Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Armando Uribe

Armando Uribe Arce fue un destacado poeta, ensayista, diplomático y abogado chileno, nacido en Santiago el 28 de octubre de 1933 y fallecido en la misma ciudad el 22 de enero de 2020. Perteneció a la generación literaria de 1950 y recibió el Premio Nacional de Literatura en 2004.

Uribe se educó en el Saint George’s College, donde publicó sus primeros poemas bajo la influencia de Roque Esteban Scarpa, quien le prologó su primer libro, El engañoso laúd, en 1954. Estudió Derecho en la Universidad de Chile y se tituló de abogado en 1959. Luego viajó a Roma con su esposa Cecilia Echeverría, con quien se casó en 1957 y tuvo cinco hijos, para especializarse en Derecho penal y Criminología. De esa época son sus poemas Los obstáculos, inspirados en la cultura clásica.

Uribe desarrolló una exitosa carrera diplomática, que lo llevó a ser embajador de Chile ante las Naciones Unidas (1968-1970), donde participó en la aprobación del Tratado de No Proliferación Nuclear, y ante la República Popular China (1970-1973), durante el gobierno de Salvador Allende. Tras el golpe de Estado de 1973, se exilió en Francia, donde fue profesor titular de La Sorbona en varias ocasiones. También fue profesor invitado en universidades de Estados Unidos e Italia.

Su obra poética se caracteriza por un lenguaje culto y erudito, que refleja su amplia formación humanista y su crítica visión del mundo contemporáneo. Entre sus libros destacan Los obstáculos (1961), El fantasma pálido (1968), El precio (1981), El libro negro de la intervención norteamericana en Chile (1982), Antología errante (2005) y Vida viuda (2011). También escribió ensayos sobre temas históricos, políticos y jurídicos.

Uribe fue miembro de la Academia Chilena de la Lengua desde 1993 hasta su muerte. Recibió numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Municipal de Literatura de Santiago (1962 y 1982), el Premio Altazor (2006) y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2008).

Como desapareces

Cómo desapareces, cómo no estás: te busco.
Mis manos desoladas te buscan, aire o fuego.
Mi corazón te busca debajo de las piedras
donde hay pájaros muertos, caracoles.
Tú sueñas, ay, tú duermes, tú conoces el día:
tú me dices adiós y adiós es “nunca”.

Críticas a la vida sexual

Ciudades complicadas y secretas
y los terceros pisos en penumbra!
Libros de estampas japonesas,
Grabados en los muros, y abanicos,
Borlas de terciopelo y correas de seda,
Espejo grande oblicuo.
Amarrada a los pulsos, de los pies amarrada.
Sonrisa dolorosa con rouge color violeta.
Y la grupa es un grupo de amores que retozan
Con suaves movimientos de caballo las crines al aire del aliento.
Crimen de la virtud y delicia del vicio,
Anchas manchas violáceas, moretones
Dulcísimos, saliva como jugo
De agua marina, joyas en anillos
plateados, instrumentos de torturas
vehementes, el sol nos deja ciegos
con su relámpago y su rayo que desnuca.

Padre

Padre mi padre el travesaño
de la cruz en mis manos al espíritu
mi espíritu encomiendo. Me haces daño
sin que yo te haga daño siendo
que yo soy niño tu hijo y que me rindo
por qué me has hecho daño y me tienes muriendo.

Soy pobre como la rata

Soy pobre como la rata
Triste como tía
y toco esta corneta de cartón de cumpleaños
de pequeños deformes
Y la guitarra del cielo suena sola
Con la indolente angustia de la noche
Y las palomas de las oraciones
Vuelan cenizas por la tierra muda.

A peor vida

Busco en vano la puerta: no hay umbrales
todo el suelo y lugar donde solía
jugar conmigo mismo a juegos tales
que no me atrevo a recordar hoy día.
Golpeo el suelo con el puño, fuerte
y se abre un hoyo cuyo nombre es muerte.

Después de muerto

Después de muerto, hierbas, y después
alguien pisa las hierbas y en el cielo
azul cantan los pájaros gozosos

Tengo una rabia

Tengo una rabia sin gusto a rabia
que se expresa en una sed sin forma de sed
y tiene su ideal en un vaso de agua pero sin agua
sino hiel, hiel, hiel, hiel.
Y quien se oponga se llevará un chasco,
sí, un verdadero chasco,
porque tendrá que tomarse el vaso de hiel,
él él él él él él él él.

Elogio de la piedra

Oh tentación de hacerme agua en el agua
y desaparecer el agua en agua.
Volverme con los círculos, elogio
de la piedra que baja a la profunda
oscuridad, sin voz; volverme círculo
sin voz que bajo piedras se desliza.

La tarde es un amigo

La tarde es un amigo
Que no existe, una novia
A que seguir diciendo “que no existe”
La moza está desnuda en la ventana
Soy yo quien no la mira
Y todo está llorando por verla o por oírla.

Divagaciones

La muerte despiadada no hace excepciones: uno
por uno nos recoge del suelo en que vagamos
como hormigones negros -cuando menos pensamos
pero en nada pensamos- cuando nos llega el turno
despiadada nos coge con sus pinzas de fierro
nos traslada al lugar de nuestro entierro.

La catástrofe el holocausto el fin
del mundo el cielo y el infierno
la loca el imbécil y el estafermo
bailando en honor del delfín
que me lleva en su lomo
y en la cabeza tengo un cono
con las letras: culpable
pues me prohíben que hable.

La baja estofa y la mala ralea,
los mentecatos, los canallas
y los mediocres sus primeros hermanos
por más que mucho se laven las manos
y alcen como abanicos sus agallas,
muy mal olor que no se orea.

Siniestra sordidez, abre tus alas de paraguas,
agítate murcielago peludo,
calvo, panzón, desnudo,
rondan la cama mariposas vagas.
Este, que fue mi amigo ya no lo es.
Siniestra sordidez
de todo lo que me rodea,
todos sonriendo y portando una tea.

Los zorros y los lobos tienen sus madrigueras
pero el hijo del hombre los hijos de los hombres
¿dónde reposan dónde descabezan
sus sueños? Pesadillas. ¡Y que troten
las caballerías de los degüellos!
Que se abra el lacre de los sellos.

«No comen, ni tienen excrementos mayores:
aunque es opinión que les crecen las uñas,
las barbas y los cabellos».
¡Encantados cadáveres! Amores
sepultados ahora son pezuñas
que se mezclan con vellos.

1

La muerte sola es caos.
¿Alguien ha visto un caos?
No tiene piernas, brazos.
Muerte en silla de ruedas.
Muerte, no tiene caso
ni suerte, y ruedas, ruedas.

2

Se dicen los adioses
finales. ¿Por qué lloras?
Es que no hallo las horas
de morir. Y no hay caso.
Marcho paso tras paso
detrás de las señoras
fatales. ¿Por qué lloras?
No me quieren los dioses.

3

Líbrame: flojo y aburrido
me saco chispas de centolla,
bestia redonda me suicido,
en este mundo ¿quién me apoya?
En este mundo, en este nido
no cabes, muerte, en esta olla.

4

Y cómo quisiera estar muerto,
en traje de muerto,
con cofia y este par
de ojos negros abiertos.

5

Es muy probable que no seas
ni aquello ni lo otro
ni esto ni lo uno.
Adiós, adiós. ¿Qué hubo?
Qué me resta.