Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Fernando Ampuero

Fernando Pedro Ampuero del Bosque, nacido en Lima en 1949, es una figura literaria multifacética, entrelazando el periodismo y la escritura con una maestría única. Este peruano, educado en el Colegio de la Inmaculada y la Universidad Católica, no solo ha dejado su huella como subdirector de Caretas y director de Jaque y Somos, sino también como editor general y director de programas televisivos de renombre.

La pluma de Ampuero, moldeada por experiencias transcendentales, germinó durante un viaje de mochilero que lo llevó a las Islas Galápagos. Su debut literario en 1972, «Paren el mundo que acá me bajo«, inauguró una carrera rica en cuentos, crónicas, y novelas. La travesía literaria de este conquistador de letras se entrelaza con su labor en El Comercio, donde dirigió la unidad de investigación y cultivó un periodismo de combate, enfrentando la corrupción con valentía.

El arte de Fernando Ampuero es un diálogo entre lo real y lo ficticio, tejiendo historias que exploran los rincones más oscuros y luminosos de la existencia. «Caramelo verde» (1992), primera entrega de su Cuarteto de Lima, y «Hasta que me orinen los perros» (2008) destacan en su catálogo, fusionando la novela negra con la crónica urbana.

En su obra, la reflexión sobre la imperfección peruana se entrelaza con el juego de espejos, donde el protagonista, reflejo de Ampuero, se sumerge en un mundo de alturas, viajes y la danza entre lo real y lo imaginario. Su mirada lírica se expande en «Tambores invisibles» (2014) y «Sucedió entre dos párpados» (2015), mostrando la versatilidad de su pluma.

Premiado con el FIL Lima de Literatura en 2018, Ampuero ha trascendido fronteras con traducciones y antologías. Su legado, como los cuentos que escribe, se despliega en múltiples capítulos, desde «La bruja de Lima» (2018) hasta «Run Run» (2022), ofreciendo un festín literario que cautiva y deslumbra.

AMAS COMO UNA BESTIA

Amas como una bestia
y como una bestia besas,
lames, babeas, muerdes,
amas como una niña herida
recortada en su doliente soledad,
gozas ferozmente y dejas oír
el ruido animal de tu piel que se eriza,
dentro de ti la noche se desgarra
y truena con un ronquido de pantera,
tu lengua es rápida y caliente,
tu espalda una palmera que se arquea,
tus piernas son tenazas de langosta,
gruñes, arañas, chillas,
amas como si todo cuerpo fuera tu enemigo.

DAME TODO EL PLACER QUE TIENES ESCONDIDO

Dame todo el placer que tienes escondido,
déjame flotar en tu vaivén de mar silente,
y así yo besaré
(en la hora más vehemente)
la bella y secreta arruga de tu cuerpo
y hasta tus chispas beberé,
antes de que la suave luna escape de su cerco.
Verde es el deleite como el atardecer de un beso.
Dame todo el placer que guardas para nadie,
dame tus células y tu pensamiento.
Abreme a la desnuda noche en mi deseo,
dame todo el morir que acuna este momento.

¿QUIEN DICE QUE ESTO ES UN VIOLIN OLVIDADO?

¿Quién dice que esto es un violín olvidado?
Cualquier tonto sabe que muy pronto te irás
y probablemente también comprenda
la tenue sabiduría de este instante.
Cualquier tonto es capaz de sonreír
y quién sabe si hasta no le sorprenda
la perfecta claridad de mi mirada.
Tu corazón, tan tierno, ya ha echado a volar.
Yo no quiero hablar de ese estúpido milagro.
Yo sólo quiero decirte que este violín es mío
y que entre sus maderas
encierra una suave melodía.
Y que con ella, a veces, bailan las estrellas.

ESTOY EN TI COMO EL AGUA ESTA DENTRO DEL AGUA

Estoy en ti como el agua está dentro del agua
y estoy en las medallas de sol
que condecoran al agua de reflejos
y estoy también en el soplo de brisa
que inquieta el centro del manantial
como si palpitase en el agua
un corazón transparente.

Estás en mí como el sueño está
junto a la blanquísima almohada,
y el ansia está siempre donde tu boca respira

En cada jardín de mi reino
hay una rosa que te anuncia,
y en cada noche hay una distancia
entre el olor de tu piel y mis manos,
que es el amor, el lozano amor.

VENGO DE UNA ANTIGUA FAMILIA DE ESPIRITISTAS

Vengo de un antigua familia de espiritistas,
gentes que le hablaban al aire o bien cavaban
en los suelos de las casas
buscando tapados (decíase así en Lima
al referirse a los tesoros enterrados).
La mirada vaga, al parecer, me viene de mi abuela
(lado materno). Ella cabeceaba de sueño
en sus trances de ultratumba,
pero también lo hacía, y con finísimo estilo,
a la hora de la siesta.
La sonrisa desvaída es de mi tía María,
y con dicho gesto indicaba
que sabía algo que nadie más sabía.
La comprensión a golpes de visiones
era la habilidad propia de mi madre.
(No me transmitió ese don, aunque si me ayudó,
cuando niño, en las tareas de matemáticas).
Los largos silencios y una ligera sordera
tan sanos para una vida llevadera,
han sido siempre rasgos comunes de todos mis ancestros;
de ahí nos viene este aire de misterio.
Por el lado paterno además tuve un abuelo hipnotista.
El hipnotizaba a las piedras y luego las lanzaba al mar.
Y en ocasiones, si se encontraba de humor,
las obligaba a dar pequeños y gráciles saltos
sobre las resplandeciente espalda de los tumbos.