Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Serafín Delmar

Serafín Delmar (1901-1980), seudónimo de Reynaldo Bolaños Díaz, encarna la esencia rebelde y lírica del vanguardismo peruano. Nacido en Huancayo, aunque en la nebulosa de las versiones se debate su cuna entre Huancavelica y su verdadera patria, el folclore andino. Hijo de una maestra solitaria, Serafín recorrió las comarcas, escapando y encontrando, tejiendo el tapiz de su infancia en las letras que abrazaría más tarde.

Sus letras brotaron como río desbocado al lado de sus hermanos, Federico y Óscar, en la revista Hélice. Bajo el nombre de Serafín Delmar, este joven poeta se lanzó a un viaje sin retorno hacia la vanguardia, con la palabra como arma y el compromiso como bandera. En Lima, su musa se alimentó de la rebelión y la pasión, encontrando en Magda Portal, no solo una compañera sentimental, sino una aliada en la lucha contra la opresión.

Sus pasos lo llevaron a La Paz, Bolivia, donde alzó su voz contra el régimen de Augusto B. Leguía, y más tarde, a Cuba y México, donde el destierro se convirtió en un halo inseparable de su existencia. Con Magda a su lado, Serafín se convirtió en el poeta de la prédica revolucionaria, la voz de los desposeídos en un mundo en ebullición.

El 6 de marzo de 1932, el destino tejido por las sombras lo envolvió en un intento de magnicidio, una acusación sin pruebas que lo llevó tras las rejas. Pero incluso en la cárcel, su pluma no se detuvo, convirtiendo el sufrimiento en poesía, la prisión en testigo de su lucha. Liberado por la presión de la intelectualidad, se desligó del Partido Aprista y de Magda, buscando refugio en Chile, donde su voz se desvaneció en el olvido de las letras.

Serafín Delmar, poeta de la palabra encendida y la lucha insaciable, dejó un legado que perdura en las páginas de sus poemas y en la memoria de aquellos que alzan la voz contra la injusticia. Su obra, un himno a la rebeldía y la pasión, sigue resonando en los corazones de quienes sueñan con un mundo más justo y libre.

Apuntes del hombre desesperado

De repente — tú estabas disuelta en el sol
como una promesa de mi esperanza escrita
en el camino de una estrella rodada al mar.

Dulce vagabunda — de tu voz sumergida
en el viento, nació cantando la isla donde
izamos la última onda del día.

Sujetado por las tardes, la ciudad nos ladra
desde el frente — y mirando el horizonte,
brincaron los hombres que hicieron el mar triste,
tan triste que quema el viento salado de
la soledad.

Silban a bordo en nuestras pipas los mástiles
embanderados de cielo.

¡Oh, este mar proletario
que quisiera enredarnos en un grito!

Sembradora de estrellas en la alta noche —
cavando un gesto revolucionario, encontré
tu sonrisa floreada de magueyes, ensartando
palabras maternas que tienen olor a campo.

En el puerto — ¡oh, los puertos! —
¡cuantos hombres quisieran irse para siempre!
te vi resuelta a no pisar la costa —
la vida esta en el mar – me dijiste —
¡viva el mar!

En los pasos de la noche la luna escribía
la hora arrollada por los pájaros que cantan
amapolas de agua entre mis brazos floreo
tu nombre moreno — ruralista compañera que
cuelgas en el jardín de tu alegría, el letrero
de esta palabra hecha de: Revolución.

Tiempos de Odio

ELLOS están al frente, mirándome.
Quiero gritar, pero no puedo.
Tengo que sonreír
para que no sientan
cómo cae la tristeza.
Y cuando hay un montón de arena
en el corazón,
ya pueden venir los panteoneros.
No diré, no, sino cuando saquen de mis ojos
la lágrima conque Dios me creó.

Estoy caminando;
y como si pisara la sombra
de los que sufren, me estremezco,
igual que un árbol
que no tiene hojas para el viento.

Quisiera pedirles perdón
a los que están como yo;
pero mi voz ya no tiene sangre.
Quisiera derribar los altos muros
para estos hombres que están al frente;
pero mis manos sedientas de vida
no saben sino palpar la noche,
húmeda como salida
de la garganta de las madres
cuando vienen a ver a sus hijos.

Quisiera gritar, pero no puedo;
encadenado estoy
a la piedra del suplicio,
donde los huesos de otros
son penas olvidadas
que ya nadie llora.

