Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de William Ospina

William Ospina Buitrago (Herveo, Tolima, 2 de marzo de 1954) emerge como un destacado poeta, ensayista, novelista y político colombiano. Su trilogía sobre la conquista de Sudamérica, encabezada por la novela «El país de la canela«, le valió el prestigioso premio Rómulo Gallegos. Nacido en un entorno marcado por la violencia, Ospina cultivó una profunda conexión con la cultura colombiana, influenciado por su padre, Luis Ospina, enfermero y músico.

Abandonando los estudios de derecho y ciencias políticas en la Universidad Santiago de Cali, Ospina se sumergió en la literatura, viviendo en Europa de 1979 a 1981. Su pluma versátil exploró la vida y obra de figuras literarias como Byron, Poe, Tolstói y Dickinson. Su talento literario fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía en 1992.

Ospina, un defensor de posturas progresistas, ha abordado la conquista de América en ensayos y novelas, reivindicando su relevancia para la identidad latinoamericana. Su compromiso político se refleja en su respaldo a la Revolución bolivariana y su llamado a una salida negociada al conflicto colombiano.

La trilogía de guerras, viajes y amores, compuesta por «Ursúa«, «El país de la canela» y «La serpiente sin ojos«, ofrece una mirada intensa a la colonización y los primeros viajes por el Amazonas. La obra de Ospina ha sido elogiada por destacados escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, consolidándolo como una figura prominente en la literatura latinoamericana.

Con su novela «El año del verano que nunca llegó«, Ospina exploró el Romanticismo, entrelazando novela, ensayo y diario de viajes. Su capacidad para abordar problemas éticos, culturales y estéticos destacó su maestría narrativa.

A lo largo de su carrera, Ospina ha recibido múltiples reconocimientos, incluyendo el Doctorado Honoris Causa y el Premio Nacional de Literatura. Su compromiso con la educación y la sensibilización social se refleja en obras como «Pa’ que se acabe la vaina«.

En 2022, respaldó la campaña presidencial y asesoró a la Liga de Gobernantes Anticorrupción. Su influencia trasciende fronteras, participando como invitado en eventos literarios internacionales. William Ospina continúa dejando una huella indeleble en la literatura y la reflexión crítica sobre la realidad colombiana y latinoamericana.

El amor de los hijos del Águila

En la punta de la flecha ya está, invisible, el corazón del pájaro.
En la hoja del remo ya está, invisible, el agua.
En torno del hocico del venado ya tiemblan, invisibles, las ondas del
estanque.
En mis labios ya están, invisibles, tus labios.

Sanzetti

¿Qué dibujos se forman entre las multitudes?
¿Quién asoma en la sombra detrás del procesado?
¿Qué coche negro es ese con su cortejo ecuestre?
¿Quién saltó por las rojas escaleras de incendio?

Había dos inocentes detrás de los barrotes.
Había un condenado con tristeza en los labios.
La calle inmensa estaba sola con tanta gente.
De los barcos lejanos se escuchaban los gritos.

Nadie cortó la rabia ni estrujó sus racimos,
Algo amargo y sin música se quedó en las gargantas,
Era tan nuevo todo que los ojos sangraban,
Todo había ocurrido hace ya tanto tiempo.

El geólogo

Aquí hubo un mar hace un millón de años.
El hombre no lo sabe, más la piedra se acuerda.
Pártela: hay un cangrejo en sus entrañas,
Todo de piedra ya, forma magnífica
Que se negó a ser polvo.
Ante el peñasco y el guijarro, piensa
Que acaso fueron seres dolorosos,
Sangre y pulmones palpitantes.
Entre la ciega roca
Y el trémolo extasiado de la salamandra
Tan sólo hay tiempo.

Thriller

El asesino viene buscando al asesino.
Un árbol, unas rejas, un cigarro, un revólver.
La tarde se detuvo en las bancas del parque.
El secreto se cierra como una caja fuerte.

Todo está en un rumor de fronteras y de islas,
En algún tren lejano ella esconde las llaves,
No hay nadie en el pasillo de la esperanza rota,
Las nubes van cayendo como lentos leopardos.

Pero tú no te creas que aquí termina todo,
La puerta está ensamblada con culpas y amenazas,
Algo vuelve a empezar en los relojes muertos,
Alguien arma el trapecio de los circos del cielo.

