuda.
Vals de una estrella menuda.
Agua del silencio.
Negro suspiro.
P O E S Í A
Alma na-ser

AGUARDIENTE

Ni el pudor,
ni el calor del verano me quitan estas ganas.

Quiero llamar a cada uno de mis amantes,
invitarles a mi casa, que vengan en fila india
con las palabras no dichas y los besos no dados.

Sentarnos a beber aguardiente,
a compartir mi fiebre,
y como buenos amigos
brindar por los sudores y las camas revueltas,
contarnos las infamias y escuchar
canciones que en verdad duelan.

Amarnos sin planear la próxima venganza.

ENTE

Sangre verde fluorescente,
las venas
sabia corriente,
flujo viviente.
El golpeteo del aguardiente,
el corazón,
tierra efervescente.
Gota a gota la naturaleza
se vuelve silente, silente, ente..

COMPASIÓN

Veo llorar a la niña que fui.
Está esperando en la cocina a que su madre llegue,
mientras borracho su padre escucha rancheras.
A oscuras, estrenando su ropa del siete de diciembre, sabe
que no encenderá las velas ni jugará a las chispitas mariposas,
que cuando la canción acabe tendrá que poner otra
y servir un trago más de ron.
Por eso
a escondidas, detrás de la nevera,
sin que él la vea, prueba un sorbo.
Cree así mitigar el sufrimiento
de quien se siente cómplice.
En su corazón sabe que su madre no volverá.
Quiero abrazar a esa niña y secar sus lágrimas.
Pero ella tiene que ser fuerte
y mantenerse en pie toda la noche
hasta que la cabeza de su padre caiga al suelo.

OMBLIGO

Inventé soledades que crecieron como hierba
fresca en mi ombligo,
árboles para moverme como serpiente milenaria,
excusas para llegar a tiempo a mi encuentro,
mapas hechos a base de espejos en mi cuerpo.

Inventé un laberinto de líneas violetas para seguirlas,
espacios en blanco para llenarlos de divinidad,
aire por el que evaporarme,
lunas que ovulen mi espíritu,
ríos caudalosos,
vaginas de la mujer bendita que hace crecer los campos.

También inventé sonidos chamánicos
para escuchar la voz del indio sabio,
esencias rítmicas que aviven mis ancestros ,
desiertos para habitarlos, cielos en la tierra,
cielos en el infierno.

Inventé movimientos que se funden con el agua,
olas que son caderas de mulatas absorbidas por la arena,
lágrimas que fecundan la tierra virgen,
fuegos invisibles que no
me queman, pero que me elevan.

Inventé muertes para vivirlas,
vidas para perderlas en un suspiro
…Allí me encontré,
naciendo en mi ombligo.

CABELLOS DE LUNA

Tengo los cabellos enredados en las pupilas,
como ramas de árboles en otoño que se sacuden en la nostalgia del atardecer.

Los tengo abrazados a la cintura, al igual que un ombligo al existir más inocente,
síntesis de ese primer llanto de respiración y libertad que se exhala con la muerte.

Son cabellos con nudos azucarados, solares y enraizados a su tierra.
Cabellos de palma, agua de coco y oleaje perpetuo.
Cabellos marinos, afrodisiacos y de algas flotantes.

Tengo los cabellos aferrados a mis ideas, a mi universo de palabras
y versos de amaranto.
Se marchan con el viento cuando la danza los incita a confundirse con la lluvia.

Son cabellos con secretos dionisiacos, ondulantes y noctámbulos.
Cabellos solitarios, de música triste y melancólica fotografía.
Cabellos de barro, ceniza y semilla.

CUERPOS DE AGUA

Cómo decirte que no quiero
si mi boca lo grita con las voces de Neptuno.
Con esa fuerza onírica que hace derramar mis ansias
en la agitada noche de los cuerpos de agua.
Cuerpos de agua
Cuerpos de agua.

Este instante profundo que anhela el deseo
de morirme contigo en los ojos de una lechuza,
enreda mi piel en el murmullo de tus cabellos,
de tus dedos, de tus sueños.

Soñarte es soñar con los actos creadores,
con los roces más sensuales de tu ambivalencia.
¡Tanta franqueza!
¡Tanta irrealidad!
Contienen mi aliento en la sublimación de una caricia.

Es imposible, sí, es imposible.
No puedo evitar dejarme arrastrar
por las innumerables Islas estrellas
en las que tu mirada húmeda implora la
lagrima que la lluvia desata.

ZUMBIDOS

Los veo venir desde la arena ardiendo,
hipnotizados por el mar,
aleteados por el viento.

El horizonte los vuelve ínfimos
en la distancia que desnuda al cielo.
…y quedan suspendidos en el lento agitar del tiempo,
como remo al agua,
como pez a la atarraya vaciada en las noches de tormenta.

Los veo alejarse en el azul que despierta verde,
en la línea cristalina donde se funden sus pieles negras.
Van y vuelven como las almas que nunca mueren,
como el sabor salado después de comer pescado.
El picor, el ardor, la rasquiña con salitre y mango.

Los siento zumbar, sus sombras vuelan,
son nube negra.

