Cuentos Cubanos

Los venenos

Heriberto Machado Galiana

Las más grandes y feas son las que están en el corral de los puercos. En el baño viejo al final del patio, donde los machos orinamos para que el de casa no apeste, también las he visto así. Ni siquiera las que mamá vio en el rancho, donde se guardan los sacos de arroz y de frijoles, pueden ser del tamaño de estas.

Memorial de Penélope

Ernesto Pérez Castillo

Ya me aburrí de alejar de esta casa a los que me pretenden y ahora juego a que me violan y los decapito al amanecer. Pero son insaciables. Cada noche vuelven y beben y se hartan mientras yo les miro desde mi sillón de viuda probable y espero la medianoche en que sortean cuál me poseerá esa madrugada.

En candela con Ochosi

Erick J. Mota

Primero fue el dolor de muelas. Y luego. Y luego también. El dolor de muelas persiste en todo momento y carece de posición de alivio. Los calmantes casi nunca funcionan y siempre la cura es mucho más dolorosa. No existe sentencia ni castigo en el mundo que supere a un dolor de muelas.

Patas al aire

Rafael de Águila

Cuando llegué Roger hablaba con alguien, un tipo alto y pelirrojo. Me fui a la terraza, el piso estaba lleno de hojas secas, y flores, unas flores rojas y pequeñas con manchas blancas. Siempre me gustó sentarme allí, uno se sentaba y la paz bajaba quién sabe de dónde, pero bajaba, uno la sentía llegar, dar vueltas y vueltas hasta echarse ahí, a los pies, como lo haría un perro...

El último jonrón

Leopoldo Luis

Martincito estaba en el comedor mirando el juego de pelota entre Villa Clara e Industriales cuando sintió un ruido extraño en la terraza. Recién terminaba de almorzar, pasadas las dos de la tarde, como acostumbra a hacer cada domingo después de beber unos tragos con el primero que aparezca y le acompañe.

15 000 latas de atún y no tenemos cómo abrirlas

Jorge Enrique Lage

Cuando terminé mi primera novela la llevé a la editorial Letras Cubanas (oigan cómo suena: Letras Cubanas) y allí me dijeron que no estaban recibiendo originales. Más exactamente: que no estaban publicando libros...

Dioses a la carta

Carlos Duarte

Hacía muchos años que vagaba por la vida con la sensación de albergar un vacío absoluto en alguna parte de mi organismo. Comía y comía pero no lo llenaba, ergo no era en el estómago. Respiraba fuerte y hondo pero nada: obvio, la cosa no era en los pulmones.

El fin de la verdad

Alejandro Cernuda

Era de noche cuando comenzaron los golpes en la puerta y Emma se pegó el tiro. La bala atravesó el cráneo y los pedazos de cerebro mancharon la cama antes que la muchacha cayera sin vida sobre la almohada...

Las lecciones del vampiro

Miguel Terry Valdespino

Una semana antes de que yo cumpliera los cuarenta y nueve, mi esposa armó sus maletas y se fue a vivir con un tío que decidió dejarle su casa en herencia. El viejo no viviría demasiado. La herencia vino a acelerar el fin de un matrimonio muerto..

Sacrificio

José Luis Fariñas

Había cosas que quería para siempre: ardides, plenilunios, coleópteros de marzo, pánicos vitales de color azul prusia tostado, la semilla heptagonal de una noche de infancia bajo unos canisteles en flor o el dibujo escabroso de los días más imposibles, esos donde parece suceder sin detenerse la danza macabra de la felicidad...

Confesiones

Obdulio Fenelo

La segunda vez que lanzó la mirada a la calle, la dejó rondar las fachadas disparejas, elevarse sobre el montón de construcciones y caer de golpe contra el campanario de la iglesia. A esa hora del día el crepúsculo acentuaba el color amarillento de El Sagrado Corazón y lo tornaba irreal. Siempre rezaba antes de hacer un trabajo, así resolvía lo del arrepentimiento...

Ciento cinco escalones

Sergio Cevedo

¿Y qué? Nada, pasaba por aquí. Abre la puerta un poco más, espera porque entre y luego de cerrarla, avanza al centro de la sala. Así que más o menos pasabas por aquí, pero te molestaste en detenerte y en contar escalones hasta este quinto piso. No los conté...

Minucia

José Martín Díaz Díaz

Minucia no era persona, tampoco animal, supongo. Parecía un muñeco para niños, sin especie definida. Cuatro patas con manitas. Orejas redondas. Grandes ojos.

El viejo que se comía la suerte

Mario Brito

Soligial llora por no ser como debía ser. Llora por no haber sido nunca como siempre quiso. Por su mala estrella. Llora con rabia. Por haber sentido rabia. Por haber sido siempre un animal. Porque de un animal femenino de trabajar y fornicar, había degenerado en un animal doméstico, aguantón y resignado...

Fangio’s in memoriam big race

Yoss

The sweden Thor Olafssen, number one de la carrera, atravesó the colossal holograma publicitario bilingüe like a silver arrow y dobló around el Memorial Castro sin aminorar the speed, pero without neither derrapar por eso...

El cangrejo volador

Onelio Jorge Cardoso

Había una vez un cangrejito nuevo que estaba haciendo un hueco profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma torcaza a darle conversación...

La deuda

Rafael A. Inza

Dijo toma, y me puso cien dólares en la mano. Si lo haces bien hay doscientos más. Es mucho dinero, el que nadie me pagó nunca, solo que al médico no le importa. Está millonario, por eso todo el mundo quiere cumplir misiones...

El Pueblo de Siracusa

Antonio Enrique González Rojas

La primera Gran Rebelión comenzó cuando el filósofo Aquilonte demostró cómo, por una misteriosa razón sólo revelada a los dioses, todo objeto, fruto o persona, por mucho que ascendiera, caía irremediablemente al suelo.

Cacería cíclica

Elaine Vilar Madruga

Muh deambulaba por los recodos de lo que fue, en tiempos ya pasados, su hogar. Ahora, era la presa. El cazador lo seguía demasiado cerca, lo husmeaba, destruía sus madrigueras y escondites...

El polvo cósmico

Yamilet García Zamora

Un muerto más condujo los hilos de la investigación a casa del ermitaño y al fin la policía revisó el lugar, sucio hasta la locura, pero no encontraron nada...