Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Vladimir Herrera

Vladimir Herrera, un alma poética nacida en las tierras de Lampa, Perú, en 1950, emerge como una voz inconfundible en el panorama literario hispanoamericano.

Desde su debut con «Mate de cedrón» en 1974, Herrera ha tejido un tapiz de versos que trascienden fronteras geográficas y culturales. Sus andanzas por Lisboa, Roma, París y Barcelona han impregnado su obra con la diversidad y el color de los paisajes que ha recorrido.

En Barcelona, ciudad de acogida y creación, Herrera fundó la editorial Auqui, un santuario para las letras que ha dado vida a las voces de destacados poetas como Emilio Adolfo Westphalen y André Coyné. Su labor como editor se entrelaza con su pasión por la poesía, reflejándose en revistas como Trafalgar Square y Celos, que dirigió junto a luminarias literarias como Enrique Vila-Matas y Cristina Fernández Cubas.

La influencia de Herrera se extiende más allá de las páginas de sus propios libros. En 1980, una beca del Instituto Nacional de Bellas Artes de México lo llevó a sumergirse en un taller de poesía bajo la tutela de Tamara Kamenszain y Alberto Blanco, enriqueciendo su visión creativa y su destreza poética.

Su obra, que abarca títulos como «Del verano inculto«, «Pobre poesía peruana» y «Poemas incorregibles«, es un testamento de su compromiso con la palabra escrita y su exploración de las profundidades del alma humana. Recientemente, su obra ha sido reeditada, recordándonos la perenne relevancia de sus versos en el paisaje literario contemporáneo.

Herrera, ahora residiendo en las majestuosas montañas del Cusco, sigue siendo una fuente de inspiración y asombro para generaciones venideras de poetas. Su legado perdura en cada línea escrita, en cada suspiro de emoción que sus poemas evocan en los corazones de sus lectores.

Cunilinguo

¿O será como cabras
y carros que se comen de una sola amapola?

Martín Adán

Ha de ser como una llama que se dice quieta,
No como el rigor, señora, o como una urna en
El calcinado esplendoroso carmesí, sujeto
Del deseo, sometido joven aún a las hurgaciones.

Suscitada por el deseo ha de ser la lengua,
Su inverso cono de luz, su seno recordado, solo
La pura lengua de plumas y saudades revestida,
Celebérrima, y los glúteos severamente azotados
Con arena, y el viejo figurín en la ventana
Tras el cual un otro sexo habrá de levantarse
En brillo y desmoronado será en parte como
Cuando desea un santo de su cuerpo su verso
Emocionado.
Las economías, en suma del Poder, y
El poder hacerlo de espaldas hígado y riñones
Afuera, pero sombra de naranjos y también
Fritilarias, acudidas todas a la intimidad
Constelada en que se pee y se bufa domesticando
El verano:
Los besos que en las verijas tendrán
Que olvidarse, como la lengua serán en sí
Recordados:
Unos cuartos de luna lucientes
Para la sandalia del agua más pura al pisar
Dos ríos orondos las algas, la fiebre y el costado.

DECIRES DEL DESEO LEZAMA

A Miriam de Maeztu, sagitario.

El cielo pulcro sobre la diamantina, la mar untuosa
Vana para los ojos honorados, el dicho del cielo pleno
De una rosa copiada en su esfera manida, su celosa.

La mar vagorosa de faldas en lejanías frutecida,
No recobrada a la hora de las izadas iras de amor,
No sombra repelida por la gracia o la materia fina
O la por fin trocada de corazones agua binaria
Del gesto encalado. Estilo de Arquero, sí, tesón,
Arrechura envenenada. Y para acabar con la risa,
Tu oscuro cuerpo de señora enfrentándose a los vellos
De estas que son manadas, recuentos de un solo desconsuelo,
Y artes del instrumento que son hechizos
De la flama erecta para el mejor lector del hígado etrusco
Bajo la luna elefantina de los restos y la retórica
Del mar con sus arenas locas su lustre y sus envelados.