Norte

Ciudad del siglo XX —
en tu vientre Wall Street
guarda la angustia de millones de millones
de hombres de la tierra,
que en las trincheras proletarias
de Rusia, China, México y Nicaragua
han enrojecido la Historia

Un común destino
nos ata el porvenir.
—los obreros no tenemos patria—
POR ESO SABREMOS VENCER,
somos como el viento que anuncia la Internacional

Rociada la tierra del dolor,
el hombre nuevo,
cosmopolita y mundial,
ejecuta la tristeza en una de las esquinas
de la aurora rusa

Y el sol que calienta la tierra,
como buen compañero, en sus arengas diarias
nos deja una metáfora de optimismo

New York —
ciudad de fuerza cósmica
donde las estrellas se avergüenzan de alumbrar.
Oh, ciudad de hierro
desflorada en anuncios luminosos

Los obreros,
tus hombres proletarios que levantan rascacielos
víctimas del brutal sistema económico
marchan al frente único de la Justicia

En la geometría de tu cuerpo,
el sexo del imperialismo ha escrito en la noche
de los siglos: Revolución

Es el Canal de Panamá
nuestra larga angustia,
que cose de vida en vida
nuestras venas que como las cañerías
lloran en silencio la falta de alegría

PERO MAÑANA…!
En cada corazón Indoamericano alborece,
roja la raíz, el grito multánime que derribará
la U.S.A. que ha estremecido de dolor la tierra,
la tierra nuestra que nos dió su color

ENTONCES,
cantaremos ebrios de alegría en todas las calles
plebeyas canciones populares que arranquen
IV siglos de miseria

Las chimeneas de las fábricas y los pitos
de los trenes incendiarán un nuevo día
brotado de nuestros pechos.
y los bueyes en el campo habrán escrito con
su mansedumbre de alba, el epitafio dulce
de los soldados muertos por la realización
de la Justicia

Manifiesto

Pueblos desolados
de calles generosas
donde el sol es de todos
Y donde los niños mueren
con una tristeza glacial.
No es que el hombre
llora como una bestia vegetal
su miseria — sus gritos,
es otro viento que anuncia
las llamaradas de la Revolución

Mirándonos frente a frente
hemos comprendido que la vida es otra
Y que la revolución no es una alegría.
Todos tenemos que sacrificarnos.
Oh, la vida dura de estos años!

Así como todos los hombres estamos
hechos de grandes dolores.
Como sera la Historia
para alcanzar la justicia social!

Los corazones florean en las batallas
cuando defienden su libertad.
¿Por que gritan los ríos en las noches?
Nuestros fusiles cantaran mui alto
como los hombres ante el mundo
o como las bellas multitudes
flanqueadas contra los opresores.

El ejemplo que tenemos en Lenin
ha hecho de nosotros limpios como el día
cuando cae de los árboles
en las marinas ecuatoriales.
Alarguémonos como un eco hacia las tinieblas
de la conciencia.
Seamos el sol insurgente que engendre
una sola palabra grande, hermana de Dios:
Socialismo.

Es el nuevo cristo que murió en Rusia,
en cuyo verbo dejo el destino de la tierra.
América —
oh, campesinos con el alma de la estepa,
por eso sabemos cantar i llorar
junto a las cosas bellas.

En esta hora acribillada de bayonetas,
es una traición el mismo amor.

Nosotros somos diferentes.
Allá los burgueses con la podredumbre
de sus vicios.
¡Camaradas, seamos diferentes!
¿La vida? — ¡Qué derecho tenemos después
de habernos impuesto una responsabilidad!
Un día reventará la rosa alegre de la tierra
Y en cada flor el cielo habrá goteado
sus estrellas rojas.

El dolor de la mujer al parir un hijo para la fábrica

tendida sobre el cielo de estrellas
envolvió con lágrimas las pulsaciones
que ladraban en su vientre
la mujer que tenía que parir
hijo para la fábrica

con un odio escondido las máquinas
piteaban en sus ojos la angustia de
todos los hombres

esta mujer bien pudo ser pastora
de los paisajes del mar y traer un
poco de alegría en los ojos a este mercado
donde 2 pájaros han dejado la
señal de su tanto

pero no
el hombre que abandonó una semilla
en el surco reventó en un grito
y el hijo rasgando el dolor en una
sonrisa de su madre que cayó al suelo
midió su esperanza en el ruido de los motores

entonces todavía eran felices un momento—
brotó la miseria volteando la montaña
como el sol para entrar a la casa igual que
cualquier amigo

después todo fue inútil
porque resbaló el tiempo con la misma
piedad de los hombres felices
esta huella es la más profunda en la
cara de los niños pobres y pintan los
cardinales su bandera roja en el corazón

así surge el Hombre emigrante
solo fuerte y proletario
apretándose en los sentidos el único
recuerdo antes que la madre:
REVOLUCION
cuya juventud llorada en los pitos
crece un derecho: «el derecho de matar»

Itinerario de viaje

Las chimeneas de Lima embanderadas de huelgas
ya tienen escritas en sangre el 23 de Mayo
que nos saluda.
La ciudad, con afiches murales de miseria, tienda
su mano de despedida con el trapo de la niebla—
hasta luego— y apreté la costa en mis manos
mientras los pitos rasgaban el cielo donde se ha
escrito la Revolución.

