Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Candelario Obeso

Nacido en Santa Cruz de Mompox, Candelario Obeso, fruto de la unión entre el hacendado Eugenio María Obeso y la criada María de la Cruz Hernández, llevó consigo el mestizaje y la riqueza cultural de su origen. Su educación en el Colegio Pinillos de Mompox y posterior beca en el Colegio Militar de Bogotá evidencian una vida marcada por la diversidad de experiencias.

En sus años universitarios, Obeso se aventuró en el estudio de Ingeniería, Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Colombia. Sin embargo, su destino lo llevó por caminos diversos, desempeñándose como profesor en Sucre, líder militar en la guerra de 1876, tesorero municipal en Magangué y, gracias a su amistad con Tomás Cipriano de Mosquera, cónsul en Tours, Francia, así como intérprete nacional en Panamá entre 1872 y 1874.

La tragedia personal de Candelario Obeso, marcada por un amor no correspondido, desembocó en su refugio en el alcohol y, eventualmente, en su trágico fallecimiento. Aunque la naturaleza de su muerte, un disparo en el pecho, permanece ambigua, su legado poético trasciende con fuerza.

Candelario Obeso es reconocido como el precursor de la «Poesía Negra y Oscura» en Colombia. Su obra más destacada, «Cantos populares de mi tierra» (1877), refleja la cotidianidad de los hombres negros en un lenguaje coloquial. Además de su poesía, Obeso dejó un legado polifacético: tradujo obras de Shakespeare, Víctor Hugo, Byron, Musset y Longfellow, mientras incursionaba en la novela y el teatro.

Su colección de versos, escrita en dialecto coloquial, es un intento vibrante de capturar la esencia de las comunidades afrocolombianas a lo largo del río Magdalena. Candelario Obeso, poeta, novelista, dramaturgo, y catedrático políglota y polígrafo, dejó un impacto duradero en la literatura colombiana con obras como «La familia Pygmalion» (1871), «Lectura para ti» (1878) y «Secundino el Zapatero» (1880). Su tumba en el Cementerio de Mompox atestigua la inmortalidad de su legado literario.

SERENATA

A mi amigo, señor V. Manrique

Dicen que hay guerra
Con los cachacos,
Y a mí me chocan
Los zambapalos…
Cuando los godos
Sí fui soldado
Porque defendía
Mi humilde rancho…
Si alguno quiere
Treparse en alto,
Busque escalera
Por otro lado…
Ya pasó el tiempo
De los esclavos;
Somos hoy tan libres
Como los blancos…
Yo por mi parte
Cuando trabajo
Como en mi casa…
De no, lo aguanto…
Muchos conozco,
Pobres baldados,
Que han muerto de hambre
Después de guapos…

¿Quieren la guerra
Con los cachacos?
Yo no me muevo,
De aquí de mi rancho…
Si alguno intenta
Subir a lo alto,
¡Busque escalera
Por otro lado…!

LUCHA Y CONQUISTA

A S. G. L.

¡Oh!, blanca, blanca hermosa,
¿Por qué me tratas así?
¿No sabes que la desgracia
De compasión es digna…?
En balde te demuestras
A mi cariño altiva;
¡En pechos como el tuyo
No cabe la perfidia…!

¿Porque me ves la cutis
De la color de la tinta
Acaso crees que es negra
También el alma mía…?
En eso te equivocas;
¡Las piedras más bonitas,
En el carbón, a veces,
Se hallan escondidas…!
Escúchame: si llegas
A consolar mi cuita,
Serás a mis pesares
La miel que necesitan,
En cambio de tu afecto,
Te juro por mi vida,
Que con mi porte nunca
Te causaré una herida…
Seca mi llanto… Un beso
Le basta a mi desdicha;
Un beso de tus labios
De rosa y clavellina;
Con él aquí en mi pecho
¡Florecerá más linda
La mata de mi suerte,
Ya seca de afligida…!

¡Oh!, blanca…, tú lo sabes…
(Acércate tranquila);
Al nardo oloroso
¿Qué flor le rivaliza…
(Acércate y no temas)
Si envuelto en él se mira
Un lazo bien lustroso
De mi color… expresiva…?
Tú te pareces al nardo;
Mis brazos son de endrina,
Déjalos que a tu talle
Se enrollen como cinta…
¡Oh!, gracias, gracias… Ahora
Quédate siempre así
¡Y nunca de tu labio
Se vaya esa sonrisa!

EXPRESIÓN DE MI AMISTAD

Al señor Federico de la Vega

[Aun] cuando soy un pobre negro,
Sin más ciencia que mi oficio,
No ignoro quién se merece
Algún respeto y cariño…
Sobre mí tiene el carácter
Un particular dominio;
De un gallo bueno a las patas
Expongo hasta el calzoncillo…
Por un mochoroco guapo,
Y sobre guapo instruido,
Soy capaz de morder el suelo
Y de mucho sacrificio…
Óigame, blanco, tal vez
No es bien claro lo que afirmo,
A explicarme yo no alcanzo
Tal como un Rojas Garrido…
De todo lo grande y bello
Que el mundo encierra, no estimo
Sino dos cosas, que son
Mi hembra amada y mi albedrío.
De aquella ni al Padre Eterno
Diera un solo pedacito;
De este sí suelo un poco
Ceder a tal cual amigo;
Mas nunca jamás a la fuerza
Porque soy rey de mí mismo,
Usted, blanco, verbo y gracia…
Aunque en la España nacido,
Puede disponer de mí
Por ser rojo de tornillo…
Dígnese aceptar el presente,
Si ya su mérito he dicho;
¡Fue muy rara la persona
A quien di tanto cariño…!
Amo yo la libertad
Como el pájaro su nido;
Como las flores las lluvias,
Como el agua el bocachico;
Es mi ley ser como el viento
Y dueño en mi hogar efectivo.

