Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de José Manuel Lleras

José Manuel Lleras (1843-1879), destacado político, compositor y escritor colombiano, dejó una impronta indeleble en la escena cultural de su época. Nacido en Bogotá, en el seno de una familia de ilustres intelectuales, heredó de su padre, el distinguido literato y político Lorenzo María Lleras, no solo un legado de erudición, sino también el don de la pluma y una profunda sensibilidad artística.

Lleras demostró una versatilidad admirable en su producción literaria, incursionando en géneros que abarcaban desde zarzuelas como «La Guarda del Campamento» hasta juguetes cómicos como «El Espíritu del siglo». Su talento como periodista brilló en publicaciones como «El Cauca», «La Voz del Sur», «El Liceo» y otras, tanto en Colombia como en Centroamérica, donde dejó una huella indeleble.

Uno de los hitos más destacados de su carrera fue su contribución como autor de la primera letra del Himno Nacional de Costa Rica, estrenada en 1873. A pesar de su prematura partida a los treinta y seis años, su legado perdura a través de su obra póstuma, recopilada bajo el título de «Variedades Literarias», que incluye no solo sus poesías, sino también su magistral zarzuela.

La obra de José Manuel Lleras, imbuida de una aguda inteligencia y un estilo inconfundible, perdura como testimonio de su genio creativo y su compromiso con el arte y la cultura de su tiempo. Su legado es una fuente de inspiración y admiración para generaciones posteriores, consolidando su lugar como una figura fundamental en el panorama literario y cultural de Colombia.

EL RETRATO DE MI ESPOSA

Es ella, es ella! Mis amantes ojos
La están mirando angelical, divina!
Esa es su frente, su mirada, esa,
Donde la gracia y el candor se pintan.

Sus mismos labios son; los labios rojos
Que de su amor me dieron la sonrisa,
Y los que el beso de mi amor primero
Recibieron con tímida alegría.

Es ese su cabello, que, ondulante,
El blanco cuello con desdén cobija;
Cabello que he rizado tantas veces
Cuando ella entre mis brazos se adormía.

Su brazo hermoso, su rosada mano,
Su seno esbelto, su cintura erguida,
Allí están dibujados sabiamente;
Oh, placer sin igual, suprema dicha!

Ven á mis labios, adorada imagen
De mi ángel tutelar, de mi Celmira;
Ven, tú eres ella, mi adorada esposa,
Unica luz de la existencia mía!

Ay! pero yo me ofusco! Desgraciado!
Por más que en ti mis ósculos imprima
Tú permaneces muda; ni un halago
Tienes tú para mí, ni una sonrisa!

No eres más que la imagen! Muy distante
Está el original que me fascina:
Deja que corra sobre ti una lágrima
Que me arranca el dolor ante tu vista.

Perdona! Ya olvidaba: el luto cubre
Ese cuerpo gentil de mi Celmira,
Y su tez, otro tiempo tan brillante,
Tiene el pesar abrumador marchita.

Ah! No! no es ella ! me engañé! insensato!
No es esta ya la flor que en otros días
Con su perfume embalsamó la estancia
Del padre anciano que lucir la vía.

Cuando yo con mi mano temblorosa
La arranqué de su tallo, competía
Con flores mil de vívidos colores
Que de Payán en el vergel crecían.

Mas la regué tan solo con mi llanto,
La rodeé de miserias y desdichas,
Y sus hojas plegó la flor hermosa,
Y el dolor la volvió pálida y fría.

Sus botones murieron uno á uno
Antes de ser mecidos por la brisa;
Lleváronse á la tumba sus aromas,
Brotando en su lugar duras espinas.

Y el crespón que ha enlutado mi existencia,
Que marchitó las ilusiones mías,
Ha enlutado también su esbelto talle,
La volvió melancólica y sombría.

Perdón; señora! Al contemplar tu imagen
Ante ella yo me postro de rodillas:
Viniste al mundo para ser dichosa;
Tu porvenir maté; perdón, Celmira!

Mas ya que solo llanto y desventuras
Has tenido en mi hogar, esposa mía,
No he pagado tu amor con inconstancia
Solo por ti mi corazón palpita;

Eres la sola luz de mis auroras
Eres único sol que me ilumina;
Unica estrella de mis tristes noches;
Unico Norte que mis pasos guía.

Ven á mis labios, adoraba imagen,
Que tú serás mi compañera íntima,
Hasta que Dios, dolido de mis penas,
Traiga á mis brazos á la esposa mía.

A LA MISERIA

DEDICADA A BENJAMÍN PEREIRA GAMBA.

Entra en buenhora, pues! inútilmente
He luchado contigo.—Ya impotente
Estoy para decirte, atrás! atrás!
He luchado contigo como un bravo;
Me venciste en la lid; seré tu esclavo
Conquistaste el dominio de mi hogar.

Yo esgrimí contra ti la noble espada
Que me dió la honradez acrisolada:
Pero esa arma era débil se rompió.
Aun pudiera vencer; que al pecho mío
Puede darle la infamia fuerza y brío;
Mas nunca venza por la infamia yo.

Indefenso me encuentras. Entra, acaba
La obra que empezaste y en mí clava
Tu destructora garra. Furia! ven.
Infeliz como yo, pero inocente,
Conmigo está la esposa en cuya frente
Noble resignación mis ojos ven.

Dos víctimas no más. Entra, traidora;
Dos víctimas no más hora tras hora
Han luchado, ya ves: vano luchar!
No busques otros seres; por fortuna
La muerte, antes que tú, llegó á la cuna
De los ángeles puros de mi hogar.

Entra, pues, sin temor. Nadie te huye;
Mi reducido ajuar pronto destruye;
Quítanos de la boca el negro pan;
Apáganos la luz amarillenta
Que nuestra estancia alumbra, macilenta,
En horas de tinieblas y de afán;

Despide á nuestros fieles servidores,
Víctimas hasta aquí de tus rigores
Por cariño á nosotros, nada más;
Díles á los amigos……es en vano;
Ellos hace ya tiempo que su mano
Supieron de mi mano retirar.

Ven, sí, que no me abate tu rudeza!
¿ Qué vale el oropel? ¿qué la grandeza?
Quítame el porvenir que ambicioné;
Pero no me arrebates el tesoro
Que vale más que un mundo y mundos de oro:
El tesoro del alma que es la Fe.

Ay! tal vez con mi carne descubierta
Yo me iré á mendigar de puerta en puerta…
Tal vez al hombre ablandará mi voz;
Que no es crimen llorar mi desventura
Con la frente inclinada, pero pura,
Y un pan pedir por el amor de Dios.

Ocho vocablos ya busqué…

Ocho vocablos ya busqué diversos:
cuatro acaban en ersos, cuatro en unta,
i voy a colocarlos en la punta
de ocho que voy a ver si salen versos.

O los que dan recetas son perversos,
a quienes Dios crió y el diablo junta,
o buena ha de salirnos cada yunta
dando párrafos puros i bien tersos.

Acabé los cuartetos. Ahora en alo
se buscan dos palabras… dos en unto…
para hacer los tercetos ¡buen regalo!

Al terceto primero puse punto,
i para que este no me salga malo,
bendecir la receta es el asunto.