Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Winston Morales

Winston Morales Chavarro, nacido en Neiva en 1969, se erige como un destacado poeta, novelista y periodista colombiano. Con un Magíster en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito, se desempeña como profesor en la Universidad de Cartagena. Su poesía, de hondo calado formal y expresivo, explora la historia del mito y el misterio de la vida humana.

Morales se sumerge en ensayos críticos, interpretando las poéticas más importantes del siglo XX en Latinoamérica, destacando a figuras como José Antonio Ramos Sucre, Carlos Obregón, César Dávila Andrade y Jaime Sáenz. Su obra ha trascendido fronteras, siendo traducida a varios idiomas y figurando en diversas antologías nacionales e internacionales.

Como conferencista, ha dejado su huella en universidades alrededor del mundo, desde Colombia hasta Estados Unidos, México y España, compartiendo su profundo conocimiento y pasión por la poesía.

Morales se define como un «opita universal«, construyendo un país poético en sus versos, donde la naturaleza cobra vida, y la poesía se convierte en un diálogo con lo trascendente. La crítica destaca su capacidad para crear mundos poéticos, defendiendo los rasgos distintivos de esos universos, desde los matices oscuros hasta la luminosidad sublime.

Su obra poética, representada en títulos como «Aniquirona«, «De regreso a Schuaima» y «Memorias de Alexander de Brucco«, revela una personalidad poética avasallante que ilumina y trasciende, dejando una marca en la rica tradición poética colombiana.

En resumen, Winston Morales Chavarro se erige como un poeta que no solo escribe versos, sino que crea universos, construye realidades poéticas y eleva la esencia de la poesía a través de sus palabras que resuenan más allá de las páginas de sus libros. Su contribución al panorama literario es innegable, y su legado perdura en la luz de sus versos.

A Eva en el destierro

Qué hermosa es Eva
Qué hermosa la serpiente que le rodea
El árbol que crece en su talle
El fruto carnoso que despliegan sus labios
Al posar sobre la ocarina
Su música en las orillas del bosque.
Que hermoso su cabello
-Grajillas oscuras que caen sobre sus hombros perfumados-
su nariz que respira otros mundos
y crea para tantos laberintos
el azahar y las guirnaldas que los sustituya.
Qué hermosa es Eva
Qué hermosos sus tobillos
Las huellas que dibuja sobre la arena
Para marcar el camino hacia la luz y hacia las sombras.
Qué hermosos los hijos que le ha arrojado al mundo
El río que desciende por las colinas de su vientre
El volcán de sus ojos de fuego.
Qué hermosa esta costilla pensante
Este polvo sagrado
Esta caña aromática
Que guarda en sus pechos fragantes
Otra manzana para las épocas de lluvia.

MOISÉS

Porque no hay nada que perezca
Ante la luz de las palabras
Ni hay sabio mar
O fuerte río
Que se exalte a mi cayado
Hoy con el espíritu del verbo
Divido el mar en dos
Separo los ríos
Abro el lago o cualquier fuente rizada
De viento o música
Y los convierto en tierra seca
Para labranza o puente.
Ábrete Mar Muerto
Que conmigo vienen
Todas las tribus de Sucot, de Etam, de Migdol,
De Moab y de Edom.
Ábrete gigante de sal y piedra
Que por tus vísceras
Circundan los niños,
Las mujeres con sus bocas pobladas de gladiolos y mirtos
Para hermosear la nueva tierra que nos llama.
Ábrete Mar Muerto
Que entre tus murallas de agua
Viene corriendo la vida
El Edén, el destierro, el arca,
Sodoma y Gomorra,
La brisa del este
Apoltronada de voces
De cuerpos apócrifos.
Ábrete piélago muerto
Porque de tus entrañas
Manarán egipcios, israelitas, amorreos, hititas,
Heveos y cananeos
Condenados al canto de la lluvia y el viento
Y sobre tus aguas amargas
Echaremos el arbusto que te vuelva dulce;
Dulce como el kithara y el tricordom
Para la boca sedienta y sabia.
Yo soy Moisés
El hijo del agua
El amo de los arrecifes y los peñascos
Ábrete Mar Muerto
Que así como a tu hermano,
El Mar Rojo,
Cruzaré tus aguas con mis arcas, mis diluvios
Caballos y jinetes
Hacia la nueva tierra,
Y la leche y la miel
Correrán por tu sangre tórrida
Y lloverá sobre ti
El maná que te vuelva a la vida eterna.

La muerte

A Laurent Vigouroux, muerto en
Iquítos Perú, abril 24 de 1999.

