Poetas

Poesía de España

Poemas de Ramón de Campoamor

Ramón María de las Mercedes (Pérez) de Campoamor y Campoosorio (Piñera, Navia, 24 de septiembre de 1817-Madrid, 11 de febrero de 1901) fue un poeta español del realismo literario.

Para tu boca

Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.

Mintiendo sombras del bien,
en ella el mal se divisa,
por lo que juntos se ven
ya la apacible sonrisa,
ya el enojoso desdén.

Y en los senos abrasados
engendra con doble holganza,
o con tormentos doblados,
cada risa una esperanza,
cada desdén mil cuidados.

Cual las conchas orientales
en tu boca, y por vencerlas
muestra en riquezas iguales,
cuando desdeña, corales,
y cuando sonríe, perlas.

Y si con sombras de bien
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.

Si a mí su rigor alcanza,
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.

¡Bien haya la dulce boca,
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!

¡Oh, bien haya cuando ufana
dando enojos a la rosa,
muestra su cerco de grana,
fresca como la mañana,
como el azahar olorosa!

Y si acaso dulcemente
suelta plácida congojas,
ya es el rumor del ambiente,
ya el susurro de las hojas,
ya el murmurar de la fuente.

Si alegres sones respira,
las aves del prado encanta;
y si a vencerlas aspira,
con las que gimen, suspira;
con las que gorjean, canta.

Tu miel, aroma y colores,
rinde en amante oblación,
flor, ante cuyos primores,
mustias é inútiles flores
las flores del valle son.

El néctar más regalado
deja que de amores loco
beba en tu labio abrasado;
para una abeja es sobrado
lo que para muchas poco.

¡Mas ah!, que vertiendo quejas,
me esquivas tu dulce miel;
en vano de una te alejas
si ves que miles de abejas
poblando van el vergel.

¡Ay de la rosa encarnada,
que en su seno de carmín
niega a una abeja la entrada!
Tantas la acosan al fin,
que queda sin miel, y ajada.

¡Ay de las cándidas flores,
si alzan su capullo tierno
del estío a los ardores!
¡Ay del panal si el invierno
lo hiela con sus rigores!

Dame los gustos sin tasa,
pues ves que el sol estival
las tiernas flores abrasa;
mira que amarga el panal
cuando de sazón se pasa.

Ríndete a mí placentera:
no te rinda con agravios
de abejas la turba fiera:
que herir esos dulces labios
herirme en el alma fuera.

De ese tesoro las llaves
dame, y sus dones ardientes
libaré en besos suaves,
sin que lo canten las aves,
ni lo murmuren las fuentes.

Canción

A la gloriosa memoria de las víctimas
del Dos de Mayo de 1808.

El sol sus alas replegó luciente,
y la noche callada el manto oscuro
en luengo cerco derramó sombría.
Vierten los astros su fulgor doliente,
y entre las sombras se destaca puro,
remedo incierto de la luz del día.
¡Tal de la suerte mía
la luz brilla insegura
entre la niebla oscura!

Ahora, pues, bajo el nocturno manto
muestras daré de mi desdicha extrema;
y cual presagio del famoso canto
que a alzar me impele inspiración suprema,
¡rompa el acerbo llanto
que mis entrañas reprimido quema!

Auras, volad, y de fragancia henchidas
templad el fuego que mi frente abrasa,
mansa flotando en invisible giro.
Entre las nubes, con fragor hendidas,
su virgen luz, cual transparente gasa,
mece la luna que extasiado admiro.
Me parece que miro
a sus tibios reflejos
vagar allá a lo lejos
cual húmedo vapor de hedionda tumba,
de Napoleón la sombra venerada;
y cuando ronco el aquilón retumba
la vaga esfera de la luz turbada,
¡me parece que zumba
en torrente de sangre desatada!

¡Sombra execrable! Maldecida sombra
que levantó para asentar su trono
de humanos cuerpos funeral montaña!
El manto azul del cielo por alfombra
creyó tender en su rabioso encono,
y ahogó rugiendo su impotente saña.
Soldados, dijo, España
nuestra esclava se vea,
un muro en ella sea
de insepultos cadáveres alzado
que llene de terror a las naciones.
Luego a rumor del atambor doblado
se alzó el muro, rodaron tus pendones,
y en él viste apilado
el magnífico tren de tus legiones.

Al ver su oprobio aterrador el Sena
turbio en las rocas con sonoro estruendo
bate furioso la revuelta frente,
cual herida serpiente que la arena
escarba airada, y con silbar horrendo
en vano aguza el venenoso diente.
¡Tirano, muge hirviente,
cuán cara fue a la Francia
tu funesta arrogancia!
Y al repetir este rumor, tonante
la última esfera de los cielos toca,
y embravecido, hinchado, ondisonante,
con cuanto encuentra sin concierto choca
y se arrastra bramante
con brusco murmurar de roca en roca.

