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Los provincianos de lo supranacional (Pensamientos)

En el principio fue una cita de Arguedas. Pronunciada por el moderador Jorge Enrique Lage en su voz pequeña, como de rumor. Sin vultureffect alguno, pienso.

No alcanzo a oír bien; solo creo escuchar “provinciano” y “supranacional”. Pienso que son suficientes para armar un titular. Las palabras del peruano de Los ríos profundos quedan servidas como entremés para una Mesa-debate de título elefantiásico: “Lo local y lo global en la narrativa latinoamericana y caribeña del siglo XXI. Deudas, retos, propuestas, desafíos de la joven narrativa del continente”.

Extienden el micrófono hasta el colombiano Daniel Ferreira, Premio de Primera Novela Sergio Galindo 2010 y Premio Alba Narrativa 2011, quien lo agarra con serenidad. Nada de papa caliente, pienso. Son las 11 AM del miércoles 13 de febrero, en medio de la Feria Internacional del Libro de La Habana, y participan varios invitados al Taller de Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe, con sede en el Centro Dulce María Loynaz.

Muy delgado, pelo rizado y revuelto, espejuelos de aumento; el autor de La balada de los bandoleros baladíes es el típico cerebrito, pienso. Ferreira dice:

—La discusión sobre si lo auténtico es sólo lo local fue cancelada desde la segunda mitad del siglo XX.

Los cubanos llegamos tarde, pienso. A todo. Pero luego pienso en una novela de Jorge Ángel Pérez ambientada en Buenos Aires, pienso en Ena Lucía Portela escribiendo de Djuna Barnes y París, pienso en “Los tikrits” de Emerio Medina que ocurre en la taigá siberiana, pienso en el Regreso a Utopía de Daniel Díaz Mantilla que se desenvuelve en un No-Lugar… Y pienso en que yo debía escribir una novela sobre las Islas Molucas. Pero, ¿dónde están ubicadas las Islas Molucas?; y pienso en empezar a documentarme con Microsoft Encarta…

Sostiene Ferreira:

—Vislumbro tres caminos en la nueva narrativa del continente. En uno, la Babel asombrosa, mestiza, multicultural. La ciudad y lo urbano como escenario desde los 70 en las novelas de Andrés Caicedo. Aunque también el paisaje de la Distopía y el Apocalipsis, de la soledad en compañía y la colmena vigilada, la Angosta de Héctor Abad Faciolince…

Pienso en cualquier día de La Habana y todos los días de La Habana. Pienso en las ganas de huir el domingo anterior de La Cabaña y la Feria. Pienso en declamar Adiós, Habana

Sostiene Ferreira:

—Otro tema son los medios de masas, las subculturas de la era pop, los nuevos status del arte y el cambio del lenguaje en tiempos de Internet. Ahí está Mantra de Rodrigo Fresán, Duchamp en México de César Aira, Una luna de Martín Caparrós…

Pienso en la generación que no quiere dar fe de su existencia, pienso en el Año 0 del Tercer Milenio y lo que vino después. Miro alrededor y veo a Ahmel Echeverría, al propio Lage

Sostiene Ferreira:

—La tercera vía es la literatura de la violencia, las novelas sobre el narco y las pandillas, Las orejas del lobo de Antonio Ungar, El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vázquez…

Pienso en la curiosidad del amigo extranjero y en mi respuesta magnánima: ¿Violencia aquí? No tanta… Y pienso en el forcejeo en la cola del agromercado, en el alarido obsceno de la mujer a bordo del ómnibus. Y pienso en el disparo que rajó la quietud de medianoche y en la hablilla callejera al día siguiente; pienso en El color de la sangre diluida y en la noticia que no leí en el periódico acerca del joven baleado a dos esquinas de mi casa…

Al habla Alejandro Carpio, ganador del Accésit del Premio Alba Narrativa 2011 con la historia de un venezolano asesinado en San Juan. Menudo el portorriqueño, con la mirada menguada por el sueño eterno. Carencias de sueño fisiológico, pienso, no las fantasías del soñador cándido. Carpio dice:

