Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Carlos Augusto Salaverry

Carlos Augusto Salaverry (1830-1891), eminente poeta y dramaturgo peruano, iluminó el romanticismo literario de su país junto a Ricardo Palma. Nacido en Lancones, Piura, el 4 de diciembre de 1830, descendía del líder político Felipe Santiago Salaverry y de María Josefa Ramírez y de la Fuente.

Educado en Piura y el Colegio Nacional de Lima, Salaverry siguió inicialmente estudios de derecho en la Universidad San Agustín de Arequipa en 1848. No obstante, su vocación literaria lo atrajo y abandonó el derecho para abrazar las letras.

En 1853, publicó «Primaveras y Tardes», su primer poemario, elogiado por la crítica y el público, estableciéndolo como uno de los grandes poetas peruanos. En 1854, viajó a Europa, donde conoció a prominentes románticos como Víctor Hugo y Alphonse de Lamartine, influyendo profundamente en su producción.

De regreso en 1860, continuó su carrera literaria con notables libros como «Rimas» (1861), «La Guitarra del Rímac» (1864) y «Los Cautivos» (1870). Además de poesía, Salaverry se destacó en el teatro. «Amor y Venganza» (1863) tuvo un impacto considerable, mientras que «El Cautivo» (1866) se considera su obra maestra.

Falleció en París el 9 de abril de 1891 a los 60 años, dejando un vacío en la literatura peruana. Salaverry destacó por su riqueza en imágenes y simbolismo, capturando la sensibilidad humana. Sus dramas poseen fuerza y dramatismo.

Un exponente del romanticismo, su obra es una fusión de idealismo y pasión por la libertad. Salaverry plasmó el espíritu de su época y sigue siendo una influencia relevante para los poetas contemporáneos en Perú. Su legado enriquece la literatura peruana con su sensibilidad poética y su aprecio por la libertad y la emoción humanas.

Acuérdate de mí

¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmovil: ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,
muerto para el amor y la ventura
esta en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin rumor;
Embalsamadas ondas de armonía
elevábanse a un tiempo en sus altares;
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor.

Parece ayer! …De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡»Adiós» volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy… nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar!

Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio,
qué la distancia, ni los altos montes?
Ni qué son esos turbios horizontes
que mira desde aquí;
si al través del espacio de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a tí:

Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro del alma estás conmigo,
tu sombra soy y donde vas te sigo
por tus huellas en pos!
Y en vano intentan que mi nombre olvides;
nacieron, nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios.

Tú eres la misma aún;
cual otros días suspéndense tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír;
aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, ¡mi porvenir!

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas a través de tu sonrisa
lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite ¡mi amor!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas,
me acordaré de ti;
Cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre el mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!

Diamantes y perlas

He aquí, lector, la diminuta llave
Que guarda de mis joyas el tesoro;
Privanme la modestia y el decoro
De que yo te las muestre y las alabe.

Quizás tu lente, escrutador, acabe
Por no hallar en mi cofre perlas ni oro
Si tal descubres, por tu honor imploro
Que no lo digas a quien no lo sabe.

Si no hallas en mis versos poesía,
Ni estilo, ni metáforas brillantes,
Mis páginas arroja sin leerlas.

Que otro lector, acaso, encontraría
En los tipos de imprenta – los diamantes,
Y en mis vacías páginas – las perlas.

A la esperanza

Yo se que eres una ave fugitiva,
Un pez dorado que en las ondas juega,
Una nube del alba que desplega
Su miraje de rosa y me cautiva.

Se que res flor que la niñez cultiva
Y el hombre con sus lágrimas la riega,
Sombra del porvenir que nunca llega,
Bella a los ojos, y a la mano esquiva.

Yo se que eres la estrella de la tarde
Que ve el anciano entre celajes de oro,
Cual postrera ilusión de su alma, bella.

Y aunque tu luz para mis ojos no arde,
Engáñame ¡oh mentira! Yo te adoro,
Ave o pez, sombra o flor, nube o estrella.

Responde

Dios dijo al ave de los bosques canta,
al tierno caliz de la flor, perfuma
a la estrella, los mares abrillanta,
al sol invade en la azulada bruma

al ambiente suspira, al mar encanta
con tus bellezas de argentada espuma
y a ti mujer para el odio nacida,
te ha dicho acaso dios
¿ama y olvida?

Ilusiones

Venid a mí, sonriendo y placenteras,
visiones que en la infancia he idolatrado,
¡oh recuerdos, mentiras del pasado!
¡Oh esperanzas, mentiras venideras!

Ya que huyen mis lozanas primaveras,
quiero ser por vosotras consolado,
en un mundo fantástico, poblado
de delirios, de sombras y quimeras.

Mostradle horrible la verdad desnuda
a los que roben, de su ciencia ufanos,
a todo lo ideal su hermoso aliño;

pero apartadme de su estéril duda;
y aunque me cubra de cabellos canos,
dejadme siempre el corazón de un niño.

La filosofía al poeta

(Fragmento)

La vida! – claro sol que se levanta
De entre la sombra de una noche oscura,
Hunde otra vez su presurosa planta
En la sombra que llaman sepultura!
Contraste de tinieblas que me espanta,
Que el alma en vano descubrir procura:
En la noche la cuna de la vida,
Luce y cae en la noche confundida!
Nada sé de los siglos que han pasado…
Las edades del mundo… el infinito…
En cada monumento derrumbado
Sólo el misterio encontrarás escrito.
El vado del dolor no está agotado;
La historia humana es un eterno grito
A la vida inmortal que el hombre quiere;
Y en tanto, nace, se lamenta y muere!!

