Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Tomás Lago

Tomás Lago (Chillán, 22 de septiembre de 1903 – Santiago, 2 de abril de 1975) fue un poeta, investigador y gestor cultural chileno. Fue pionero en la protección y difusión del patrimonio cultural en su país, es conocido como el «profeta del arte popular chileno», según palabras de Nicanor Parra.

SOMBRA PARALELA

Corre el tiempo velozmente
como si ocho caballos lo arrastraran
al lado de la frente en lo informe donde
las escamas del sueño acrecienta entre si
debajo de su sombra cuya tela ha tejido
de estigmas corazones muertos polvo funerario

Los enemigos del otoño
llevan un color verde en los hombros
sí, como los soldados,
su trozo guarda a lo lejos el natalicio del tiempo

Vuelve vuelve a tu mitad desprendida
tiempo olvidado vestíbulo amoroso
tu parte rigen pálidas tus cifras metales
que se alimentan de puntos y rayas rojas

Lo rápido lo inválido lo pequeño
lo que se aproxima a no existir
ay, el invierno su pezuña negra.

POEMA

Ahora bien, cinta exclusiva, obstáculo melancólico.
mi pobre alma está sombría
como si fuese tu nombre la palabra
perdida que a veces interrumpe el sueño.

He aquí, lejos de todos, a través de caminos forzosos.
bajo palios de hojas ateridas
en la marcha sin objeto más allá de las landas.
Te escribo estas palabras para que no me olvides.

Sólo con mi triste corazón acongojado
canción de los antiguos poetas que decían «doquier»
y sabían el nombre de todas las flores,
niña mía, sin los compañeros alegres.

Va en mi reloj tu retrato, estoy alegre sin embargo.
tan distante, ¿qué podría decirte para acercarte a mi?
rodearte de palabras sin exactitud,
con ellas puedo sin duda anticipar la noche.
Entonces en la lámpara, mariposas nocturnas
traen la presencia de un muerto querido.

En las márgenes del Boroa, en la estación de los ulmos floridos
saltando el alto sueño de los cazadores y comparsas
de estrellas victoriosas.
Tarde vigilo, liberto los vientos, le prendo fuego a los árboles;,
yo soy el que puso nombre a todas las cosas.

He aquí lejos de todos en las montañas del Sur;
¿qué más puedo contarles, amigos míos?
Compañeros, aquí está mi abrazo de siempre,
inútil como un anillo vacío.

LA HIJA DE LA NOCHE

El baile de los sifilíticos las largas torres cruzadas
la noche consiste en mi color preferido
a la sombra de los telescopios que la tenían entre sí
hoy inclinada como un cabello dulcemente
rodea la pequeña cruz de un pájaro cayendo
circunscribe afanosa una flor de dobles pétalos
como una dócil mancha de agua desanimada
al borde de mi memoria está al punto de zafarse.

Es lo mismo que otras veces la traía prontamente
que hoy hacia otra parte se la lleva
se va con ella todavía el alma está entreabierta y húmeda
adiós adiós era la hija de la noche
el alto en que las estrellas pálidos fulgores lanzan.

Entonces la perseguida brisa marítima
decapitando los pesados racimos de flores
de un árbol el árbol verde del hilan-hilan
galope de cuadrúpedo sobre el olor de las umbelas
venía hasta ella y le decía mañana estaremos muy lejos.

Canta su voz dormida quiero una bebida vigorosa
oir tranquila la música terrible del mar
todo está muy obscuro pronto estaremos lejos
oh costa azul veraneantes sin sueiio.

Pero el que no sabe donde alienta el corazón por el cual suspira
que sólo lo siente a través de velos impenetrables
en todas partes con constancia ese ha perdido su alegría
y la noche cae a sus ojos llena de lanzas blancas
una sombra herida corre detrás de los viejos trenes nórdicos
observatorios sin vigilancia ahí torres momentáneas
desdibujadas declinantes yo las nombro como si partiera
adiós adiós adiós era la hija de la noche
con su estatura de miel silenciosa.