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Poesía de Ecuador

Poemas de Gonzalo Escudero

Gonzalo Escudero fue un destacado poeta y diplomático ecuatoriano, nacido en Quito el 28 de septiembre de 1903 y fallecido en Bruselas el 10 de diciembre de 1971. Se graduó como Bachiller en su ciudad natal, donde luego ejerció la cátedra de Lógica y Ética. Obtuvo su título de Doctor en Jurisprudencia en la Universidad Central del Ecuador, donde también impartió la cátedra de Lógica.

Escudero Moscoso se destacó en el ámbito del foro, la cátedra y el periodismo. Fue compañero de Jorge Carrera Andrade tanto en la poesía como en la diplomacia, y alcanzó altos honores en el ámbito internacional. Fue embajador de Uruguay (1942-1945), Perú (1956), Argentina (1961), Colombia (1963), Brasil (1965), ante la UNESCO (1960) y en Bélgica (1971) como representante independiente del embajador ante Francia.

Representó a su país en diversas instancias internacionales, como en la Conferencia Inaugural de las Naciones Unidas en San Francisco en 1945, en la VI y XIX Asamblea de dicha Organización (en 1949 y 1964, respectivamente). En 1964 fue designado Canciller de la República y también fue miembro de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y Presidente del Consejo de la Organización, ambos cargos desempeñados en la OEA.

Además de su carrera diplomática, Gonzalo Escudero también dejó una importante obra poética que se enmarcó en las vanguardias. Especialmente destacada es su publicación «Paralelogramo», un drama vanguardista en seis cuadros, que es una obra calificada como superrealista y cubista. Esta obra se caracteriza por ser una apuesta por las vanguardias, y es considerada una obra para ser leída antes que para ponerla en escena. Los seis cuadros que conforman «Paralelogramo» tratan temas como la filosofía, la cárcel, la muerte, el amor, el manicomio y el ferrocarril.

La obra de Escudero fue criticada por Alejandro Carrión en la Galería de Retratos en 1983 con un artículo titulado «Gonzalo Escudero o el viaje a la extrema pureza». Sin embargo, también hay autores que la han destacado, como Hernán Rodríguez Castelo, quien lo nombró como una de las «Tres cumbres del posmodernismo». En resumen, Gonzalo Escudero Moscoso fue un importante poeta y diplomático ecuatoriano, cuya obra y trayectoria han dejado una huella en la cultura y la historia de su país.

EL BRONCE

Bronce, tú repercutes la divina palabra
en la Comedia intensa del intenso sentir.
En el recinto oscuro de la estrofa macabra,
tu timbre interpretó el áureo revivir!

Sea así. Y la gran puerta del lírico Arte se abra
para todo el que sienta el dolor de existir;
mientras en la penumbra el Artífice labra
tu ser con la alegría del fresco presentir.

Bronce, tu nombre trae la actitud escultórica
de una eterna teoría que pasa; y en la dórica
plenitud de la línea y el contorno y la forma,

tu cuerpo halla el perfume del loco Praxiteles,
y entre el sonido claro de los claros cinceles,
surge la cabellera de una plástica Norma.

ELOGIO DEL ARTE

Arte que por ingenuo vienes con tus tesoros,
sobre los dromedarios de Thulé… Y en las gemas
y en rubíes y en mármoles y en basaltos y en oros
vas formando la euritmia de líricas diademas.

Buen Señor, con tus barbas de trigo y tus sonoros
rizos y con tus labios que forjaron supremas
ansiedades de ritmo en los divinos coros
y emocines vibrantes en los Rojos Poemas.

Zarpan ya nuevamente los sibilinos barcos…
Mil flechas de armonía van a huir de sus arcos…
curvos… Los barcos llevan tus perfumadas pompas

hacia Reinos extraños donde triunfa la buena
sonrisa de Princesas, junto a la gran melena
de Príncipes que tocan las Heráldicas Trompas…

LA FORMA

Fruto agreste de vida que en una plenitud
florida nos anuncias el triunfo de la rara
ensoñación que vive con la eterna inquietud
del cincel armonioso en el rubio Carrara.

Exotismo triunfante, pleno de juventud,
que bebes en los nítidos cristales de la clara
fuente. Sonoridad que arranca del laúd
la neurótica voz que nos interrogara.

Forma tan curvilínea que, en olímpicos frisos,
triunfaste con el oro suntuoso de tus rizos
o diste al viejo ritmo, el talle de una plástica

mujer de líneas griegas, o como una serpiente
que retuerce su cuerpo salvaje eternamente,
surgiste en los contornos de su figura elástica.

LA PIEDRA

Duerme la piedra vieja en su gran misticismo;
y en su opaca sonrisa como un Poema oscuro…
Vive con al sonrisa de su eterno mutismo
en la calma olvidada de un hierático muro.

