Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Saint-Pol-Roux

Saint-Pol-Roux, seudónimo de Pierre-Paul Roux (Marsella, 15 de enero de 1861-Brest, 18 de octubre de 1940) fue un poeta y escritor francés, vinculado al simbolismo. La obra de Roux es heredera en cierta medida del Romanticismo, aunque libre y personal, con gran fantasía creadora y una desbordante imaginación que preludió el surrealismo. Su obra aúna ciencia y magia, fantasía y realidad, con un lenguaje rico en neologismos y metáforas sugerentes y evocadoras. Asimismo, en sus obras anticipó numerosos temas de la poesía actual.

Destacó especialmente en poesía (Lazare [Lázaro], 1886; Le bouc émissaire [El chivo expiatorio], 1889), así como en dramas líricos (Épilogue des saisons humaines [Epílogo de las estaciones humanas], 1893; La dame à la faux [La dama de la hoz], 1899) y prosas líricas (De la colombe au corveau par le paon [De la paloma al cuervo pasando por el pavo real], 1903; La mort du berger [Las magias interiores], 1938; La suplique du Christ [La súplica de Cristo], 1939; Bretagne est univers [Bretaña es el universo], 1941).1​

Estuvo vinculado al Salon de la Rose+Croix y, en 1891, publicó con Joséphin Péladan y el conde Antoine de la Rochefoucauld los Mandamientos de los Rosacruces sobre estética.

Escribió el libreto de la ópera Louise de Gustave Charpentier (1900).

En 1932 fue galardonado con la Legión de Honor.

LA BELLEZA

A Jean Royère

No, no desciendo de la gracia divina,
Una caída del cielo no es mi camino.
Asciendo gradualmente desde el barranco inferior
Y mis alas están hechas de esperanza humana.

El sacerdote que me vende y cuyo fuego me llora
Envidioso de un yo más arrogante mañana,
Me tiende día a día al dios que adivina,
Homenaje de su frente tanto como de su mano.

El infinito me contempla perfeccionar la suma
En mi ascenso progresivo del hombre,
Amplia obra maestra de su libertad,

Hasta la hora sublime cuando, habiendo alcanzado la cumbre,
Por siempre entero, entraré en la fiesta,
Deviniendo en la esposa de la eternidad.

15 de enero de 1934

Traducción de Mario Chávez Carmona

LA BEAUTÉ

A Jean Royère

Non, je ne descends pas de la grâce divine,
Une chute du ciel n’étant pas mon chemin.
Je monte par degrés de la basse ravine
Et mes ailes sont faites de l’espoir humain.

Le prêtre qui m’in vente et dont le feu m’avine
Envieux d’un moi-même plus altier demain,
Me tend de jour en jour vers le dieu qu’il devine,
Hommage de son front autant que de sa main.

L’infini me contemple parfaire la somme
En mon ascension progressive de l’Homme,
Extensible chef-d’oeuvre de sa liberté,

Jusqu’à l’heure sublime où, parvenue au faîte,
Entière à tout jamais, j’entrerai dans la fête,
En devenant l’épouse de l’Éternité.

15 janvier 1934

La encantadora de serpientes

À Alfred Jarry

Sobre el pulgar del pie, senos de proa, pública, ella se arquea desnuda: diadema a sus pies, desenrollándose al resorte de su gesto, lascivamente surgen hacia los ojos de rocío las serpientes hace un momento amodorradas, y en cuanto la muchacha se abandona al brasero de espirales, ya la multitud presiente rubíes bajo las escamas, en tanto que Satán, dueño del circo, aspira el olor del festín que se prepara en el fondo de la crápula, porque ya los reptiles han invadido la carne cincelada de flechas vivas y van a consumir el alma del ídolo que se pasma, simbólico, en su maligna apoteosis de revoluciones, un silbato de víbora entre sus labios de cereza.

Delante de la ropa tendida por mi madre, en el pueblo

A Victor Groulhard

¡Ropa tendida por los brazos de rosa de mamá…!

Primitiva prueba de la cubeta con sus cenizas de sarmiento…
Huevos nevados del jabón…
Francas bofetadas de la paleta…
Decisivas caricias del pozo…
Muy pura cuerda que va desde los acerolos hasta ese trofeo de orejas de elefante al que se parece la higuera…
Luego, las pinzas tutelares…
Y, finalmente, sobre ese flotante candor, los sutiles lingotes del sol virgen…

¡Ropa tendida por sus brazos de rosa!

Hostias…
Linos de alba…
Nenúfares de brisa…
Páginas de amapolas…
Lienzos de luna…
Pergaminos en viñetas de insectos…

¡Ropa tendida por sus brazos de rosa!

Ingenuo aroma de la lejía…
Que sube a abrir el palomar de los recuerdos…
Y se perciben gestos blancos de aparecidos en los espejismos de antaño…
Y se saborea la buena leche de rediles revueltos…

¡Ropa tendida por sus brazos de rosa!

Pues es la exposición de las obras sencillas de las mamelas de mi casa…
¡Estados de alma de mis ancestros entre la adelfa y el olivo…!
Hijo, ¿acaso emanas de la rueca o de los velos de las capelinas…?
¿Acaso serviríais de ajuar a la posteridad, venerables cabellos de antaño…?

¡Ropa tendida por sus brazos de rosa!

¡Oh, esos dedos de abuela sobre esos resaltes de abuela…!
¿Acaso chorreas, saliva laboriosa, desde esas telas sobre la verbena y las sandías?
Bravas hadas que en sueños huís bajo el emparrado en verano y ante una lumbre de cepas en invierno, ¿quedaron vuestras ensoñaciones entre sus mallas…?

¡Ropa tendida por sus brazos de rosa!

Oh pañales
Oh mandiles
Oh visillos
Oh manteles del festín familiar en el que el más anciano dice una oración…
Oh sábanas puestas en el alféizar al paso de la virgen…
Oh sudarios…

¡Ropa tendida por los brazos de rosa de mi madre!

Traducción: MANUEL ÁNGEL GÓMEZ ANGULO

Tarde de ovejas

A Louis Denise.

La mancha de sangre desaparece en el horizonte de aquí.
La gota de leche aparece en el horizonte de allá.

Hombre simple que se disipa en la flauta y cuya prudencia tiene la forma de un perro negro, el pastor desciende la adolescencia de la ladera.
Lo siguen sus ovejas, con dos pámpanos en lugar de orejas y dos racimos en lugar de ubres; lo siguen sus ovejas: viñas ambulantes.
Tan puro el rebaño que en esta tarde de estío parece que nevase sobre la llanura infantilmente.
Esas pequeñas cajas de vida pastaron allá arriba en las cazuelas y vuelven a bajar repletas.

Mis deseos también, estimulados por la flauta de la Esperanza y el perro de la Fe, subieron esta mañana por la colina del Misterio; y más arriba subieron que las ovejas de mi aldea las ovejas de mi alma.
Pero la estrella perfumada, en medio de la llanura de jacintos, incendió los dientes ávidos que querían desabrochar su blusa fértil.
Es por eso que mi rebaño sutil, a la hora del ángelus, vuelve a entrar en mí mismo con los flancos desesperados.

Las ovejas están en el redil y el hombre simple se va a dormir en medio de su flauta y de su perro negro.

Traducción de Miguel Ángel Frontán.