Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Julia Álvarez

Julia Álvarez (República Dominicana; 27 de marzo de 1950) es una figura literaria icónica que trasciende fronteras geográficas y culturales. Esta talentosa poeta, novelista y ensayista de doble nacionalidad estadounidense y dominicana, ha dejado una huella indeleble en el panorama literario contemporáneo.

Su historia personal es una dualidad fascinante: nacida en Nueva York, Estados Unidos, pero criada en la República Dominicana, Julia Álvarez experimentó una migración temprana que sin duda influyó en su narrativa. A la edad de diez años, regresó a los Estados Unidos, donde reside actualmente, y donde comenzó a tejer el tapiz de su carrera literaria.

La pasión por las letras la llevó a licenciarse en Filosofía con matrícula de honor en 1971, un logro que sentó las bases para su posterior exploración literaria. Su debut en 1984 con «Homecoming», un libro de poesía, marcó el inicio de una trayectoria literaria multifacética. Álvarez, lejos de limitarse a un solo género, se ha destacado en la poesía y la narrativa con una maestría que pocos pueden igualar.

Una de las obras más destacadas de Julia Álvarez es «How the García Girls Lost Their Accents» (De cómo las muchachas García perdieron el acento). Esta novela, publicada en 1991, se ha convertido en un clásico contemporáneo que narra la historia de una familia dominicana que se adapta a la vida en los Estados Unidos. La narración en retrospectiva y la exploración de temas de identidad cultural y el desplazamiento resuenan con una autenticidad conmovedora. Además, su legado literario incluye obras igualmente influyentes como «Antes de ser libres,» «En el tiempo de las mariposas,» que inspiró una película homónima, y «Cuando tía Lola vino (de visita) a quedarse.»

Es importante destacar que Julia Álvarez, a pesar de su origen dominicano, optó por escribir en inglés, un desafío que afrontó con valentía y determinación. Este enfoque le permitió comunicar sus historias a un público amplio y diverso, consolidando su posición como una autora verdaderamente global.

Julia Álvarez ha dejado una huella literaria perdurable, no solo por su destreza técnica, sino por su capacidad de explorar las complejidades de la identidad, la inmigración y la experiencia latina en los Estados Unidos. Su obra continúa resonando en las mentes y corazones de lectores de todo el mundo, consolidándola como una de las voces más influyentes en la literatura contemporánea.

A VECES LAS PALABRAS ESTÁN TAN CERCA

A veces las palabras están tan cerca que soy
más quien soy cuando estoy sobre el papel
que en ningún otro lado como si mi vida fuera
practicar para la verdadera yo en que me convierto
desabrochada de lo anecdótico e
innecesario y no presionada
a la figura del poema, línea por línea,
el texto real que un niñx podría entender.
¿Por qué me confunde vivirlo?
Aquellxs de ustedes, perdidxs y anhelando ser libres,
que oyen estas palabras, anímense.
Estuve en un tiempo en tantos borradores como ustedes.
Pero brevemente, esencialmente, aquí estoy…
Quien toca este poema toca a una mujer.

Collage by Hogret

ÉL: ¡La edad no importa si los dos están enamorados!
ELLA: Eso dices ahora, espera a que te hayas hartado.
ÉL: Mi amor es para siempre. No te voy a decepcionar.
ELLA: Mientes, querido, seguramente me vas a enterrar.
ÉL: Probablemente yo moriré primero, según las estadísticas.
ELLA: La mayoría de parejas se divorcia, según las estadísticas.
ÉL: Mejor amar y perder, que no haber amado.
ELLA: ¡Mejor de espantos quedar curado!
ÉL: Si por la pérdida te riges, mejor ya ni vivas.
ELLA: O mejor soltera y psicoanalizada, pero viva.
ÉL: Me parte el corazón oírte hablar de esa manera.
ELLA: (Con el muchacho entre los brazos, le da la receta
Contra el dolor existencial, limpiándose las lágrimas con un paño)
Pasa, mi bien, date gusto con este pastel de cumpleaños.


«La Casa Blanca ha desinvitado a los poetas
al té cultural en honor a la poesía
después de que el Servicio Secreto se enteró de un complot
para llenar los oídos de Mrs. Bush con versos antibélicos.
¿Tenían miedo de que los poetas pudieran persuadir
a una muchacha sensible que siempre amó leer,
a una bibliotecaria que llena las estanterías con Poe
y Dickinson? O tenía miedo, ella misma,
de ser influida por las arrulladoras palomas, y vivir en desacuerdo
con los chillones halcones de su familia?