¡Ay! Del cañón al fúnebre estampido
que el bronco trueno imita, cuando alado,
asorda el aire en revoltoso vuelo;
y al revolar del humo esparcido
que en las alas del aura reclinado
viste de luto el encendido cielo;
aferradas al suelo
las víctimas gloriosas,
que ha poco victoriosas
Independencia y libertad gritaron,
se vieron sin defensas maniatadas.
Y al ¡ay! de muerte que después lanzaron,
sus cadenas, de púrpura manchadas,
a la faz arrojaron
del sangriento Murat pulverizadas.

Contra vuestro poder la tiranía
en vano desató su furia brava,
que al sentir vuestro esfuerzo soberano,
la vil corona, que adornó algún día
con una flor cada nación esclava,
se marchitó en las sienes del tirano.
Todo el linaje humano
su carroza triunfante
iba a hollar rechinante,
cuando opusisteis a su fiera saña
vuestro ardor cabe el lento Manzanares,
a sus huestes gritando: ¡Gente extraña,
dad un adiós a vuestros patrios lares;
sólo saldréis de España
surgiendo el fondo de sangrientos mares!

¡Salve, cenizas! ¡Salve, oh ricas prendas!
que humedezca dejad, restos sagrados,
con lloro estéril vuestras frías losas.
Jamás os faltarán verdes ofrendas,
o no tendrán en sus floridos prados
ni laureles abril ni el mayo rosas.
¡Perdón, sombras gloriosas
si mi lira naciente
no os canta dignamente!
Con el llanto sus cuerdas empapadas
sordas vibran confusa melodía.
¡Si no fuisteis por mí, sombras amadas,
loadas con dulcísima armonía,
al menos sí cantadas
con toda la efusión del alma mía!

Doloras

Amor y gloria

¡Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo!
Lo mismo el mundo de el lodo
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena;
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!

El ojo de la llave

No te ocupes de cosas ajenas ni
te entremetas en las cosas de lo
s
mayores
Kempis, lib. XI.I

I. A los quince años

Dos hablan dentro muy quedo;
Rosa, que a espiar comienza,
oye lo que le da miedo,
ve lo que le da vergüenza.
Pues ¿qué hará, que así la espanta,
su amiga, a quien cree una santa?
No sé qué le da sonrojo,
mas… debe ser algo grave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

El corazón se le salta
cuando oye hablar, y después
mira…, mira… y casi falta
la tierra bajo sus pies.
¡Ay! Si ya a vuestra inocencia
no desfloró la experiencia,
no miréis por el anteojo
del rayo de luz que cabe
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Desde que a mirar empieza,
de un volcán la ebullición
sube a encender su cabeza,
va a inflamar su corazón.
Claro, el ser que piensa y siente
siempre, cual ella, en la frente
tendrá del pudor el rojo
cuando de mirar acabe
por el ojo,
por el ojo de la llave.

De aquel anteojo a merced
mira más…, y más… y más…
y luego siente esa sed
que no se apaga jamás.
Mas ¿qué ve tras de la puerta
que tanto su sed despierta?
¿Qué? Que, a pesar del cerrojo,
ve de la vida la clave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Haciendo al peligro cara,
ve caer su ingenuidad
la barrera que separa
la ilusión de la verdad.
Pero ¿qué ha visto, señor?
Yo sólo diré al lector
que no hallará más que enojo
todo el que la vista clave
por el ojo,
por el ojo de la llave.

Siguen sus ojos mirando
que habla un hombre a una mujer,
y van su cuerpo inundando
oleadas de placer.
Su amiga, de gracia llena,
¿no es muy buena? ¡Ah!, ¡sí, muy buena!…
Pero ¿hay alguien cuyo arrojo
de ser mirado se alabe
por el ojo,
por el ojo de la llave?

Humorada

Háblame más… y más…, que tus acentos
me saquen de este abismo;
el día en que no salga de mí mismo,
se me van a comer los pensamientos.

La opinión

¡Pobre Carolina mía,
nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo: ¡Empiece el canto!
El doctor: ¡Cesó de sufrir!
El padre: ¡Me ahoga el llanto!
La madre: ¡Quiero morir!
Un muchacho: ¡Qué adornada!
Un joven: ¡Era muy bella!
Una moza: ¡Desgraciada!
Una vieja: ¡Feliz ella!
¡Duerme en paz! -dicen los buenos-.
Un filósofo: ¡Uno menos!
Un poeta: ¡Un ángel más!

Los progresos del amor

Así un esposo le escribió a su esposa:
«O vienes o me voy. ¡Te amo de modo
que es imposible que yo viva, hermosa,
un mes lejos de ti!
¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo!…»
Y ella exclamó: «¡No hay nada en este mundo
que él quiera como a mí!»

Mas pasan unos meses, y la escribe:
«¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!
¡Sólo él, él sólo en mis entrañas vive!
Piensa en él más que en ti,
su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado.»
Y ella prorrumpe: «¡Es que, el ingrato, ya ama
al hijo más que a mí!»

Después de algunos años le escribía:
«Espérame. Ya sabes lo que quiero:
mucho orden, mucha paz y economía.
¿Estás? Yo soy así.
Cierra el coche: me espanta el reumatismo;
avísale que voy al cocinero.»
Y ella pensó: «¡Se quiere ya a sí mismo
más que al hijo y a mí!»