Sagitario friolento acomodado en su ballestera, moderno
En los usos, y el los sudores del vellocino malcriado
Verboso lerdo que apunta al mar su flecha enmielada,
Sólo su cola se salva en rigor de la cuaderna vía,
Retruécanos de aspirar suntuoso poesía para el revuelo,
Talidad, omnímodo hueso, criatura perenne en la marquesina.

ARTE POÉTICA

Industria de yambos
Mambo de mierda y cinturas de papel
Fiesta de la caída
Travesaño
de la cadera que se tuerce
que haga agua por detrás;
O sino
Vainilla y desinfectantes
a media tarde
y té.
Pobre culo de fresas
Nadie habla desde el culo almendrado
de las fresas porquesí.
La gran puta poesía cocina de su muerte
y la sirve
al día de escribir:
El verano nacarado
y las sombras del verano
en el sartén de palo;
Hueveo triste y simple, la salvajada de escribir
Agotando, celebrando, confundiendo
deshojando margaritas
pateando la misma puerta

GÓNGORA LUNAREJO EN OBLICUO

De hojas enteradas el estío; de rosas el estrambote
del soneto; de claves el estilo del viento: un ulular
como una daifa estibada y en la senda la hondera
hiperbólica dama cortesana ramera de honor testigo.

Góngora inaugura una puerta de bronce con escarapelas
de su risa, diseña un árbol celeste en su caída.
Su fe se repite umbría en el salón boreal, y su desdicha
como el espliego que oculta en parte la ventana
adorna ansina la casa del novilunio; en ella la cama
reminiscente del alba, la cama imaginaria drapeada
en su extrema inmovilidad, como su método al pie de una
montaña permanece. Piensa un viento impersonal atrapado
en su trama en el azur transparente de extremos
condenados
a la ebriedad: Alma del Lunarejo, amor que se topa en el
almiar con amor bosquejado de burra blanca si no
cabecera
de flores defendida en latín de los rebaños que fueron
sino venturas del estanciero y señas del ángulo errante.

DEL VERANO INCULTO

Mañana extremada muerte demora ala de sombra
En ojos de Rubén huido
Sangre estrepitosa en retórico rosal oscuro
Demora acicalado bardo con gato de carbón y radio
Vacía madre en el labio de luz de la glorieta
Abuela del tiempo reposa su Imposibilísima Forma

Montaña medieval también erótica y sofisticada
Ajena de instruido mar en alazanes de mirada sola
La pericia es la del ser que a la del ser amado teme
Rubén huele irisada playa de tinturas en el lecho
Mientras fuga de la trenza por agujas
A delicias concubinas de la guerra
De la jocosa estrella que ha girado y se retoca
En lo que vuela derruido hacia el aroma
De corazón en feble corazón ignorado
De sombrero en sombrero azul para saeta
Melena de viejísimas horas
A la vanidad de lo sensible devueltas
Máximas horas de Rubén en celo Sombrero y Viento
Bajo sol del Verano Inculto
Nieve de Europa interpreta el Paquidermo
Aucells porque Europa es el mundo
Rimero de finísimas letras escamadas
Mozart como la muerte de los bañistas al pie de la ventana
Ojos de revocados mares y laminadas lágrimas de risa

Ya entonces Poesía era oscura como nada

POEMA

“Cada uno cuide de su entierro que imposibles no hay”. Frase
póstuma de Quincas Berrido Dagua según Quietaría que estaba
a su lado.

Jorge Amado

No nací para le guerra
ni el amor,
Y los ojos no fueron estos días
yemas adoloridas,
Ni siquiera la locura invadió mis sembríos,
Y no canté, ni escribí, ni leí.
Algún momento atiné a dormir sobre mí,
sobre mis tardes,
Algún momento moví la cola como un perro
y fui feliz
riéndome
sin ocultarme.
Pero no subí a las tribunas, ni trabajé
ni mantuve a mi mujer, ni tuve unos hijos;
Sólo El Canto de la Fragua fue conmigo
el amor repleto de peces muertos
y solamente permanecí desnudo ante la lluvia
que muere tras los espejos ;
Y solamente yo
Ebrio
Sin haberme movido de esta tierra
con flores que viste o arruma el frío.