La luna del dragón

Hablábamos de los dones de la tiniebla.
De los amores muertos.
Cuando se perfiló sobre el Oeste
El oro espeso de la media luna.
‘Mira: es la Luna del Dragón’ -me dijiste.
Y los dos la miramos
Como si algo terrible pesara sobre el mundo.
El hemisferio gris parecía lleno
De hondos presentimientos.
No había una estrella sobre el mar en calma
De humaredas y torres.

Nadie dijo: ‘Es la luz que hace al Dragón visible’.
Nadie dijo: ‘Es la casa donde el Dragón habita’.

Nadie dijo: ‘Es la luna que ampara a los dragones’.
Miramos simplemente el cuerno rojo.
La sobrehumana forma que doblegaba al cielo.
Y pensamos acaso en los terrores
De la culpa y la fiebre.

‘Sólo es la Luna del Dragón’ -me dijiste.
Pero algo negro ascendió de mi infancia
Y di gracias a Dios de no estar solo.

Seguimos en silencio
Mientras las nubes negras cercaban en la hondura
Aquel objeto de alta magia y belleza.
-‘Tal vez el nombre viene de las baladas celtas’.
-‘Yo no sé por qué pesa y aflige como un sueño’.

Era la Luna del Dragón, y nadie
Parecía comprenderlo.
Iban las multitudes, bulliciosas, urgentes,
Atentas sólo a su pequeño misterio,
Mientras sobre las hondas avenidas
Un oro atroz vertía su intemporal influjo,
Y algo terrible y bello batía sus alas rojas
Como un polvo impalpable sobre las tristes tierras.

Ciencia

El miedo iluminado de piscinas azules
Cuando las grandes sombras avanzan por los prados
Y algo alarma de veras los diarios de la tarde,
Esa luz de colores que aletea en los cuartos.

Te lo digo, no creas que lo hemos visto todo,
Hay yates que se acercan a olas desconocidas,
Andan por la violeta caminantes sin nombre,
No está bien que las brújulas vuelen perdiendo el norte.

Dios tiene pesadillas debajo de la hierba,
Menos mal que la Luna camina con los gatos,
Menos mal que los árboles tienen cautivo al duende,
Menos mal que hay esquinas donde nada se sabe.

Oración de Albert Einstein

Advierto con profunda perplejidad
que el hermoso guijarro que abandono en el aire
se precipita recto hacia la tierra.
Tal vez para una hormiga que fuera en el guijarro
seria más bien la tierra lo que cae,
verde planeta que se precipita.
Para el soldado inmóvil
antes de halar la cuerda de su paracaídas
vertiginosamente asciende el mundo.
Y si al pasar el tren ante su cobertizo
el mendigo no viera los vagones
sino al niño que en ellos deja caer la manzana,
vería que la manzana toca el suelo
lejos del sitio donde el niño la suelta,
que la manzana cae oblicuamente.

Advierto que la firme realidad de este mundo
cambia de ser a ser, de conciencia a conciencia.
El gato observa las felinas estrellas.
Nunca verá el astrónomo
que mira el arco de la medialuna
el sobrehumano rostro que esa luna diadema
o esos pies de una virgen que la huellan.
Es tan sincero el mundo
que ni una piedra olvida tener sombra.
La memoria del prado
recuerda el rojo de las amapolas
y al primer soplo tibio lo despliega.

¿Cómo agradeceré que el agua no se incendie
aunque asile en su rostro sereno las hogueras?
¿Cómo agradeceré que las alondras canten
aunque Julieta las maldiga a todas?
Sé que esta luz de estrellas es más vieja que el mundo.
Que estas constelaciones son como un plano fósil
de lo que fue hace siglos el firmamento.
Sé que la masa enorme de los cuerpos celestes

altera el curso de la luz de la estrella
y que ese punto inmóvil que brilla en las alturas
innumerables veces se retorció en su curso,
trazó letras de luz en la piel de los siglos.
Todo rayo de luz porta antiguas imágenes,
y la energía es la terrible victoria
de la materia sobre el tiempo.
Las caprichosas nubes einstenianas
fulminan con sus rayos einstenianos los árboles
y rota la ecuación del vapor leve y del líquido peso
dulcemente se perlan las llanuras.
Me gusta el mundo dócil donde atrapo mis peces
con el anzuelo de un interrogante,
y pregunto en mi alma
cómo agrava la música la substancia del mundo,
qué es lo que escapa del violín y nos hiere.
Se marchita la música
en las elipses de la sinagoga
y Castor envejece más que Pólux.

