Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Albeiro Arias

Albeiro Arias (16 de febrero de 1977) es un destacado ensayista y poeta colombiano cuya labor literaria y académica ha dejado una huella significativa en la escena cultural. Con un Doctorado en Artes obtenido en la Pontificia Universidad Católica de Chile, un Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira y una Licenciatura en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima, Arias se ha destacado como un investigador y educador ejemplar.

Actualmente, desempeña el rol de profesor de planta de tiempo completo en la Universidad del Tolima, donde imparte clases en una variedad de disciplinas literarias, como Historia del Arte, escritura creativa y literatura. Su experiencia y dedicación se extienden al ámbito de las artes visuales, particularmente en el análisis de temas como plagio, cita y apropiacionismo.

Los logros literarios de Albeiro Arias son impresionantes. Ha recibido múltiples reconocimientos por su valiosa contribución a la literatura. Entre sus galardones más destacados se encuentran el primer lugar en el Concurso Literario de la Pontificia Universidad Católica de Chile en 2015 por su cuento «Que aburrida es la muerte». Además, ha sido merecedor de la Mención de Honor en el XXVIII Concurso Nacional Universitario de Poesía Universidad Externado de Colombia en 2015.

La investigación también ha sido un pilar fundamental en la carrera de Arias. Su trabajo sobre la poesía del Tolima entre 1905 y 1955 le otorgó el Premio Municipal de Investigación Cultural en 2013. Sus ensayos y artículos de investigación han sido publicados en revistas académicas de renombre en Colombia y el extranjero, consolidando su prestigio como erudito literario.

La bibliografía de Albeiro Arias incluye una serie de libros que abarcan ensayos, poesía y compilaciones literarias. Destacan títulos como «Desheredado del paraíso», «Políptico» y «Amanece, cuerpo escindido», todos ellos reflejando su versatilidad y profundidad como escritor. Sus obras también han sido reconocidas en premios nacionales e internacionales, reforzando su posición como una figura influyente en la escena literaria contemporánea.

En resumen, Albeiro Arias es un prolífico poeta y ensayista colombiano que ha sabido combinar con maestría su labor creativa con su dedicación a la enseñanza y la investigación. Su impacto en la literatura y la academia se refleja en una serie de reconocimientos y publicaciones que destacan su contribución a la cultura colombiana y más allá.

El otro en el estanque

Me asomo al borde del estanque
y desde el fondo
otro me mira desde abajo,
desde la noche misma.
Otros ojos que viven lo que mis
ojos ya enterraron en la memoria.
Es otro el que camina cuando duermo,
el que sueña cuando despierto.
Los otros ojos se encuentran conmigo
en la hora incierta, compleja.
Me abalanzo hacia el abismo
y son los brazos de esa mirada
los que saben darme aliento.
Por un momento son uno mi piel y sus huesos,
mi silencio y sus palabras,
mi noche y su oscuridad.
Cuando esquive la quietud del estanque
sus ojos y los míos estarán cerrados
y podremos llorar a todos los ahogados
en mis lágrimas y las suyas.

VAIVÉN

Ya estoy grande para juegos.
Christian Peña

Hay un árbol en mi lejana infancia
en cuyas ramas una cuerda anudada
columpiaba mis días de risa.

Ha pasado un vaivén de años
y no hay un árbol para mi vejez,
acaso el dintel de la puerta
y unas piernas reumáticas
que me impiden balancearme.

Es mejor así.
Con la soga atada en el cuello
ya no es momento para juegos.

Sin titulo

Escombro de luciérnaga derribada,
esa que vuela en los sueños ancestrales
y despliega sus alas de silencio eterno, verdadero.

Un aleteo y otro aleteo,
y la noche avanza en pequeños aleteos,
día a día un viento nuevo hasta que el cielo
nos destierre con sus cuchillos de luz.

Y aún sin cielo, volaré a tu lado.
Te mostraré los días blancos que anuncian la felicidad.

