Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de León de Greiff

León de Greiff fue un reconocido poeta colombiano nacido el 22 de julio de 1895 en Medellín, Colombia. Es considerado uno de los escritores más importantes y originales en la historia de la literatura de su país.

De Greiff provenía de una familia de artistas y literatos. Su padre, Jorge Isaac de Greiff, era poeta y periodista, mientras que su madre, Rosa Arango, era descendiente de una prominente familia de escritores. Desde temprana edad, León de Greiff mostró un gran interés por las letras y comenzó a escribir poesía.

En 1912, a los diecisiete años de edad, publicó su primer poema en el periódico «El Espectador». En 1916, se trasladó a Bogotá, donde comenzó a frecuentar los círculos literarios y artísticos de la época. Allí estableció amistad con destacados intelectuales y escritores, como José Asunción Silva y Rafael Maya.

La poesía de León de Greiff se caracterizó por su estilo innovador y vanguardista, y por su dominio magistral del lenguaje. Experimentó con diversas formas y técnicas poéticas, fusionando elementos surrealistas, irónicos y humorísticos en su obra. Su estilo poético único lo hizo destacar como una figura singular en el panorama literario de Colombia.

En 1922, publicó su primer libro de poemas titulado «Cinco Invenciones a una Palabra», que fue recibido con entusiasmo por la crítica literaria y le valió reconocimiento como uno de los principales exponentes del modernismo en Colombia. A lo largo de su carrera, León de Greiff publicó varios libros de poesía, entre los que destacan «La Nuevamérica» (1927), «Poemas en Prosa» (1936) y «Oficio Ardiente» (1958).

Además de su destacada labor como poeta, León de Greiff también incursionó en el periodismo y la crítica literaria. Fue colaborador de diversos periódicos y revistas, donde compartió sus opiniones sobre literatura, arte y sociedad.

León de Greiff fue reconocido con numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida. En 1955, recibió el Premio Nacional de Poesía en Colombia, y en 1967, el gobierno francés le otorgó la Orden de las Artes y las Letras.

León de Greiff falleció el 11 de julio de 1976 en la ciudad de Bogotá, dejando un legado poético invaluable. Su obra ha sido estudiada y valorada por generaciones posteriores de poetas y críticos literarios, y su influencia perdura en la literatura colombiana y latinoamericana. Es recordado como uno de los grandes poetas del siglo XX y como un innovador en el ámbito de la poesía en lengua española.

Vieja romanza

Oh gracia de tu rítmico cuerpo gozado un día!
Oh misterio inasible de tus ojos sedeños!
(Me persiguió tu hechizo por ilusos y lueños
países encantados que holló mi fantasía…)

Oh gracia de tu cuerpo que ritmó la alegría
para danzar la Danza Única de mis Sueños!
(Cuando adivino la dura negación de tus ceños
me refugié en las nébulas de la Melancolía…)

Perfume de tu cuerpo, que lo sexual integra!
Perfume de tu tórrida cabellera nocturna!
Y tu boca! ( En tu boca naufragó mi albedrío )

No perfuma tu boca mi inútil noche negra!
(Tal vez con ella tope mi boca taciturna
en algún ilusorio lunario señorío…)

Esta mujer es una urna…

Esta mujer es una urna
llena de místico perfume,
como Annabel, como Ulalume…

Esta mujer es una urna.

Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume…!

Rimas

Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo…

Oh tu voz adorable…
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor…) -Hoy no encantas
este fúnebre yermo…

( No sé dónde se riega
-toda melancolía-
tu voz… ) -Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir… en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido…!

La luna blanca… y el frío…

La luna blanca… y el frío…
y el dulce corazón mío
tan lejano… tan lejano…

¡tanto distante su mano…!

La luna blanca, y el frío
y el dulce corazón mío
tan lejano…

Y vagas notas del piano…
Del bosque un aroma arcano…
Y el remurmurar del río…

Y el dulce corazón mío
tan lejano…!

Arieta

Yo me enveneno con un recuerdo:

En el violado camarín, la seda
y el sutil vello y de odorante nardo
discreto olor y la hora soñada…

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, el mudo
férvido amor que en las pupilas arde
y el tibio zumo de la boca henchida…

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, desnuda
la grácil forma sobre el raso verde
y a mí enlazada la delicia toda…

Yo me enveneno con un recuerdo.

Arieta II

A Pepe Mexia

Perfumes, aromas ya idos. ..
Aromas, perfumes… Aromas
de áloes, sándalos y gomas,
suaves perfumes abolidos:
¿en cuáles Edenes perdidos,
en cuáles Pompeyas, Sodomas,
Lutecias, Corintos y Romas,
estáis?

De etéreas, gráciles redomas,
de pebeteros encendidos
en noches de goces ardidos,
cuando los senos eran pomas
de áloes, sándalos y gomas…;
perfumes, aromas huidos,
suaves perfumes… ¿abolidos
estáis?

De una guedeja desprendidos;
de candideces de palomas…;
olor de los besos que tomas
de los labios estremecidos
de Eva o Lilith…; olor de nidos;
de etéreas, gráciles redomas…
¿en dónde -perfumes, aromas-
estáis?

Canción de Dinarzada

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:
todo tu ser se le entregó a mi ruego!
todo tu ser se le rindió a mi Nada!
todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!
Es lumbre para mí la desolada
llanura yerma! Alígero navego
bajo la tempestad desmelenada!

Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tu grande corazón, tu alma extasiada,
tu espíritu finísimo, a mi ruego
se rindieron: donáronse a mi Nada!
Noche: en tus brazos únicos me entrego,
Dinarzada sutil, noche soñada…

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Divagación nocturna

Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar…

En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear,
tu voz que me dice muy paso
que no me quieres olvidar…

En el silencio de mis noches,
-como la luna sobre el mar-
riela en mi alma tu recuerdo…

Veo el undívago vibrar
de las estrellas, en tus ojos…

Me embriaga el cálido aromar
de tu melena tenebrosa…
Tu frente, -un milagro lunar-
trasluce los puros anhelos
de tu querer, de tu ensoñar.

Se van mis horas solitarias
tras tu recuerdo, en un girar
de sueño y sueños ilusos…
(No los podremos realizar?…)

Melancólico ensueño ilusorio
que justifica el vegetar
del ánima mía soberbia,
de mi espíritu singular…
Melancólico ensueño ilusorio…
(no lo podremos realizar…?)

Riela en mi alma tu recuerdo…
Siento en mi boca palpitar
el beso trémulo y perenne
con que nos hemos de besar…
miro en tus ojos de misterio
-como si fueran a llorar…-
todo el poema de la vida
que no pudimos realizar…
En tu nocturna cabellera
-nardos y lirios y azahar-
aspiro todos los perfumes
con que quisiera aletargar
mi quimérica pantomima
de soñar y soñar y soñar!
Está en tu grácil cuerpo fino
toda la euritmia del rimar…
Son tus manos palidecidad
-parece que fuera a nevar…-,
tus manos, lánguidas y breves,
pareja de lirios sin par!
Tus manos, que bendijeron
con su perdón, mi divagar
por arduos caminos oscuros
y muelles sendas del pescar…

Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar…
En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear…,
tu voz, que me dice muy paso
que no me quieren olvidar!

Siento en mi frente ensombrecida
tus manos cándidas posar…
Siento en mi ardida frente gélida
el balsámico palpitar
de tus labios, que borran culpas
y que me quieren perdonar…

¡Melancólico ensueño ilusorio
de mi incoherente divagar!
Fantasía disparatada
de mi espíritu singular!
Delirio ingenuo que se trueca
-irónico y duro- en pesar…
¡Melancólico ensueño ilusorio
que no podremos realizar…!

Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar…!

Mi pobre amor se está yendo…

Mi pobre amor se está yendo…
yo me quedaré llorando…
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá, glisando…

Mi pobre amor se está yendo

Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, me va matando…
Mi pobre amor se está yendo…

¿Qué pasa, que nada entiendo?
Qué pena se va a acercando?

La lluvia, leve, cayendo…
Una nube, allá, glisando…
La dulce amada tejiendo
su ilusión, que voy matando!

Mi pobre amor se está yendo…
Yo me quedaré llorando!

Más breve

No te me vas que apenas te me llegas,
leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor viva.

Mi ardido corazón, para las siegas
duro es y audaz…; para el dominio, blando…

Mi ardido corazón a la deriva…
No te me vas, apenas en llegando.

Si te me vas, si te me fuiste…: cuando
regreses, volverás aún más lasciva
y me hallarás, lascivo, te esperando…

Cancioncilla

Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño…

Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.

Quise una vez y desde nunca
-ya la querré y hasta que muera-
a ésa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la Primavera.

Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a ésa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.

Quise una vez -jamás la olvide
vivo ni muerto- a ésa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer…

Y ésa mujer se llama… Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?

Cancioncilla 2

Tú coronas mis quince lustros
con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos,
con el perfume de tus labios,
con el éxtasis de tu júbilo
-cabrilleante por los lagos
auriendrinos, hondos carbundos-.

Con la tersura de tus manos,
con el ardor de tu combusto
tesoro en flor, que orna melado
toisón en rizos: el refugio
fragante, que al híspido fauno
tú le donas, -intercolumnio-:
oasis tibio entre alabastros.

Tú coronas mis quince lustros
con el hechizo de tus labios;
con el cíngulo de tus muslos,
con el cíngulo de tus brazos,
con tus fulgentes ojos rútilos,
con tus besos trémulos, ávidos,
-ora lustrales, ora lúbricos…-

Con la tersura de tus manos,
con tu voz rauca en el susurro,
con tus ímpetus inexhaustos,
con tus anhelos sitibundos
que el corazón hinchente: heraldos
de los mis goces y los tuyos,
-nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.

Con el cíngulo de tus muslos,
con el cíngulo de tus brazos,
con el prodigio intercolumnio
con el regusto de tus labios…
Tú coronas mis quince lustros
con el brillo de tus ojazos,
-gémulas de móvil mercurio-.

Con tu voz grave, con tu osado
corazón fiero, con tu iluso
férvido ensueño, con tu claro
zahareño espíritu agudo.
Con el oreo de tu cálido
sexual exhálito y efluvio,
y prístino efluvio y exhálito.

con tu severo rictus duro,
con tu sonrisa en sobresalto,
con tu silencio o tu murmurio,
-tu pasional mezzo-soprano
que se asordina en el connubio…-
Con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos…

con la caricia de tus manos,
con el éxtasis de tu júbilo,
con el éxtasis de mi gaudio,
con nuestros éxtasis en uno,
con el embrujo de tus labios,
coronaste mis quince lustros
y continúas coronándolos…