Gracias, Señor, porque no tienes rostro,
porque eres rosa y dédalos de azufre
y muerte tras la herida y tras la muerte larvas
y previsibles astros tras los discos de eclipses.
Permíteme atrever mis inútiles fórmulas,
líricos mecanismos, serventesios de cuarzo,
trinos brotando de un vértigo de átomos.
¿Qué puedo hacer contra el ángel que altera?
¿Contra el que cambia todo azul en cianuro,
toda belleza en daño?

Algo mayor que el mal rige estos mundos.

Cada mañana pido a mi silencio
que el corazón gobierne al pensamiento,
y cada noche pido perdón a las estrellas.
Pero después olvido
y sé, mientras la luna danza en el pozo,
que Dios será sutil, pero no es malicioso.

Tiempo

Aún hay hojas en blanco en los viejos cuadernos,
Pon una luna nueva en tus años en ruinas,
Linternas del futuro desbaratan las causas,
Dejan mensajes últimos en las grietas del cielo.

Es verdad que el delirio va gastando sus mieles,
Que a veces la bandera traiciona más que el hombre,
Pero seamos sinceros, la noche azota el yunque,
No hay quién convenza al río con cuentos de nostalgia.

Pero no escuches más al sabio consejero,
Sólo el futuro tiene la clave de tu origen,
Hay un primer relámpago que gira en el cardumen,
Ala que se respete quiere romper el cielo.

Teléfono

A medianoche, en Nueva York,
ella, emergiendo de los mares del sueño,
escucha esa palabra cargada de agua azul
como otro sueño: Adriático,
y sobre un ajedrez de hierro y luna
acaso ve las naves.

Blondie

Se están quemando frágiles mariposas de hierba,
Lees desnuda el Ulysses mientras ríen cristales,
Los fantasmas vigilan la esquina del diamante,
La carne aún es bella pero el mal no da espera.

Deja en todos los pájaros tu risa irrepetible,
Tú sabes que es temprano para explorar abismos,
En la luz de bandadas de un cielo de champaña
Ascienden las burbujas y descienden las lágrimas.

Va a sollozar la espuma sobre el nácar vacío,
El traje de durazno donde tembló la Diosa,
Ya verán que en tu almohada bastan un par de párpados
Para apagar los miles de lámparas del cielo.

Nietzsche

Está muriendo un Dios en el centro de un ópalo del color del
crepúsculo.
Está muriendo una hoja de hierba en el pecho de Cristo.
Está muriendo una rosa en el aire estancado de la catedral de
Maguncia,
traspasada en el aire por una quemante aguja del sol.

Está muriendo una llanura donde retozan embriagados leopardos.
Está muriendo un ángel sobre un glaciar blanquísimo.
Está muriendo un barco lleno de ancianos en una colina del
cielo, en un aire cargado de delfines livianos y azules.

Está muriendo una cúpula bajo el asedio de las mariposas.
Está muriendo un lupanar lujoso y sonoro de besos enfermos.
Está muriendo mi corazón bajo los crueles halcones del olvido
de Lou.
Me estoy borrando en sus pupilas bellas y esperanzadas
como lienzos.

Está muriendo un pájaro en un bosque de nubes.
Está muriendo una lucha glacial bajo mis sábanas de seda.
Algo muy bello está borrándose por las bahías de mi infancia.
Algo muy triste calla en sus violines.

Franz Kafka

Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al
durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al niego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme
un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y
de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis nimios,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.

¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que me
salve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.

Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.

El espejo

Una región del muro está hechizada.
Sólo el ojo lo sabe.
Un cristal incansable paso a paso repite
las rectas sombras que la tarde desplaza.

Terriblemente dócil, no desdeña
la vertical sinuosa de una hormiga extraviada
y al fondo de sus cámaras
también crecen las plantas.

A veces miro ese país extraño
cuyos hombres no tienen más lenguaje que el gesto,
ese país sin música.

Sé que no puedo ser ese hombre que me mira,
sé que a él no lo alcanzan el temor ni la idea.

Cuando la noche apaga las letras y los ángulos,
en su país de eclipses él no te ama.