Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Rubén Morales Buendía

Rubén Morales Buendía, alma vibrante nacida en El Hato (hoy Tarqui), Huila, se erige como un poeta y dibujante colombiano cuya pluma y trazos danzan en la estirpe literaria de Los Papelípolas. Su legado, marcado por la carencia paternal y la destreza como secretario de gobierno municipal, se revela en la encrucijada entre las letras y la burocracia. Educador visionario y primer caricaturista en la historia del Huila, Morales Buendía tejió sus versos en el telar de la sensualidad, siendo célebres los poemas «Nocturno de mi Corazón» y «Presencia de la Rosa«.

Este artista multifacético, avistado en el panorama literario casi al compás del Nadaísmo antioqueño en 1958, se convierte en esencia lírica dentro del movimiento de Los Papelípolas. Su obra se erige en el firmamento de la Revista Ecos del Bachillerato Nocturno José María Rojas Garrido, mientras sus trazos en plumilla iluminan los Cuadernos Huilenses del grupo literario.

En su partida, en 2002, Neiva se vistió de duelo, pero su legado persiste en los versos que trascienden su ausencia. Los poemas de Morales Buendía se entrelazan con las páginas de antologías como «Literatura Huilense» de Félix Ramiro Losada y «Antología de la Poesía Colombiana» de Rogelio Echavarría. Su presencia inmortaliza la soledad y orfandad del hombre moderno en la poesía huilense, según el ensayo de Jorge Guebelly.

Rubén Morales Buendía, poeta y dibujante, trasciende el tiempo, dejando su huella erótica en la rica tapestry de la literatura colombiana. Su vida, un compendio de pasiones, se despliega como un poema inmortal.

Presencia De la Rosa

Dedicado a Aurora

Purpurino y de rútilo brocado
va el capullo insinuándose en la vara,
y es como un corazón que le brotara
luz arriba al rosal iluminado.

Alta herida de amor en el costado
de cada amanecer. Boca preclara
que se entreabrió para que el día cantara
madrigales de pétalos al prado.

Cuando se enciende el matinal portento
semeja un cáliz que sostiene el viento
con sus alas de aroma y transparencia.

Y al borrarse la luz, con vago empeño
se diluye en el aire…como un sueño
en las manos vacías de la ausencia.

Nocturno de mi corazón

Vagos luceros de Fulgencio breve
naufragando en el hondo firmamento,
y una luna despierta al llamamiento
de esta pasión que entre mi ser se mueve.

Luna blanca, flor lírica de nieve
derramándose en hálitos de argento
sobre la inmensidad del sentimiento
como una lluvia candorosa y leve.

Fino aleteo de brisas aleladas
me besa las pupilas desveladas
y el rumor se aletarga en mis sentidos.

Y en esta soledad que me quebranta,
solo mi corazón revuela y canta
sobre un grupo de pájaros dormidos

Voces del silencio

Mi alegría reside en la tristeza
de vivir como vivo.
Tejiendo redes de ilusión y ensueño
en mi sabroso olvido.

El placer que me exalta lo mantengo
en mi dulce martirio:
recogiendo las más selectas rosas
de mis rudos espinos.

La paz en que transcurren mis momentos
radica en el exilio,
dejando que las horas me sorprendan
encerrado en mí mismo.

El silencio me ronda hasta la muerte
con pródigo sigilo, y por eso,
ante mí y ante los hombres
seré un incomprendido.

A pesar de que canto eternamente,
por nadie seré oído
porque mi voz fue hecha de silencios
y con silencios grito.

Sobre los amplios surcos de la tierra
soy como un grano ínfimo,
y en los vientos un átomo sin sombra
rodando en el vacío.

Y soy, sobre las playas de la vida
no más que un verso escrito,
que borrarán muy pronto las mareas
antes de ser leído.

Mañanas de diciembre

Han brotado los huertos decembrinos
y estas mañanas de vaivén sonoro
son dulces arpas de cristal y oro
tañidas por espíritus divinos.

Al desdoblar sus implacables linos
derraman el lumínico tesoro,
flotan al aire y un alado coro
esparce la semilla de los trinos.

Auroras pudibundas de diciembre
dejad que mi alma soñadora siembre
sus amores en líricas parcelas,
para que cuando venga el Prometido
descanse sobre el tálamo florido
de mis embalsamadas pastorelas.

Misterio

Estabas a mis ojos prohibida
como el estambre de una flor sellada,
pero, como él, venías encerrada
en la inédita rosa de mi vida.

Pasó el tiempo fugaz. Tú la escondida,
encendiste en mi rostro tu mirada,
y, no sé cómo, sin decirnos nada,
te besé…y me besaste sin medida.

Profundo arcano que a la mente excede
¡Cosas del corazón, que tanto puede,
bajo el azul de su amoroso imperio!

Y hoy te miro entre mis propios brazos,
me pregunto y no sé qué extraños lazos
nos pudieron unir con tal misterio!

Sobre los amplios surcos de la tierra
soy como un grano ínfimo,
y en los vientos un átomo sin sombra
rodando en el vacío.

Y soy, sobre las playas de la vida
no más que un verso escrito,
que borrarán muy pronto las mareas
antes de ser leído