Como situada en un espacio vago y remoto
la muerte se va aproximando
hasta tomarnos del brazo.
Uno puede pensar que ella es nuestra sombra o nuestro sueño,
quizás una hermana mayor
que hace mucho abandonó la casa
pero que de soslayo
sorprende con su presencia de ola
o su llanto de niña pródiga.
En la ebriedad de la noche
la muerte
con su canto de corneja,
con sus halos de oro arrojados al fuego,
nos despierta del sueño o del letargo
nos lanza hacia la calma definitiva de lo oscuro.
Entonces comprendemos
que siempre ha estado cerca
que su presencia era como el rumor de un río
bordeando la orilla de nuestra desembocadura más próxima.
Pero a la hora del abismo
A la hora del concierto fatídico
-cuando el ave Fanza canta su réquiem en el traspatio
o suenan antiguas campanas-
la muerte nos es tan peculiar
tan conocida
que la sombra impenetrable
súbita se transforma en estallidos de fuego
y la noche tórrida
en un laberinto de perfumes
en donde empiezan a florecer anémonas
en el solar distante de la otra orilla.

LOS PÁJAROS

Pájaros hay en Schuaima
Como abetos en la China
o místicos orientales en las orillas del Nilo
Pájaros ataviados de luz:
Currucas, navíos, toches, goletas,
Derroteros, serpentarios, piqueros de patas azules.
Los pájaros de esta Terra
conocen las violetas de Parma, los tábanos del este,
las arborescencias del Mississippi;
Mundos posibles en el crepitar de sus alas lluviosas;
Pájaros que parecen nubes de yarumo y trigo
remontando su vuelo
por bosques de arrayanes y dindes balsámicos.
Estos,
los viandantes de este piélago desnudo
los pájaros que soñara la Dulce Aniquirona
en su canción por la memoria del bosque.
Pájaros de Schuaima
provistos de alas, de luz y madreselvas
decidme:
¿Qué es lo que gravita en las otras orillas?

CANCIÓN DE EVA A ADÁN

(Para mitigar el viaje)

Cuán hermoso es el barro que se levantó de otras orillas
Y se formó como un pájaro en el bosque
Hasta cantar la diadema de los ríos.
Cuán bello su orgullo de hoja seca
Que se doblega como un faro
Al contacto inmisericorde de la espada.
Cuán bello es el hombre que bautizó a los animales de la selva,
Puso nombre a los ríos de la muerte
Y le canta al Chatak de los lejanos pinos
Para que descienda el agua de la acequia
Sobre las viñas y los olivares de las sombras.
Cuán hermoso es Adán
Innumerables son los hijos que le ha arrojado al mundo,
Innumerables las manzanas que lleva bajo el brazo,
Innumerables los ríos que ha sobre-nadado
E innumerables las colinas y las arenas recorridas
En su último destierro.
Cuán hermoso es el pájaro del Génesis:
Su boca tiene la medida exacta de los frutos del Apocalipsis
Y sus ojos las visiones premonitorias
De todos los calvarios:
Las hojas afiladas y serradas
De sus próximos destierros.
Cuán hermoso es Adán
Cuán magna su sabiduría de la muerte
Su tortuoso caminar por los recovecos de esta Terra.
Cuán hermoso el paradigma del sepulcro,
Sus costillas, sus cabellos, sus ojos, sus pestañas,
Sus manos de extranjero
En los confines de otro continente.
Cuán hermoso es Adán
Esta noche me entregaré de nuevo a sus mieses, a sus frutas,
A su siega.
Como quien va de los precipicios de las sombras
Al vórtice inigualable de otro paraíso,
Me entregaré de nuevo a él
Como la última manzana,
Como la última mujer que puebla sobre el mundo.

LOS RÍOS

Como un volcán en su canción de fuego
como una colina de nieve roja,
así vive Schuaima poblada de ríos.
Ríos que bajan por los llanos
como muchachas desnudas
con trenzas de agua en sus bocas.
El río más grande de Schuaima
se llama Calixto.
Llena la luna
ve descenderlo dormido
por las piedras y las campanuelas del valle.
La espuma con su risa blanca lo llama
Calixto, Calixto!
Gravita el río con sus plumas de agua
porque el viento besa su muerte
y su ronquido de dromedario.
Allí está
flotando en un mar de ríos Schuaima
innumerables volcanes hablando del agua:
Paris en forma de lago,
Rogitama un riachuelo de peces,
Calixto y sus rostros de plata
vaciando sus ojos
en ánforas de pescadores.
Como un espejo con cara de hombre
como un pensador de Rodin sobre el charco
yace Schuaima poblada de ríos.
Allí van los hombres moribundos
a dejar sus recuerdos y sus rostros.
Éste es el arca del olvido
el río en donde la memoria desciende
por entre colinas de sueños
y el hombre se va quedando dormido
mientras el agua le baja los párpados.