Comenzar a andar

2.

¿Quién dijo que yo sólo podía parir y no parirme de una sola vez?
Soy la máscara que encubre el cielo, soy el árbol que la sostiene,
la rama que carga el feto y la raíz que lo alimenta, el tallo por dónde
descienden y trepan los seres que viven bajo la tierra y sobre los astros.
Soy la vasija que se quiebra en la roca, el color ocre de mi abdomen.
El cuchillo que vuela transformado en pájaro, la miel y la toronja.
Soy la fiera y el venado, soy madre y la criatura. El arriba y la caída.

5.

A los niños les hechiza abrir la llave para ver correr el agua
y deprimirse por las hendiduras. Imaginan agarrar la lluvia
entre las manos. El agua los persigue y ellos la persiguen.
Les gusta hacer grande y pequeño el chorro. Les gusta flotar.
Ser el riachuelo que emergió de mis grutas cuando tú naciste.

6.

La tierra se aparta y nos deja pasar
como si fuéramos las primeras
gotas de un río que avanza, surgimos.
La tierra se vuelve a separar para retornar
al sueño que no es de dormir, nos hundimos.
Llegamos entre llantos y entre llantos nos vamos.
Por eso, la cuna y el ataúd se asemejan.
Dice el bufón que cundo muere el anfitrión,
muere el espectáculo.
¿Y cuando nace el hijo quién muere?

Sin titulo

Como las ondas en el estanque,
mi camino es sólo eso,
pies que se deslizan fugazmente en la superficie.
Luego, hundirse.

Alumbramiento

3.

Violencia primigenia:
zanjar el cordón umbilical.
Una cicatriz como recordatorio
legible de la primera orfandad,
la mía, la tuya, la muestra.

9.

El niño llenó con su luz la casa vacía,
los latidos entre escombros son música en lo oscuro.
Su piel, como un misterio lejano,
esconde la piedra donde el aire parece detenerse.
Los brazos abiertos y su sonrisa
prometen calor al invierno del cuerpo.
Ha nacido del agua estancada,
del huevo, del carbono,
arrullado siempre
por la primitiva soledad que nos habita.

Sin titulo

En esta aurora triste, sin luz en la mirada,
un locutor vocifera
el despótico frio de lo urgente.
Una aldea se consume por el fuego en la cordillera
mientras los cansados pasos del campesino
recorren las calles de bruma y de miedo.

Los caminos disipados bostezan sobre la piedra.

El rostro quebradizo mira su soledad en el agua
y un caballo degollado
profana con su grito la penumbra del bosque.

Los niños espantados no afianzan los párpados
porque sus noches edificadas con espinas jamás conocen el sueño.

Deliran el mundo, la lejana utopía,
el rito inmortal,
la letra y el infierno que no crearon.

Desde el abismo, el tiempo observa y les fosiliza el cuerpo.
El dolor humano, la desesperanza. ¿Dónde está Dios?

La historia desgarra los intestinos donde los profetas de la catástrofe
han pregonado salmos y antífonas con sus ejércitos invisibles.

El poeta escribe versos -es lo único que le queda-
mientras observa con impotencia
las siluetas ardiendo en el croquis del mundo.

Prenatal

7.

En el caldo primordial mi madre era el pez.
Creo en el viaje a contracorriente,
Creo en el pez que retornará a la naciente del rio.
Luego el desove, dejarse arrastrar sin fuerzas,
desembocar y morir entre peñascos marinos.
En la tierra, las espinas de aire se solidifican.
Hay un huevo en la pecera de mi vientre.

11.

Inmerso dentro del líquido amniótico,
los días y las noches no conocen de calendarios.
La vida es lo que sucede fuera del vientre.
La muerte también es recibida en brazos
cuando el cuerpo es escindido. Amanece.

Los asesinos

No todas las muertes caben en una bala,
pero toda la ilusión y la alegría murieron con tu cuerpo.
Por eso, te necesito.