En alta mar el ruido del trasatlántico espanta
los corderos del océano—
fuerte el viento se prende de las amarras como
el hambre en las calles del Callao—
cielo y mar abrazados alborotado mar del Pacífico.

Verde Canal de Panamá—
lagarto con dentadura de cañones triturando la
esperanza proletaria.

Allí —la justicia de Wall Street mira insolente
al mundo
y las esclusas levantan himnos a la torre Eiffel.

Los loros, rojo internacional,
dejan caer de sus picos perfume
de frutas.

¡Qué dulce está la mañana llovida
en las mejillas de mi compañera!

Canta el viento—
su voz exprime jugo de cañas—
en el paisaje teñido, los pájaros
de colores cuelgan su canto en las
chirimoyas que apuntan como pezones
de india campesina.

Larga sirena de ingeniería
con potentes grúas que extraen estrellas
del agua—
tiemblan los destroyers que vigilan el Sur.—
El cielo fotografiado en el lago Gatun
es el vientre del Canal de Panamá donde se incuba
otra guerra.—
¿No sienten las arengas sociales?
Los hombres se pintan el corazón con palabras
agitadores arrancadas de los campos de América.
Pasa el último pájaro de la tarde llevando el
mensaje de una estrella que pone su canto olvidado
a los pies de la noche.

Calles de Colón
con barrios de color donde los negros lloran
en el saxofón.—

En los cabarets los Ku-Klux-Klan
remiendan con hilos de sangre la noche cuarteada
por los gritos de angustia que lanzan obsidianas
mujeres.
y por los faros y las marimbas que lloran en el
muelle.

Habana—
ciudad cinematógrafo de crímenes
con el sol, centinela de tráfico—
aquí canto un himno rojo en las calles
trasnochadas de la ciudad que derrite su tragedia
en el vientre del sol de hierro.

Desde las ventanas abiertas ladran las estrellas
al paisaje calafateado.—
Los globe-trotters de Boston, Chicago y Filadelfia
ríen desde el ojal de los rascacielos.
mirando la tragedia de las calles angostas
como alambres de tranvía por donde pasa
la muerte rozándonos la sombra.

En cada vientre de mujer la protesta
se hace angustia de colonos del norte—
y en la cartera de los hombres hay una tarjeta:
Paula Romero, un servidor.

Esta Llamada escrita en la orilla de los 2 océanos
envuelve el grito de 20 pueblos donde el
imperialismo yanqui iza sus banderas.

Camaradas de Sudamérica—
aquí se siente que México es nuestro.—
Los indios estiran el sol desde los Andes
desparramando en el campo semillas de libertad
y el grito —tal vez más fuerte de la
Revolución.

Alzad las manos, trabajadores:
la huelga es el único ángulo mayor de donde
salen ondas a morder el paso de los siglos.

NOSOTROS

los hombres —los hombres
tambaleándonos de esquina en esquina

nosotros
los miserables afiches del hambre
izado en cinco continentes enredamos puentes
a las distancias

postes y miradores —el tiempo
resbala precipitado en los sentidos

líneas al futuro sin estación

todas las primaveras en un cesto por sólo
diez centavos
ausente de los ojos
los niños espurgando su miseria en el sol
que lame la tierra se tiñen la boca de
esperanza

el violín de las costillas afinado por el viento
derrama la emoción de la luz que se arrastra
ladrando a todos los costados
el paisaje máscara del dolor

en la noche emergen sombras dislocadas
rombo de tumbos se
pasea el hombre
en el vientre de las mujeres
que pudieron ser madres
crece el derecho de matar
arborecido — en sus raíces
duerme la PESTE

quiénes muerden?
LA PESTE LA MISERIA EL HAMBRE
cinema arrancado y
frente a mí

yo
amarrado en un rincón
se quejan
las cabelleras de mi pipa
llegan los hombres
los cristos
flecha del pensamiento

sonríe en su tragedia la HUMANIDAD

pobres cristos
los ojos en los árboles colgados como frutos
sostenían la noche
la noche que mecía sus cadáveres con las últimas
estrellas que picoteaban la mañana