ESCENA

Todos tienen su mujercita
La más triste pobre y sucia mujercita
Pero la tienen y la mantienen
Y la muestran en la calle o la ocultan en la casa.
Muchos se casan y son hijos o padres o esclavos
Otros buscan otra mujer siempre
y van solos de negro en las procesiones
o llevan flores en la solapa
y saben que la procesión va por dentro
O hacen anotaciones en libros grandes como plazas.
Son poetas. Escriben poemas
Y tienen y no tienen su mujercita /vaya derecho,
En cambio los que se van, los que todo el año
miran el rostro de las muchachas
los que sin alharaca parten,
Los que no tienen una pálida mujercita en la cocina
– porque después de todo no tienen nada –
Esos, los poetas de marras los aquelarres, están solos
Aquéllos
Sólo tienen la boca de la reina Victoria para besar
para morder
y la muerden
pero viven lejos de su reino
deseando.

RICHMOND 303

No
Fue
Por el asunto ese
De la cocaína
Sino
Puro
Miedo
De que fuera tan linda y pulida
y tan sola
Y vacía como una lámpara de Kerosene
de 1930
Que tuve que abandonarla.
(o en honor de la verdad: dejarme abandonar)
Mi drama (mientras le metía la lengua)
Es haberle querido explicar
En qué consiste la revolución en estos países
O pretender
a costa del amor
a costa del mar asediado
Una conversación en el aire alborotado
evaporándonos,
Pretender soñar en una playa ciega con alguien
junto a la hija de un diplomático inglés,
Mirarme
en ojos que en última instancia fueron
mi propio vacío

POBRE POESÍA PERUANA

Westphalen tirita entre las horas
de su felicidad de nuevo librado
a la sombra de una rosa grande

Le priva el viento retinto
de su habitual noción
La memoria ladeada por el sueño
El viejo surrealista y la felicidad
meando de puntillas en los vínculos

Sin embargo el viejo sabe como
sobraba en cabeza de obsidiana
la afanosa sombra de la rosa
que ya no quiere caer

Y alcanza el peso del iridio
le estira de ese corazón
su memoria
a sus ángulos le obliga
a su figura leve como una manzana
de yodo más contraída que un astro
Lenta estocada en su cristal

(Pero el viejo ordena sus manos
mercurianas limpias calidades de iridio
como en vitrinas de ciudades áureas
Que en celadas de un vestido blanco
La talladura tiesa de admirados apetitos
Sólo una escena sencilla
Del libre en su dominio amado)

Allí practicaba Lezama
El arquetipo su agitación de ciego
Allí pisaba el polvo de su amadora senda
Alto en un patio de voces
Que han invadido las llamas
La arcilla de las hadas
El árbol de Ayacucho
Más aún que el árbol de la voz herida
Tibia como el cuerpo recogido
La flor del latido
Del mar de las grandes migraciones
Como el compás de un eclipse
El viejo y su cuchara de lata
Las olas del lienzo
mojando el bazar oscuro

Vencidas del rumbo permanente
Cambiadas
Por huellas del fin en las espumas
En tránsito a su enamoramiento quieto
Aún todavía compás de eclipse
El viejo de la rosa grande
Toda exageración y cumplimiento
Toda consumación de constructor
riguroso
El viejo surrealista peruano
Donde eran de magnitud la rosa
Y la evaporación de naves
Más todavía que un trígono
Propicio en la desesperanza
Destino de cuyo día y obra
De cuya felicidad mayor
nimbos truenos son
de su alegría fosca
Usando mar causando alivio
Como vuelo o escama
de la saliva en el beso
El vientre harto
Precoz que te oye
Pasar hoy
Silvando espejos.