Poetas

Poesía de México

Poemas de Alfonso Reyes Ochoa

Alfonso Reyes Ochoa fue un escritor y diplomático mexicano, nacido el 17 de mayo de 1889 y fallecido el 27 de diciembre de 1959. Mientras estudiaba abogacía, fundó junto a otros escritores el Ateneo de la Juventud, centro de lectura y reflexión de muchos intelectuales de la época. A los 21 años de edad, publicó su primer libro, titulado «Cuestiones estéticas». Luego de la muerte de su padre en el golpe de estado contra el presidente Francisco Madero, Reyes se trasladó a Francia; más tarde pasó diez años en España, donde muchos consideran que escribió sus mejores obras. A lo largo de su vida, desempeñó cargos dentro de la docencia, el periodismo y la diplomacia, y también se dedicó a la traducción de obras de otros escritores, como Mallarmé y Anton Chéjov. Dado su contacto cercano con otras culturas y su labor de investigación literaria, fue conocido como el regiomontano universal.

Entre sus numerosas publicaciones, destacan «Cartones de Madrid», «Cuestiones gongorinas» y sus poemarios «5 casi sonetos» y «Otra voz». Su poesía «Ifigenia Cruel» fue inspiración para una ópera homónima en cinco escenas, compuesta por el músico Leandro Espinosa. Luego de su muerte, se publicó «Oración del 9 de febrero», escrito que había dedicado al fallecimiento de su padre.

A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Muchas sendas hollé, muchos caminos
solicitaron el afán creciente,
de contrastar los usos de la gente
y confundirme con los peregrinos.

Mezclaba los sabores de los vinos
en cada clima caprichosamente,
y yo no sé si ello fue prudente
o si mis pasos fueron desatinos.

Había que buscar la ruta cierta
y ceñir el desborde con el dique.
Volví cansado, procuré la puerta…

Y déjame, poeta, que lo explique
como quien se despoja y se liberta:
tú estabas a la puerta, claro Enrique.

LA AMENAZA DE LA FLOR

Flor de las adormideras:
engáñame y no me quieras.

¡Cuánto el aroma exageras,
cuánto extremas tu arrebol,
flor que te pintas ojeras
y exhalas el alma al sol!

Flor de las adormideras.

Una se te parecía
en el rubor con que engañas,
y también porque tenía,
como tú, negras pestañas.

Flor de las adormideras.
Una se te parecía…
Y tiemblo sólo de ver
tu mano puesta en la mía:
¡Tiemblo no amanezca un día
en que te vuelvas mujer!

Visitación

Soy la Muerte me dijo. No sabía
que tan estrechamente me cercara,
al punto de volcarme por la cara
su turbadora vaharada fría.

Ya no intento eludir su compañía:
mis pasos sigue, transparente y clara
y desde entonces no me desampara
ni me deja de noche ni de día.

—¡Y pensar —confesé—, que de mil modos
quise disimularte con apodos,
entre miedos y errores confundida!

«Más tienes de caricia que de pena».
Eras alivio y te llamé cadena.
Eras la muerte y te llamé la vida.