Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Juana Borrero

Juana Borrero, nacida el 18 de mayo de 1877 en La Habana, Cuba, dejó una huella inolvidable como poetisa modernista y ocasional pintora. Criada en un entorno artístico y literario, su padre Esteban Borrero, poeta y cuentista, y su hermana Dulce María, poeta y prosista, forjaron su temprana conexión con las artes.

Esta talentosa joven demostró su destreza no solo en las palabras, sino también en la pintura. Aunque su producción artística es modesta, sus obras marcan una etapa importante en el academicismo cubano. «Los Pilluelos» y «Las Niñas» residen en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, mientras que «Doña Crucesita» y «el Señor de la tabaquera» son también aclamados óleos.

En 1892, acompañando a su padre a Nueva York, Juana conoció a José Martí y experimentó la admiración por su obra en una velada especial. Regresó a Cuba en 1893 y sus poemas comenzaron a aparecer en revistas literarias como La Habana Elegante y Gris y Azul, y en su propio libro de poesía «Rimas», publicado en 1895.

Su vida se entrelazó con el amor y el sufrimiento, principalmente a través de su relación con Carlos Pío Uhrbach. El epistolario que compartieron en secreto arroja luz sobre su apasionado romance y se convirtió en un testimonio valioso de su tiempo.

La Revolución Cubana en 1895 obligó a la familia Borrero a emigrar a los Estados Unidos. En Cayo Hueso, Florida, Juana Borrero falleció el 9 de marzo de 1896, poco antes de cumplir 19 años. A pesar de su corta vida, su impacto fue profundo. Sus letras, especialmente «Última rima», revelan su alma vibrante incluso en sus últimos días.

Juana Borrero, una figura enigmática del modernismo Hispanoamericano, dejó un legado literario y artístico que perdura. Aunque su reconocimiento se limitó en parte debido a la falta de difusión fuera de Cuba, sus cartas y poemas son tesoros literarios esenciales que capturan la subjetividad femenina y el espíritu de su época. Su obra inspiradora perdura como un testimonio de su talento y pasión en medio de los desafíos y cambios del siglo XIX.

Íntima

¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda…;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!

Última rima

Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.

¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses,
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.

Vespertino

Para la amable señorita Teresa Aritzti

Hacia el ocaso fúlgido titila
el temblador lucero vespertino,
y a lo lejos, se escucha del camino
el eco vago de lejana esquila.

Como escuadrón de caprichosa fila
nubecillas de tono purpurino
se desvellonan en celaje fino,
etérea gasa, que disuelta oscila.

El rayo débil que las nubes dora,
lentamente se extingue, agonizante,
sus fulgores lanzando postrimeros;

y la noche se apresta vencedora
a desceñir sobre el cenit triunfante
su soberbia diadema de luceros.

Crepuscular

Todo es quietud y paz… En la penumbra
se respira el olor de los jazmines,
y, más allá, sobre el cristal del río
se escucha el aleteo de los cisnes

que, como grupo de nevadas flores,
resbalan por la tersa superficie.
Los oscuros murciélagos resurgen
de sus mil ignorados escondites,

y vueltas mil, y caprichosos giros
por la tranquila atmósfera describen;
o vuelan luego rastreando el suelo,

rozando apenas con sus alas grises
del agrio cardo el amarillo pétalo,
de humilde malva la corola virgen.

Medieval

Junto a la negra mole de la muralla altiva
que alumbran las estrellas con tenue luz de plata
el trovador insomne de frente pensativa
preludia conmovido la triste serenata.

El aura de la noche voluble y fugitiva,
besa los largos pliegues del manto de escarlata,
y extiende la armoniosa cadencia persuasiva
que el plácido reposo perturba de la ingrata.

Al pie del alto foso destácase la airosa
romántica figura del rubio menestrello,
que al agitar la mano sobre el cordaje de oro

entristecido, exhala su queja dolorosa
en la cadencia rítmica del dulce ritornello,
y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.

Las hijas de Ran

Envueltas entre espumas diamantinas
que salpican sus cuerpos sonrosados,
por los rayos del sol iluminados,
surgen del mar en grupo las ondinas.

Cubriendo sus espaldas peregrinas
descienden los cabellos destrenzados,
y al rumor de las olas van mezclados
los ecos de sus risas argentinas.

Así viven contentas y dichosas
entre el cielo y el mar, regocijadas,
ignorando tal vez que son hermosas,

Y que las olas, entre sí rivales,
se entrechocan, de espuma coronadas,
por estrechar sus formas virginales.

Apolo

Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos sus cabellos.

Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.

Contra su pecho inmóvil, apretada
adoré su belleza indiferente,
y al quererla animar, desesperada,

llevada por mi amante desvarío,
dejé mil besos de ternura ardiente
allí apagados sobre el mármol frío.

Reve

Su voz debe ser dulce y persuasiva
y soñadora y triste su mirada…
debe tener la frente pensativa
por un halo de ensueños circundada.

Su alma genial, cual pálida cautiva
de un astro esplendoroso desterrada,
sueña con una nube fugitiva
y con el traje de crespón de un hada.

Cuando la ronda azul de los delirios
disipa sus nostálgicos martirios
borrando del pesar la obscura huella,

él se acuerda en la noche silenciosa
de aquella virgencita misteriosa
que dejó abandonada en una estrella.

Última rima

Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.

¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.