Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Malú Urriola

Malú Urriola es el seudónimo de María de la Luz Urriola González, una poeta, guionista y académica chilena nacida en Santiago el 9 de junio de 1967. Su obra poética se caracteriza por su intensidad, su lenguaje directo y su exploración de temas como el amor, el erotismo, la identidad y la memoria.

Su vocación literaria se manifestó desde muy joven, cuando empezó a escribir a los 14 años. A los 19 fue becada por el taller de la Fundación Pablo Neruda y a los 21 publicó su primer libro de poemas, Piedras rodantes. Desde entonces, ha publicado otros cinco libros de poesía: Dame tu sucio amor (1994), Hija de perro (1998), Nada (2003), La luz que me ciega (2010) y La noche en el espejo (2016).

Su trayectoria poética ha sido reconocida con varios premios, entre ellos el Municipal de Santiago y el del Consejo Nacional del Libro y la Lectura por Nada en 2004, y el prestigioso Premio Pablo Neruda en 2006. Además, ha participado en diversos proyectos de difusión y creación poética, como Poesía es +: Lectura de poesía desde globos aerostáticos (2002), junto a otros poetas y artistas visuales, y La luz que me ciega (2010), una obra multimedia de fotografía, poesía y videoarte que fue expuesta en la Bienal de Venecia en 2015, junto a la fotógrafa Paz Errázuriz y la artista visual Carolina Tironi.

Malú Urriola también se ha dedicado al guion cinematográfico y televisivo, obteniendo un máster en guion en Madrid, España. Ha escrito guiones para largometrajes, series y telenovelas, como El chacotero sentimental (1999), Los simuladores (2005-2006) y Lola (2007-2008). Asimismo, ha incursionado en el teatro con obras como El último beso (2001) y La noche del accidente (2011).

Actualmente, Malú Urriola es profesora residente de la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile y profesora del Taller de la Fundación Neruda para jóvenes poetas. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués, y ha sido invitada a diversos festivales y encuentros literarios nacionales e internacionales. Su voz poética es una de las más originales y potentes de la literatura chilena contemporánea.

GATOS

I

Los gatos chicos a veces mueren
apretados en el hocico de una perra
y parece que juegan
y mueven la colita
pero se están muriendo.
Hacen globitos con la sangre
mientras la lengua arranca
y un sol lúdico tironea su sombra.
El gatito se inclina
proyectando desde los ojos
una noche que se desmenuza
que cae en pedazos toda roñosa
y el cucho reventándose
trata de alcanzar un sol que se inclina
que cae en una noche pataleante
entonces hace como si se ahogara
mientras fermenta la noche
en un día lleno de sol
que cae duro en los techos
en sus ojos vidriosos
y el gato es extinguido
sacado fuera de lo real.

IV

Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cecil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas –tú sabes de qué–
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú una raja, qué te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo,
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga

XI

Lo estropearon todo, baby
y te bailas un rock de malas ganas
porque ellos quieren verte
reventar de noche
ebria
sin hablar con nadie
y de día se lo pasarán pateando gatos
es entretenido verlos pavonearse
con sus chascas y ropitas excéntricas
pretendiendo volver al divino tesoro
qué va, son iguales a los demás
las grandes lumbreras del mundo
devorando ratas en las bibliotecas
bebiendo de noche en algún bar snob
de algún barrio snob
y salir snobmente borrachos
trágate esa vaga sensación de techos
despoblados, pendeja
y ve a emborracharte hasta que revientes
con tus amigos oligofrénicos
a quién le importa
que el último gato gris se aleje
en medio de los cachureos del techo
y que a lo lejos Bob Dylan gima
“like a rolling stone”.

