Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Mauricio Redolés

Mauricio Redolés es un poeta y músico chileno que nació en Santiago el 6 de junio de 1953. Su obra se caracteriza por la ironía, la sátira, el humor y el uso de expresiones populares.

Redolés creció en la comuna de Quinta Normal, donde vivió gran parte de su vida en una misma casa. A los 19 años ingresó a estudiar Derecho en la Universidad Católica de Valparaíso, pero luego se cambió a la Universidad de Chile. Militante de las Juventudes Comunistas, fue detenido y torturado por la dictadura militar después del golpe de Estado de 1973. Estuvo preso en distintos lugares, como el buque Lebu y la cárcel pública de Valparaíso.

En 1975 se exilió en Inglaterra, donde vivió diez años. Allí estudió Sociología en la City University y publicó sus primeros poemas y canciones. En Londres fue descubierto como poeta por Soledad Bianchi, quien lo incluyó en una antología de poetas jóvenes chilenos junto a Raúl Zurita, Roberto Bolaño y otros. También conoció a Nemesio Antúnez, quien ilustró su libro Tangos.

Regresó a Chile en 1985 y formó una banda llamada Son Ellos Mismos. Con ella grabó el casete Bello barrio, que lo convirtió en un referente del rock chileno. Desde entonces ha publicado varios discos y libros, mezclando diversos géneros musicales y literarios. Ha recibido varios premios, como el Altazor de las Artes Nacionales en 2009 y 2014 y el Premio Presidente de la República a la Música Nacional en 2023.

Redolés es un artista comprometido con la memoria y los derechos humanos, que ha participado en numerosos eventos solidarios y culturales. Su obra refleja su visión crítica y lúdica de la realidad chilena, con un lenguaje cercano al habla cotidiana y al humor popular.

Confesión matinal

Siempre pero con distintas luces
se me repite la misma pesadilla
la que tuve la noche del once de octubre de 1980
fue la siguiente:

Una línea de tren partía en dos la ciudad
esa línea no era posible atravesarla
por ella pasaban todos los trenes atrasados del mundo
descuartizando los intrépidos que osaban cruzarla
por eso a uno y otro lado los simples mortales
nos mirábamos las caras e intentábamos cambiar voces
sobre nuestras vidas.

(Uno de ellos era el Nano
y yo le gritaba
«Nano juntémonos alguna vez en la vida»
y el Nano me contestaba
«Sí, pero estamos envejeciendo cada vez más»)

No importa

hay viejos culiaos que no creen en nuestro amor…
hay viejos culiaos que no creen en nuestro amor
no importa oh…!

hay viejos culiaos que no creen en la liberación de la mujer
no importa oh…!

hay viejos culiaos que no creen en la rebelión punk
no importa oh…!

hay viejos culiaos que no creen que en un poema se pueda decir:
viejo culiao
no importa oh…!

No importa, si yo la quiero y usté me quiere
No importa, escuchemos… la mitad de la humanidad que sangra una vez al mes por toda la humanidad
No importa, avivemos la cueca punk
No importa oh!!! escribamos poemas llenos de groserías,
y metámonos el espíritu al bolsillo perro,
No importa oh!!!

Tango abierto

¿Acaso debemos hacer el aseo de nuestras
almas acaso sucias de alas de
ángeles cesantes – niña – acaso arañas y
poemas salvajes y brutalidad infinita acaso
no era tu cuerpo ausente y mi cuerpo y la sensación neutral
horrible de buscarte y
pedir a la hora de los besos prendamos la luz.

Cuídate
Cuídate hijo hija cuídense nos decía Dios
desde su trapecio vayan
despacito por las piedras nos voceaba Dios desde
su altura de maligna idea bocabajo.

Mujer de labios huyentes mujer
buena
mujer no
te escondas tras las sombras del sol
quédate allí
no te muevas
quédate así
así
así.

Tango rojo

María se me paró el pelo de frío
se me erizó la conciencia estoy
sin voz y mis amigos ríen ando
como loco llamo por teléfono tú no
vienes tú estás de viernes a domingo
en tu propia pesadilla o liviana vida yo
María te echo de menos en un 100 por ciento
yo te escribo yo te sueño y te fumo
yo te como hecha naranjas yo soy

Un imbécil

de esos que alguna vez me reí yo mismo
te juro que me cuesta muy caro
dejar el tren que se vaya me
cuesta muy caro dejar tu figura
en él es carísimo tener que
verte tener que verte que
veverte y luego quedar sediento de

Tu olor

y a pesar de que las sábanas ya
las he lavado un par de veces y a pesar
que ya lloramos y boxeamos el otro día y a pesar
que tú no crees ni quieres ni existes
aún yo

Lloro

pero no con llanto
no con hipo no con pena lloro solo
como puede llorar un silvestre de edad en conserva
en un país extraño
por una mujer de botas
y
sonrisa
y
arrugas
y

Tango de usted

A trece de diciembre de mil
novecientos setenta y siete declaro
solemnemente que Londres está solo,
que la radio jadea, que hace frío, que
hoy existen más imbéciles de los que
parecen haber, que tú no estás, declaro
profundamente triste y preocupado mientras
el corazón se me arruga y el reloj
trota su tortura de morir su propia edad,
que no consigo madurar alguna
planificada idea de asesinarte.