CARNE EN EL ASADOR

Roja es la carne en el asador.
Arde el silencio.
Se queman los nervios en su salsa picante
y el hombre es el cuchillo que atraviesa el deseo.

Rojo es el instinto y la lengua.
Roja es la carne en tus dientes.
Mastica,
mastícala,
mastícate, que eres carne viva.

VIENTO SOPLAO

Ser volador,
invisible,
que abraza el todo,
el vacío,
la nariz redonda y los astros sinfónicos.

Dame viento a carcajadas,
dame viento guiñándome el ojo,
rozándome la espalda,
cantándome una nana.

Sóplame arena al oído,
que mis cabellos se expandan como cometas.
Sonríe pequeño,
vuélvete grande.
Espárcete como hacen los huracanes

Dame vida,
dime un secreto aire viajero.
Respirémonos cerca
y seamos aquello que desaparece.

AROMAS DE LUZ

Son los aromas ensordecedores,
los silencios visuales,
El sabor a mar, el sabor a menta,
Los colores y formas inexplicables.

Los suspiros vagabundos, los miedos y esquizofrenias.
La mirada intrigante que no escapa de las trampas.
El teatro de un hombre sentado en la butaca.
La hoguera ardiendo detrás de las palabras.

Tal vez son las depresiones, las angustias y el desconcierto.
Los enemigos y los opuestos.
O quizá,
los compases de la espera que rompe los cristales.

Son las bendiciones y maldiciones que inventamos.
El despertar salvaje de los océanos.
La lágrima que humedece los desiertos y alimenta los mares
La canción desconocida que se canta muriendo.

Es temor.
Es ira.
Es ficción.

Son invisibles.
Son pieles que huelen a tierra.
Amores que se unen
cuando el sol aparece

LA MUJER SEMILLA

Cuentan que por la noche sale a rondar los campos. De sus maracas brotan ríos de agua dulce y en su cadera un golpe de tambor endiablado.
Tiene pie bravo y mirada esquiva, y la piel recubierta de arena mojada.
Desnuda sube a lo alto de la colina, cantando la canción que le susurra el viento, y cuando la luna despliega su larga pollera blanca, acaricia su vientre fecundo hasta que el sol la esconde de vuelta en la profundidad de la tierra.

AGITA FLAMENCO

Con las uñas largas pintadas de rojo,
te espero.
La fina y sutil salida.

El afilado índice señala la ventana.
Es tarde
y la ciudad no tiene piedad.

Soplo el cristal,
creyendo que así se esfuma el demonio,
más sigue vivo, deseando devorarse en el polvo.

Adentro la música suena.
Es flamenco sensual y ligero.
Danzo en sombras proyectadas
en el techo que se rompe.
La humedad y sus grietas,
mapas de un silencio enorme.

Embrionario el movimiento,
el ritmo.
¡El zapateo repica decidido!

Malecón del pecho,
el olvido
como algas en los mares.

Llora la guitarra y con ella lloro yo.
Sonido de cuerdas que dilatan las almas.
Lamento gitano.
Palma soy.
Línea que une el aire, el cante y el baile.

SAMBA FUGITIVA

Ojos de estimulante café,
sonrisa de piña,
piel brillosa, mulata y poderosa.

Barba con espinas de algodón,
arrugas de sol
y cintura fina para sacudirse en la pulpa de tu vientre.

Se tu baile y te intuyo.
Léeme, lámeme y escríbeme.
Conóceme y sintetízate.

NO DUELE NADA

No duele nada, porque nada existe,
sin embargo, duele todo,
la última hebra de mi cabello,
el hilo suelto de mi vestido,
el poro reseco de mi piel.
Duele el aire, el piso, mi almohada,
me duele la resistencia,
me duele hasta el dolor de la presencia.

Me duele el vientre de mis antepasados,
la pesadilla que nunca sueña,
el cuadro desbalanceado de la esquina,
la primera cana de mis ideas,
la amnesia de los recuerdos.
Me duele la fatiga,
me duele el hambre,
me duele fastidiarme.

Le temo a las ausencias que me distancian,
a mi resequedad y a mi histeria;
al vino de esa vieja botella,
a las intensiones y a las palabras.
Es esto lo que me condena a sentarme en el banquillo
de mis emociones.

Me duele estar sin mí,
me duele Dios sin ti,
el limite místico de la razón.
Me duele la sangre, la carne y el alma,
los huesos que lame el perro,
la hormiga del cenicero,
la inexactitud de las mentiras.
Me duelen la tierra y sus gusanos.

No duele nada, pero duele todo,
el sonido de los sordos,
la garganta del difónico,
la mirada de los ciegos,
la luna moribunda,
el infarto de los invisibles,
el agua hirviendo, la humedad latiendo,
mi sensibilidad escupiendo.

Le temo a la malicia de este poema,
al teléfono, estafa que condena,
le temo a la noche de los susurros,
a la cicatriz descosida, al morbo y a la adrenalina.
Temo extrañarme hasta acabarme,
temo escapar de mi y de allí.
Es esto lo que me libera de ser mi propia trampa.