Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Manuel María Pérez y Ramírez

Manuel María Pérez y Ramírez, nacido en Santiago de Cuba en 1781 (aunque algunas fuentes sugieren 1772), emerge como una figura multifacética que danzó entre la poesía y la milicia. Su vida militar, ascendiendo al rango de capitán en el Regimiento de Infantería, se entrelaza con la pluma que esculpió versos líricos, religiosos y dramáticos. Conocido junto a Rubalcava y Zequeira como los tres Manueles del período neoclásico, Pérez y Ramírez destaca por su expresión temprana del amor a la naturaleza, capturando la esencia única de la isla cubana.

A pesar de la lamentable pérdida de gran parte de su obra literaria, algunos destellos de su genialidad persisten, siendo su soneto «El amigo reconciliado» un faro de su maestría poética. Más allá de la pluma, Pérez y Ramírez se erige como un pionero, fundando notables publicaciones literarias de la época, como «Ramillete de Cuba«, «El eco cubense«, y «El canastillo«. Su pluma no solo trazó versos, sino también ideales liberales, que resonaron en sus artículos periodísticos publicados en diversas revistas santiagueras, incluyendo el «Diario de Santiago de Cuba» y el «Periódico Nacional de Santiago de Cuba«.

La despedida de Pérez y Ramírez en 1853, en su amada Santiago de Cuba, marca el cierre de una vida repleta de letras y valentía. Su legado perdura en las páginas que sobreviven y en la influencia que ejerció sobre las corrientes literarias y políticas de su tiempo. Este poeta-militar, un eco de la Cuba del siglo XIX, sigue siendo un faro que ilumina los caminos de la poesía y la libertad en la isla caribeña.

UN AMIGO RECONCILIADO

Por algún accidente no pensado
suele quebrarse un vaso cristalino;
trátase de soldar con barniz fino
y lógrase por fin verle pegado;

Pero por más que apure su cuidado
el ingenio más raro y peregrino,
dejarlo sin señal es desatino,
siempre quedan señales de quebrado.

Así es una amistad de mucha dura;
quiébrase la amistad que hermosa fuera,
suéldala el tiempo con su gran cordura;

Cierto es que la amistad se mira entera,
pero con la señal de quebradura
nunca puede quedar como antes era.

A Nise bordando un ramillete

No es la necesidad tan solamente
Inventora suprema de las cosas
Cuando de entre tus manos primorosas
Nace una primavera floreciente

La seda en sus colores diferente
Toma diversas formas caprichosas
Que aprendiendo en tus dedos a ser rosas
Viven sin marchitarse eternamente

Me parece que al verte colocada
Cerca del bastidor, dándole vida,
Sale Flora a mirarte avergonzada;

Llega, ve tu labor mejor tejida
Que la suya de Abril, queda enojada,
Y sin más esperar, vase corrida.