En cambio de mi amistad
Sólo una cosa le pido,
Conviene a saber: que apenas
Se halle en su domicilio
Le cuente a todito el mundo
Lo que aquí en Colombia ha visto;
Diga cómo ciudadanos
Son el negro, el blanco, el indio;
Cómo el señor Presidente
Usa de humildes vestidos;
Cómo en raras ocasiones,
Siendo tan libres toditicos,
Ocurre un caso que espante
De un robo o de un homicidio.
No olvide en su relación
Que para ser señor Ministro
No se necesita de más
Que de ciencia y de servicios.
Esto se lo recomiendo
Porque cuando fui marino,
Por mano de mis pecados
Estuve en la Habana, y maldito
Si topé un zambo dichoso
Siendo más que aquí un pollino…
¡Ni pude un solo momento
Holgarme de mi albedrío…!
¡Cuánto eché de menos entonces
Mi humilde rancho pajizo
Hecho de la Magdalena
Sobre un alto…! Allí tranquilo
Paso la vida otra vuelta,
Que en mi destierro Dios quiso
Un colombiano depararme
Que me trajera a mis hijos,
De los cuales y de mi esposa,
Si vuelvo a ausentarme endino
Sólo será por la defensa
De los fueros del partido…
Tal sucucho a su mandar
Está con sus atractivos;
Tiene verduras diversas,
Frutas que son un prodigio
Desde la caña de azúcar
Hasta el coco y el caimito.
Ojalá que alguna vez
Le mire a usted entre los míos,
Verá bien cuánto mi negra
Tiene tratamiento fino,
Y cuánto es feliz la suerte
Del humilde campesino
De esta tierra dichosa
En tan varios sentidos…
Asiento de la igualdad,
Madre de los hombres dignos,
De los hombres como usted,
Mochoroco de temple y filo,
Justo como la justicia
Y cantor de lo divino…
Siga, blanco, y nunca desmaye;
De todo hay término fijo;
Con arte y maña se cura…
Hasta el mismo reumatismo;
Si hoy anda errante y sin patria
Aunque aquí tiene su asilo,
Tal vez de hoy en poco tiempo
Vuelva a calentar su nido…
Yo estuve, dije, en la Habana
De pobre humilde marino,
Y me he vuelto a ver en mi casa
Con mi esposa y con mis hijos;
Bolívar, según me cuentan,
También anduvo peregrino,
Mas tuvo valor y constancia
¡Y Libertador se hizo…!

CUENTO A MI ESPOSA (Dolora)

A mi distinguido amigo el señor Pedro Londoño.

“-Negra de mi vida
A dónde vas?
Quédate en mi rancho,
No te quejes más;
Mira que me aflige
Tu infelicidad;…
Oye mis arrullos
Palomita amada!…”

“-Mi palomo mío
Lo perdí ya!…
Deja que lamente
Suerte tan fatal;
No te dé cuidado
Mi infelicidad;
Verme no deseo
De ninguno amada!…”

Esto le decía
En noche pasada,
A un mozo del pueblo
Cierta desconsolada;…
Mas a las pocas vueltas,
Al poquito de nada,
Tuvo cierta cosa
Como un sapo de hinchada!…

Si ponemos en agua
Un granito de sal,
Pronto se disuelve
Con facilidad!…
Nunca en las mujeres
Fue efectivo nada;
Todo en ella es humo,
Todo falsedad!

CANTO DEL MONTARAZ

A mi amigo el señor Doctor José Ignacio Escobar.

Esta vida solitaria
Que aquí llevo,
Con mi hembra y con mis hijos
Y mis perros,
No la cambio por la vida
De los pueblos…
No me falta ni tabaco,
Ni alimento;
De mis palmas es el vino.
Más que bueno,
Y el guarapo de mis cañas
Estupendo!…
Aquí nadie me aturrúga;
El prefecto
Y la tropa comisaria
Viven lejos;
De mosquitos y culebras
Nada temo;
Para los tigres está mi troja
Cuando duermo…
Los animales tienen todos
Su remedio;
Si no hay contra conocida
Para el Gobierno;
Con que así yo no cambio
Lo que tengo
Por las cosas que otros tienen
En los pueblos…

Canción del pescador

Al señor Constancio Franco V.

Ahí viene la luna, ahí viene
Con su lumbre y claridad;
Ella viene y yo me voy
A pescar…

Triste vida es la del pobre,
Cuando el rico goza en paz,
El pobre en el monte suda
O en la mar.

El rico poco se esfuerz
Y nunca le falta nada,
Todo lo tiene donde mora
Por demás.

El pobre no descansa nunca
Para poderse alimentar;
Hoy carece de pescado,
Luego de sal.

No sé yo la causa de esto,
¡Yo no sé sino aguantar,
Esta condición tan dura
Y desgraciada…!

…Ahí viene la luna, ahí viene
A darme su claridad…
¡Su luz consuele las penas
De mi amada!