Cesa de maldecir, pobre gusano,
Dios no escucha tu cólera impotente;
Oculto en las tinieblas del arcano
No está á merced de tu atrevida mente.
Si hay en su idea un porvenir humano,
¿A qué rebelde levantar la frente…?
Si todo muere, por tu afán perverso
No cambiará la ley del universo!!

Sueños, delirios, esperanzas,glorias,
Con que tu mente ilusa se recrea,
Tal vez sonde otro mundo las memorias
Que confusas se agolpan a tu idea!
¡Quién sabe si fantasmas ilusorias
Que el hombre busca y que la mente crea,
Grabando en nuestro espíritu un anhelo
Que no halla nunca su soñado cielo!

Yo también, como tú, delirios tengo,
Sueños de luz y entre las sombras vago;
Ignoro adonde voy, de donde vengo,
Y a merced del error también divago.
Fabricando palacios me entretengo.
Que hundo después con horroroso estrago:
Hija del hombre, el hombre me consulta
Y está a los dos la realidad oculta.

Nada intentes saber de ese pasado
Que envuelto yace en su ataúd oscuro,
Convulso en su agonía ha desgarrado
Los libros que legaba a lo futuro.
El tiempo en su carrera ha levantado
En cada siglo un formidable muro…
Traspásalos el genio, y en sus hombros
Sólo me lleva a descifrar escombros!

El mundo fue, y el sol en su carrera
Giró radiante en el vació espejo;
Sobre la luz de la inflamada esfera
Brilló del tiempo el inmortal palacio.
Nació la vida en la encendida hoguera
Envuelta en una aureola de topacio,
Y cubriendo la tierra con su sombra
Bordó de flores su desnuda alfombra.

A su voz las montañas se elevaron,
Los bosques de armonía se cubrieron,
Las aguas de los mares se agitaron
Y los aires sus alas extendieron;
Los astros y los cielos anegaron,
En la perenne luz que recibieron
Del ser oculto, poderoso, fuerte
Eterno manantial de vida y muerte.

Y vió el hombre del mundo la hermosura
Hallando en su alma un luminoso espejo,
Y cuanto allá en sus éxtasis figura,
Es solo de su espíritu el reflejo.
Si eterna vida en sus ansiedad procura,
Es su ilusión el engañoso espejo
Donde mira de Dios la hermosa copia,
Mientras que sólo ve sus imagen propia!

Es la existencia arroyo cristalino
Que desliza entre franjas de verdura,
Y no deja otra huella en su camino
Que el plácido rumor con que murmura.
Sigue como al arroyo tu destino
Hasta abrir en el mar tu sepultura,
Y que no fijan tu ambicioso anhelo
Otra esperanza, eternidad, ni cielo!

Goza como las aves, una aurora,
Vive como la flor, una mañana;
Nube que el sol con sus reflejos dora,
Leve rocío que del cuelo mana!…
¿Por qué infeliz tu corazón devora
La idea de otro mundo que te afana?
Mientras la luz del sol aun reverbere,
Nace, alégrate, goza, llora y muere!

El poema de Dios

Si al sol del alba, entre follaje verde,
Su virginal carmín abre una rosa,
La gala admiro con que nace hermosa,
Y el breve espacio en que su hojas pierde!

No hay amante feliz que no recuerde
Que en ella la mujer sus manos posa,
Para adornar su cabellera undosa:
La besa el hombre -y el reptil la muerde!

Para darla su aroma y galanura
Fue menester el hálito divino,
El fiat lux!, del artista sobrehumano;

Y para ver ajada sus frescura,
Basta con que tortuosos, en su camino,
Se arrastre oscuro roedor gusano!

El poeta y su siglo

Un grande artista, en experiencias viejo,
Pábulo dando a su pasión innata,
Con un barniz, cual de luciente plata;
Bañó un cristal y fabricó un espejo.

Al verlo, un asno se quedó perplejo,
Ante la imagen fiel que le retrata;
Tornó la grupa, y con innoble pata,
No dejó de su estampa ni un bosquejo!

Tal es del genio la perpetua hisoria:
Al fulgor de su lámpara divina,
Crea el poeta un mundo de la nada,

Fabrica espejos para hacer su gloria,
Y al ver su faz la sociedad mezquina,
De una estúpida coz los anonada!

Cartas a un ángel

Tu alma virginal,
como a través de un tul,
sonríe en el cristal
de tu pupila azul;
y robas la ilusión
si bañan su matiz
tus ojos con la luz del corazón.
La nieve palpitante de ese pecho de marfil,
las rosas que tus labios le robaron al abril,
en eco arrobador
responden a mi afán
que un cielo es la esperanza de un amor.

La vida es una flor
purísima al nacer…
su aroma es el amor,
su cáliz el placer.
Es rosa que al tocar
la mano juvenil,
enseñan sus espinas a llorar;
mas diera de ese cielo que matiza el arrebol
el rayo de esperanza que alumbra como el sol
y el sueño del Edén
que el alma ve lucir
por una de tus lágrimas, mi bien.

Hermoso es contemplar
el sol en el confín
vertiendo sobre el mar
sus olas de carmín;
y es bello al descender
bañado en tibia luz
un rayo del crepúsculo al nacer.
Encanto de los ojos es del alba el tornasol
que esmalta de oro y grana los espacios como el sol…
¡Ah!, nunca al despertar
la aurora tiene luz
más bella que el azul de tu mirar.