En fin y continuando con esta especie de
confesión a medianoche, de un trece ese es mi
máximo deseo ya confesado en otra poesía
ya declarado, voceado, distribuido ya
mi necesidad de asesinarte no debe ser secreta
la ubico junto a mis básicos deseos de pan y buenastetas.

No sé cómo he vivido de ayer a hoy si todo
se estira como algo estirable y cortable a cierta edad
no sé cómo he podido sentir la necesidad de cubrir
de nuevo esta hoja con rayitas sin sentido no sé
cómo pensar tu cuerpo es un golpeteo sordo y cerebral
allí abajo aquí arriba allá en mi cama.

Bueno eso es todo, su hay alguna otra cosa
dejaré mis papeles y de nuevo cubriré con mi sombra este cuaderno
por lo pronto he estado pensando palabras tales como
veneno trampa hoyo bala cuerda río cementerio olvido.

Del final

Aquella tarde se habló del finao
La viuda que estaba presente
hizo una que otra acotación fue
el Lucho quien tocó el tema

la mesa estaba repleta casi no habían
extranjeros Sólo chilenos unos cuantos
cigarrillos el sol alumbraba fuera del recinto
y los niños gritaban en dos idiomas

fuera de que se conversó mucho sobre otras cosas
era imposible que no se le mencionara
era imposible
todos sentimos el corazón adentro
cuando

aquella tarde por estos lados
se habló del finao que cuatro años atrás
se la jugó sin asco

Las encomiendas

Algunos somos lo suficientemente jóvenes
como para tener madres.
Por eso a veces los carteros ingleses
golpean con los pies nuestras puertas
y traen inmensas encomiendas de Chile.

Dicen
«somos los carteros y traemos encomiendas»
entonces nosotros
«pasen a tomarse un cafecito»
y ellos
«no, no, somos ingleses y trabajamos de 8 a 12»
y nos dejan paquetes amarrados con mucha fuerza
y grandes letras muy marcadas como
si las madres temieran que el avión perdiera el rumbo
y la encomienda fuera a parar a manos de algún Africano
Costarricense o Florentino de parecido nombre al nuestro.

Pero eso no es todo, no es ni la mitad
las encomiendas traen pequeños milagros
traen retazos de luces y aromas traen
fieles formas de sombras preconcebidas
por nosotros traen suciedades para
el alma del que todos sabemos.

Sí, acá llueve firme y
el exilio no puede impedir que las madres
nos envíen encomiendas
con gruesas letras y cáñamo
escogido.

No era Cecilia

Yo tuve una amiga que se llamó Cecilia
ese no era su nombre pero eso no importa
con Cecilia nos encontrábamos en un parque sin extensiones
un lugar iluminado por sus lagunas
caminábamos sin tocarnos ni hablar
yo al lado de ella ella al lado mío
Cecilia quería ir a un Club de Jazz en esa
extraña ciudad
hoy Cecilia está muerta
murió hace años
Leí la noticia en un diario con despreocupación
porque nunca supe que Cecilia había muerto
porque Cecilia no se llamaba Cecilia
se llamaba papel de diario chilena muerta
sudaca desaparecida chicana quemada
pero era joven y era hermosa
esperaba mis humeantes poemas
¡cuando yo era el huevón más sólo del mundo!
¡Cecilia era el contacto con la otra voz!
con tu voz
murió Cecilia la que soñaba con la revolución la que
soñaba con ese poema
hace muchos años nos abrazamos en ese parque de
luz y última vez
no sabíamos que era la última vez y por siempre
nos abrazamos no más como dos jóvenes chilenos
en el destierro más absoluto
nunca intercambiamos promesas de ningún tipo
porque ella era la promesa porque yo era la promesa
hoy sus huesitos enterrados quizá dónde
hoy los míos temblando vivos

Becker 69

Por una mirada, un mundo
Por una caricia, un cielo
Por un polvito
¡ah! Yo no sé qué daría por un polvito.