Las sirvientas latinas están guardando las tazas
y las cucharas de plata, tristes por perderse
la música* que rara vez pueden oír
en los sagrados salones… El valet suspira
mientras enrolla las alfombras y pasa el plumero a las persianas.
¡Maldición, un poco de Langston sería bueno
en este lugar triste como un mausoleo!
¿Por qué tiene que ser tan blanca la Casa Blanca?
El chef de Baton Rouge está hambriento de versos
no censurados por Seguridad Nacional.

¡NO HAY POESÍA HASTA NUEVO AVISO!

En cambio los salones son aspirados y preparados
para reuniones a puertas cerradas que planean un ataque
contra aquellxs que siempre llevan la peor parte
del silenciamiento: los pobres, los desamparados,
los que sirven, los que portan poemas, no armas.
¿Entonces por qué temernos, Mrs. Bush?
usted está casada con un tipo más temible.
Le traemos noticias de gran júbilo —
no sólo paz sino poesía sobre la tierra».


Yo ya no filialmente y drapeada
sobre tu regazo,
sino más feroz, mujer, una extranjera
que ningunx de lxs dos conoce demasiado bien:
Red Riding Wolf*, como me he puesto
a llamarla a partir del popular libro
sobre las mujeres salvajes internas
que corren con los lobos.
Hasta ahora la mía no ha hecho
grandes progresos,
cada vez que sale sola,
la niña que lleva adentro se cansa,
la nena se queja que quiere irse a casa,
la heroína quiere a su héroe,
y toda yo termino
en la cama con vos!
Esta vez he venido a hablar
de mi transformación,
no segura de si va a resistir

CASTING

Porfirio nos llevó en el auto a Mami y a mí
al pueblo de montaña de la cocinera
a buscar una nueva muchacha para la despensa.
La cocinera le había dado a Mami el dato
de que su pueblo estaba lleno de chicas,
los hombres atraídos hacia las ciudades.
Anduvimos en el auto hasta el interior,
subiendo un camino empinado, serpenteante,
de rezá-tus-últimas-plegarias.
Me incliné hacia mi madre
como si mi peso pudiera llevar
el equilibrio del auto hacia el otro lado
de la caída vertical que había abajo.
Al final de la mañana entramos
en un polvoriento pueblo de chozas.
Mami bajó su ventanilla
y le preguntó a una mujer vieja,
¿Conoce alguna chica
buscando trabajo como sirvienta?
Pronto fuimos rodeadas
por una docena de señoritas.
Bajo la cantina de techo de paja
Mami llevaba a cabo las entrevistas—
una mezcla de preguntas personales
y tests de inteligencia tipo Esfinge.
¿Tenés hijos, un novio?
¿Le pegarías a un niño si te pegara?
Si te doy 25 centavos para comprar
bananas por dos por 5 centavos,
¿cuántas vas a traer?
Mientras ella entrevistaba yo estaba sentada al costado,
mirando a las chicas;
una de ellas estaría pronto
diciéndome qué hacer,
informando sobre mis inconductas.
La mayoría parecían bastante simpáticas,
haciéndose amigas mías con sonrisas,
exclamaciones sobre mi lindo pelo,
mi ser tan bonita.
Ésas eran las que yo prefería.
Las engañaría con miradas dulces,
mejoraría mi mala reputación.
Mientras entrevistábamos oíamos
al lado del arroyo que fluía cerca
una voz alta y clara cantando
una canción de cuna plañidera…
como si la luz del sol que llenaba
las corolas de las allamandas,
el cielo turquesa veteado
de nubes como plumas de ángel,
el arroyo goteando hacia abajo
por el verde esmeralda de la montaña
hubieran encontrado una voz en su voz.
Escuchamos. La cara dura de
futura empleadora de Mami
se ablandó con una dulzura tranquila.
La voz se acercó, más alta—
una chica delgada con una canasta
de trapos retorcidos sobre su cabeza
pasó por el costado de la cantina,
ajena a nuestra presencia.
¿Quién es ella?, preguntó mi madre.
Gladys, contestaron las chicas.
¡Gladys!, llamó mi madre
como lo haría durante meses por venir.
¡Gladys, vení a llevarte los platos!
¡Gladys, atendé la puerta!
¡Gladys! la joven giró—
Abruptamente, su canto detenido.