Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Francisco Izquierdo

Francisco Izquierdo Ríos, ilustre escritor y educador peruano, dejó un legado inigualable en la literatura del siglo XX. Originario de la exuberante selva amazónica, su pluma resonó con la autenticidad de los paisajes y la vida de sus habitantes. Esencialmente narrador, sus cuentos rebosan de vigor y sencillez, capturando la esencia misma de la naturaleza y las personas que la habitan. A través de su prosa evocativa, Izquierdo nos transporta a un mundo lleno de matices, donde la realidad se mezcla con la imaginación en un baile armonioso.

Desde sus primeros años, Izquierdo demostró un compromiso innato con la enseñanza y la escritura. Su trayectoria como maestro docente lo llevó a recorrer diversas regiones del Perú, donde encontró inspiración para sus relatos impregnados de la vida cotidiana y las tradiciones de la selva. Su labor como inspector de enseñanza y su posterior dedicación al folclor y la literatura infantil reflejan su profundo amor por la cultura y el conocimiento.

Entre sus obras más destacadas se encuentran «Selva y otros cuentos«, «En la tierra de los árboles» y «El árbol blanco«, esta última galardonada con el Premio Nacional de Fomento a la Cultura Ricardo Palma. A través de sus relatos, Izquierdo nos invita a explorar la riqueza y diversidad de la selva amazónica, mientras nos sumerge en las profundidades de la condición humana con una sensibilidad única.

Además de su prolífica producción narrativa, Izquierdo incursionó en la poesía y el ensayo, demostrando su versatilidad como escritor. Su legado perdura en cada página de sus obras, donde la pasión por la literatura y el compromiso con su tierra natal se entrelazan en una sinfonía de palabras. Francisco Izquierdo Ríos, un titán de las letras peruanas cuya influencia perdura en el tiempo, dejando una huella imborrable en la historia de la literatura latinoamericana.

Calle de Las Acacias

¡Oh, esta calle del Agua, llena de soledosas
palpitaciones tenues, de misterio y de luna!
¡Esta calle del Agua me dice tantas cosas¡
¡Me dice tantas cosas esta arcaica Laguna¡

Tocan a la novena. Unas viejas roñosas,
negras, de ojos perversos y nariz cabullana,
bajo las friolentas acacias, silenciosas
pasan como las cuentas del rosario, una a una.

Convento de las monjas de Santa Catalina,
nunca sonó tan clara tu campana argentina,
como cuando repica aquí, en mi corazón.

¡Oh, la Virgen Difunta, que enterráis tan contritas
cada quince de Agosto! Hace tiempo, ¡oh monjitas!
que dentro de mi pecho hubo esa procesión.

La Carrera

Calle de la Carrera, con tu torre, tu espía,
con tus rejas mohosas, con tus anchos zaguanes:
donde surge escondido un olor a arrayanes;
donde rodó la lágrima de la melancolía.

Se oye el rumor insólito, lejano, de un tranvía.
Pasa alguna beata, clérigos, ganapanes.

La catedral, su plaza, feria de los Don Juanes,
abre como el bostezo de una panza vacía.

Con sus lentes, su reuma y su barba borbónica
trae y lleva, entre encajes, sus cuentos Doña Mónica:
personas, hiedra, escudos, todo es negro a compás.

Y en el silencio ronco, sedentario y desierto
un carretón cargado de cajones de muerto
atraviesa la calle, como una cosa más.