XII

a angélica saldaña

Hace tanto tiempo, querida amiga
acá los poetas mienten
y tus ojos son ya
un par de gorriones que se fornican
no sé dónde
reniego de la poesía
y todas esas vanalidades
la mistral ha muerto
neruda ha muerto
lihn ha muerto
sólo quedamos los necios.
Recuerdas cuando nos emborrachamos
amparadas por una chimenea medio loca
tú, estás allá ahora, recordándolo todo
con un suave dejo de melancolía
la puta melancolía que has guardado
largo tiempo en el anonimato
y un sol turístico cae
sobre tu rimbombante isla en el Mediterráneo
mientras acá el sol pega
sobre cientos de cabezas hastiadas.
Ah, querida mía
los seres somos tan maleables
de ahí la distorsión a la que Hugo
intentó someter el alejandrino.

Santiago en ruinas

No necesito nada más esta noche,
No quiero oír viejas anécdotas de poetas.
No sé si veré el futuro, si al menos
lo veré pasar por estos ojos.

Espero en la única gloria de los castrados.
Me abandonaré al silencio,
como un criminal abandona las armas y el placer
de la sangre.

Me perdí en Buenos Aires, ebria, me hallaron en un Bunker,
bailando en medio de travestis, un hombre pensó que yo era
un muchacho, salimos a la calle a tomar unas cervezas, me
habló de su amado por horas, me dijo que lo golpeaba, que
cuando quizo matarlo él le beso su trasero, luego habló de unas
luces que ve al cruzar la calle de San Telmo, un viejo barco que
lo llevó una noche a un extraño lugar.
Deslizó su mano hasta tocar la mía.

nos parecíamos a una breve imagen del abandono.

Cuando quedo a solas, en la oscuridad de este apartamento,
la silueta de una mujer cuelga del cuello, ya no puedo hacer lo
que me pides, no puedo escupir aquello que mi locura ha
abandonado.

Cógeme del pelo, no evitarás que estrelle la cabeza contra la
muralla, éste es el único y regio fin del estrellato, estrellar la
propia estrella, raspar las cáscaras de la pared con la boca, no
puedes perderte esto…

No puedes dejar de ver el fondo de este pozo.

De Cadáver exquisito

Después de unas copas de vino,
y de esta vaga sensación de estar zozobrando
entre los días, pagamos la cuenta y salimos del bar.
La luna tenía la burlona sonrisa del gato de Carrol.
Al subir a su auto preguntó ¿Dónde vamos?
Al mismo infierno dantesco -pensé- pero le contesté con otra pregunta.
Así es que después de hablar de su jefe, del mío, y las horas extras regaladas a otros bolsillos de otros aromos -que comenzaban a reventar amarillos en esas muertas calles del barrio alto, cercadas con corriente-
Dejamos que la silueta de la cordillera recostada sobre la noche,
nos colgara en mitad de la boca una sed imposible de saciar.
Y a intervalos dormimos, y nos volvimos a besar infernales
hasta que amaneció.
Fingí dormir hasta que despertó, o fingió despertar,
y entonces -como si fuese a decir aquella palabra
innombrable, pactada en el terror del silencio-
dijo, ojalá que gane González.
Cuando llegué a mi casa, el vecino mientras barría la calle,
me contó que González ganó la medalla de bronce.
Desde esa soleada mañana, jamás volví a saber
qué diablos fue de su vida.
Ni quién, carajos, era González.

La poesía es una ilusión óptica

Al lado del carril de la vida pasa el futuro alocado
Los sueños que vimos naufragar florecerán para otros,
y caminarán como nosotros entre la jauría,
y postes esqueléticos de luces que se apagan
y conocerán de esperanzas tratadas a puntas de pies,
y la flor de la pregunta
cuando llueva y haga frío,
les florecerá de pena
y en el aire se dejará oler fresco
el aroma de las murallas mojadas del alma
La vieja historia de nacer soñando y morir
con el rabo pelado
¿Te acuerdas de cuando el horror se apoderó de nosotros,
y el silencio tenía un sonido de botas miserables?
Escuchábamos a Charlie Parker,
recitábamos de memoria a la Mistral
y nos reíamos de nuestros necios congéneres.
La vida que pasa segura sabe que sobrevivimos,
Por eso nos sentamos a ver brillar el cielo
y toda su orquesta de vidrios