ABEL

Caín
Hermano de vientos, nubes, diluvios y ríos
Un mar de luces opalinas gravita en los guáimaros de la ciénaga
Y se aglutina en mi espejo
Como un prisma que nos dice:
La muerte es una puerta
Y el tiempo una ventana
Por donde nuestros pasos presurosos
Perciben otras cosas, otros mundos.
Bello Caín
La quijada de burro con la cual me mataste
Tenía el olor de las encinas y los pinos,
De tus labios venían hasta mi norte
Unos chopos amarillos
Que enhilaban mis pétalos melancólicos
En el hilo de la muerte.
Hermano profanado por los cielos
El dolor de tu hacha cavernoso
Penetraba mi topografía más remota
Mi geografía y mi valle más sagrado.
Ante el golpe subceleste
Que yo he encontrado sutil y generoso
Y que tú asestaste con una sabiduría infinita
Yazgo en la orilla de tu río, pensativo.
Oh, amado Caín
Tus huellas de madreselva
Van decorando mis entrañas,
Van vistiendo de semillas, de hiedras y resinas olorosas
Mi cuerpo fatigado por los viajes.
Mi sudor se impregnaba de tus frutas;
Tus piñas, toronjas y zapotes
Decoraban mi cabeza
Con coronas tejidas por cientos de cuchillos.
Nada soy sin tu golpe
Herrero milenario;
Tus manos son el yunque
Que moldean, a la sombra de estas islas misteriosas,
La herradura, los cristales y los cuarzos
De otras Islas en el hado de la muerte.
Caín
Hermano de mis antepasados
Hay en ti un pretexto para silenciar la historia
Como si la memoria de las dagas
No aceptaran la muerte de Goliat

Como una templanza de David,
Mi muerte es una templanza tuya.
Amado Caín
Por tu golpe y tu palabra
He conocido el paraíso.

LOS POBLADORES

Los árboles en Schuaima
son hombres petrificados
que han adoptado el lenguaje de viejas torres de trigo.
Hombres que antes de madera fueron barro
antes de ceniza fuego
y llameaban en la noche
como una caracola de trigo
o una estrella de ramajes y arboladuras.
En mi memoria de extranjero
persiste su posición de Hidalgos
sus rostros de guerreros besados por el sol;
Su postura de arqueros
sobre un rocinante de musgos y de piedras.
Árboles de Schuaima
hombres leñosos que madrugan con su canto de corneja
y se vierten por la llanura
para desperdigar su sombra o su quejido.
Quijotes de talles gráciles
en donde Dulcinea teje una telaraña de invocaciones
mientras el obeso de Sancho
sueña con Barataria
en la curva olorosa del yarumo o del algarrobo.
Estos;
los árboles de Schuaima
hombres que han preferido vestirse de lluvia;
columnas de hojas secas en las riberas del bosque y del sueño.

NOE

Me llamo Noé
Soy hijo de Lamec
Y descendiente de la lluvia
Soy hijo de esta ascensión de los seres al fuego
Creo en el origen de las cosas
En la evolución
En la muerte como amanecer
Y en la vida como pretexto de la muerte.
Me llamo Noé
No tengo arca
Ni siquiera un bote con remos
No he sufrido ningún tipo de diluvio
No he soportado el peso de la elección divina
Pero igual que el poeta de mi vida antepasada
He navegado todos los ríos
Todas las aguas
En busca del puente inteligible
Que me conduzca a Schuaima
Y al manantial sereno de todas las esencias.
Soy Noé
Y formo parte de las tribus del camino
Toda especie de animal me pertenece
Declaro como mías
Esa constelación de plumas que cruzan el Atlántico
Ese cielo de fósforos volátiles
Que besan a las estrellas en la hora nona.
Soy nieto de Matusalén
Y me apropio a voluntad
De los cisnes
De los peces y los pájaros
De las piedras y los riscos,
De los árboles.
Aunque no conozco en su totalidad el cosmos
Llevo en mis manos
El mapa de los pueblos
Por donde camino, navego, vuelo
Canto y elevo mi sueño
A otro minuto de ser
A otra corriente de río
A esperar a la niñez
-húmeda niñez, lluvia original-
Que viene de la arena
A restituirme
A fortificarme
A transformarme
En otro diluvio
Y en otro tiempo de sequía.