Sintió de algún Artífice sacerdote el lirismo…
y en la ciudad de Memphis rindió su cuerpo duro,
y con el musgo hermano, en supremo idealismo,
se unieron y formaron su Mito eterno y puro.

¡Renacerá de nuevo tu emoción, y el vestido
que ha dormido en tu seno un siglo y otro siglo,
surgirá de la sombra que su espíritu finge,

para sentir, en tanto, en relámpagos rojos,
vislumbrarán las huecas pupilas de los ojos
que duermen quietamente en la Encantada Esfinge.

VOCES HERÁLDICAS

La gran multifonía de las locas Trompetas
y las risas fragantes y las fragantes prosas…
Junto a mármoles jonios, en las almenas quietas,
las buenas princesitas de los cuentos de rosas.

En el palacio armónico de ojivas y glorietas,
Nuestro Señor el Arte con las pompas suntuosas
de aquel muy siglo heroico de melenas inquietas
y de la plata vieja de las barbas undosas…

Y ante el trono florido, las doradas bandejas
con perfumes que evocan las antiguas consejas,
mientras, bajo los palios, las emociones raras

van desfilando una tras otra… El estandarte
de los viejos Heraldos anuncia que es el Arte
que pasa en la áurea carne de las estrofas claras…!

LA LOCURA

De toda Primavera es la florida hermana,
que viene con el ritmo de las muy buenas cosas
a tocar nuestra puerta con sencillez aldeana
y a decirnos el Salmo de las últimas rosas;

o a contarnos consejas que en alguna lejana
tierra se sucedieron, felices y suntuosas,
y a reír con la risa y a evocar con la sana
mueca y sentir el éxtasis de manos temblorosas.

Locura y Primavera: almas buenas y locas:
el oro de los rizos y el rubí de las bocas:
la una siembra los granos, la otra cosecha mieses.

Optimismo potente, waltwhitmanesco y fuerte,
en la flor de la Vida se ríe de la Muerte,
dejando entre paréntesis las yertas languideces.

TESTAMENTO

Escribiré en el aire mi testamento breve
pero me bastará la luz de su escritura,
abolida la música del corazón inleve,
para que las alondras lean su partitura.

Con mis espadas rotas y mis jazmines juntos,
en ese testamento he de forjar un friso,
pero la cifra mágica para mis contrapuntos
sólo sabrá el cadáver de mi espectro insumiso.

Si no he desesperado en la agoniosa espera
de esta noche sin tiempo, veladme en el aprisco
de las más altas cimas a mi cima altanera
y dadme el nombre en hielo de su glacial ventisco.

Que ninguna recóndita querencia me desvele,
saciada toda sed de agua, mujer y fruta,
y que todo hontanar de llanto se deshile
porque estará finada mi flor de moza enjuta.

Qué abejas de la voz en qué remotos bronces
me rondarán mil años para que las concierte
en una melodía pánica pero entonces
solo concertaré la brisa de la muerte.

Por toda al alegría de huir en mis bajeles,
inventadme un estío de distancias sonoras
con toda la nostalgia de un bosque de laureles
para toda una umbría de calandrias canoras.

Porque mi pesadumbre caminó eternidades
y mis arpegios brujos vencieron ciudadelas,
de caudalosas arpas, hacedme tempestades
y de mozas durmientes, mis transidas vihuelas.

Si no he desesperado al vivir por lo menos
endulzadme las uvas de mi viñedo amargo,
destilando ambrosías de sutiles venenos,
y hacedme con olvidos de amor el sueño largo.

Si no ha desesperado mi amor ni he presentido
más litoral de gozo que un muslo satinado,
juntadme en la blandura del lecho preterido,
una boca, una miel, un temor y un cuidado.

Porque me nacerán dos ojos siderales
para mirar a Dios en la embriaguez eterna,
derramará el océano sus aguas diluviales
y arderá la estrellada noche en su brasa tierna.

Saetero de fatuos resplandores y asombros,
os dejo mis caudales de soledad secreta,
y en la estación veniente, plantad en mis escombros
de cielo el aterido tallo de mi saeta.

Guardadme la memoria de mis yertos ayeres
y no quiero más duelo de amor y celestía
que una fragua de pájaros en mis amaneceres
y un alfar de sirenas verdes en mi oceanía.

EL SENTIR

Sonorizad eterna que en la quietud ambigua
nos da lo inexplicable de una emoción profana
y que, muy levemente, con la paz se amortigua
como en una siringa, una música hermana.

Y Pierrot comediante con la lágrima exigua,
como una evocación ingenua de la sana
risa que floreciera y que huyó con la antigua
comparsa de sonámbulos hacia tierra lontana…

Sentir… intensa sombra de cuerpos y de vidas
y la divina sangre de todas las heridas
que fluye eternamente como una Eucaristía

y cae sobre el ánfora de la sonora voz,
mientras la Buena Vieja ha segado con su hoz
rosas en el rosal de la Melancolía.