Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Pedro Lastra

Pedro Lastra Salazar es un poeta, ensayista y crítico literario chileno nacido el 3 de marzo de 1932 en Quillota, aunque se crio en Chillán donde estudió en la Escuela Normal Juan Madrid Azolas y se tituló de profesor. También estudió pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Lastra ha hecho crítica literaria en el diario La Discusión de Chillán y ha sido docente e investigador de literatura chilena, además de asesor literario de la Editorial Universitaria y profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Nueva York, Stony Brook, donde enseñó durante más de veinte años.

Entre sus estudios sobre la literatura chilena e hispanoamericana figuran El cuento hispanoamericano del siglo XIX, Conversaciones con Enrique Lihn y Relecturas hispanoamericanas, mientras que en poesía están Traslado a la mañana, Y éramos inmortales y Noticias del extranjero, además de antologías poéticas como Cuaderno de la doble vida y Algunas noticias del extranjero. En 2011 ingresó como miembro de número en la Academia Chilena de la Lengua.

Aurora boreal

A Laurie Ann Groth

Fugacidades, iluminaciones:
tiempo del agua en la clepsidra
y de la arena en su cristal,
voz del amor y de la música,
y los regresos del silencio
que viene y va por la memoria,
esa penumbra donde ocurren
fabulaciones de la arena
como el amor, como el silencio,
como la música y el agua.

A la sombra de un sueño has regresado

A la sombra de un sueño has regresado,
Eugenio amigo,
a visitarme,
a recordar historias perdidas y encontradas.
Hablamos largamente bajo un árbol
parecido a un samán.
Se oyó el canto de un pájaro:
-Ya ves, ya ves, dijiste,
aquí estamos muy bien acompañados.

A Maritza Soledad recién nacida

Yo sé lo que te digo.
Mírame, pues, con tus pequeños ojos
que se abren solo al llanto o al desvelo,
mírame varias veces para que me conozcas:
desde hoy emprendemos un viaje con incierto destino.
Ahora estoy sentado en mitad de la pieza
y veo que te mueves como si nada fuera de este mundo.
Tu madre está en su sueño,
tú miras e interrogas por lo que te sucede.
No te sucede nada.
El caso es que has venido a la vida
buscándonos:
tuviste que romper algún velo de asombro,
derramar unas lágrimas.
Tú cruzabas la sombra.
Yo escuchaba en tus labios mi grito de hace años
y agitaba por ti, mientras tú no pudieras,
la mano que tendías.
Es mejor que te cuente en desorden
lo que tienes que ver con esos árboles, esa luz
que aparece allá arriba.
Es mejor de algún modo que te instruya
para el tiempo futuro, sus penumbras
que vienen y que van
y que así hacen los días.
Yo te digo, y escucha porque soy algo viejo,
no es difícil vivir mientras los otros
se agitan en las calles
y los seres te ocurren.
Después cambiará algo, aunque no todo,
deberás amar aquí tanto rumor,
o el silencio,
tantas cosas que juntas son el mundo,
es la verdad, no es fácil
y sin embargo es
lo único posible.

A mitad de camino…

A mitad de camino
a través de la niebla que cubría
carreteras fantasmas,
que no hace mucho tiempo recorríamos
con la alegría de ver árboles
apenas agitados en su diálogo
por el viento que venía de la costa cercana,
íbamos y vivíamos ahora el desconcierto
de viajar en el contrasentido
de la felicidad.

Abre las puertas al silencio

Abre las puertas al silencio.
No temas,
no invadirá tu casa,
no es la muerte que ronda por aquí
como ladrón de noche,
es siempre el buen amigo, el esperado
a la hora del árbol a quien oye crecer,
y viene a protegerte
de todo mal.

Acción de gracias

Me alcanzaron los días
para encontrar algunas palabras
que me hablaron de ti en lugares distantes,
inquietas soledades.

Acuarela

Durará en su color
la rosa de tu sueño
encontrada por fin,
la rosa de tu cuerpo,
tan viva,
desplegada,
latiendo en cada uno de mis cinco sentidos.

Adagio

¿Cómo llegué hasta aquí?
Veo muertos
que alimentan la lluvia:
es su trabajo.
Solo yo ignoro el mío en este valle
de arenas corrosivas
que el agua lleva y trae
lentamente,
y destruyen la casa
en donde sigo inmóvil
escuchando
el rumor de allá afuera:
no me deja dormir,
tampoco recordar
o saber
cómo llegué hasta aquí,
cómo puedo salir.

Arte poética

En un cielo ilegible he pintado mis ángeles
y es allí que combaten por mi alma,
y en la noche me llaman de uno y otro lado:
no en el día,
porque la luz les quita la palabra.

Asiduo de mí mismo sobrevivo…

Asiduo de mí mismo sobrevivo
encerrado con llave y cerradura,
negando como Pedro la figura
que más me abruma cuanto más la esquivo.

Busco sobrellevarla y hasta escribo
la agilidad del agua que me apura
la vida como el mar (la matadura
de la luna y del sol al rojo vivo).

Escribo los ladridos a la luna
y al mar y al sol y a otros elementos,
o exalto el modo de las perrerías

con que la noche me ha enredado en una
palabrera madeja de lamentos
por ella y mis trabajos y mis días.

Ya hablaremos de nuestra juventud

Ya hablaremos de nuestra juventud,
ya hablaremos después, muertos o vivos
con tanto tiempo encima,
con años fantasmales que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su profunda permanencia.

Ya hablaremos de nuestra juventud
casi olvidándola,
confundiendo las noches y sus nombres,
lo que nos fue quitado, la presencia
de una turbia batalla con los sueños.

Hablaremos sentados en los parques
como veinte años antes, como treinta años antes,
indignados del mundo,
sin recordar palabra, quiénes fuimos,
dónde creció el amor,
en qué vagas ciudades habitamos.