—La literatura de mi país ha sostenido la búsqueda de identidad como un deber. Todo el siglo pasado cargó el peso de la política y lo nacional…

Pienso en semejanzas de isla, en la frase tan socorrida: Cuba y Puerto Rico, dos alas del mismo pájaro…

Sostiene Carpio:

—Sólo en los últimos veinte años ha ocurrido un giro temático hacia lo global y la apertura hacia la literatura de género. Tenemos a un José Borges, que está escribiendo ciencia ficción…

Sigo pensando en analogías de isla y entonces recuerdo antologías de isla. No puedo olvidar que el jueves se lanza Confesiones, la de nuevos cuentos policiales cubanos. ¿Y qué día se presenta Tiempo Cero, la de los compatriotas que hacen ciencia ficción…?

Llega el turno del único rollizo entre los convidados a la mesa; uno tocado con sombrero oscuro y rostro corriente, bonachón. ¿Quién podría imaginar al ecuatoriano Miguel Antonio Chávez en la lista de las 25 sorpresas mejor guardadas de la literatura latinoamericana, según la FIL de Guadalajara?, pienso. El autor de La maniobra de Heimlich dice:

—Desde los años 30, con Joaquín Gallegos Lara y Las cruces sobre el agua, dominó el asunto obrero, lo rural, el conflicto social. Pero hoy tenemos a Leonardo Valencia y El desterrado; a Santiago Páez mezclando lo indígena con extraterrestres. Todo está cambiando…

Me acuerdo de Yoss y su chiste de los alienígenas aterrizando en el platanal de Bartolo. Y además pienso que sí, que todo tiene que cambiar para no seguir igual…

Sostiene Chávez:

—Ya nadie se conforma con estar encerrado en su parcela. A mí me interesa que me publiquen en donde sea…

Pienso en un nuevo mapamundi literario. Lo pienso no al estilo de los mapas políticos, surcados por líneas de fronteras. Pienso más bien en un mapa topográfico, con las distinciones naturales, según líneas de nivel. Pienso en áreas verdes, para los valles y bosques literarios, la democracia del corpus; y zonas carmelitas, para la aristocracia del canon, los autores gigantes, las montañas…

Toma la palabra el de piel más oscura y rasgos aindiados. Presentado como César Gutiérrez, peruano, autor de Bombardero (o 80M84RD3R0), un libro experimental o “artefacto”, devenida novela de culto. Él sostiene en la mano libre el papel que leerá, mientras lleva su otro brazo atenazado en cabestrillo. Su lengua, en cambio, va muy suelta, pienso, luego que Gutiérrez dice:

—Los escritores peruanos están aplastados por Vargas Llosa, como si tuvieran encima las moles de Machu Picchu…

Pienso en los apisonamientos autóctonos. Pienso en los comprimidos bajo la verba de Lezama que se creen huéspedes de un Paradiso; pienso en los espachurrados por las columnas barrocas de Carpentier, en los de dicción retorcida por los trabalenguas de Cabrera Infante

Sostiene Gutiérrez:

—Basta de balbuceo folklórico, la literatura es apátrida… Ya no se lee, se navega en una pantalla… Respiro un clima digital, la literatura será una forma de arte total, que incluirá imágenes estáticas y dinámicas…

Observo las caras, distingo de un golpe de vista cuáles de los escritores cubanos aquí reunidos han navegado alguna vez en el ciberespacio y quiénes no. Y pienso que estos últimos piensan: ¿De qué coño habla el peruano este…?

Cerrarán las intervenciones, precisamente, con una autora cubana. Aunque Susana Haug, pienso, no parece, cabalmente, una representante de Cuba. Ella es alta y de cabellos claros. La niña prodigio, que ganó el Premio Calendario a los 17 años, dice:

—No entiendo la obsesión de re-presentar, más allá de ser uno mismo como escritor. Ya lo dijo Borges, el Corán es auténtico porque no se mencionan camellos…

Pienso en los camellos de la literatura cubana. Balseros y jineteros en los 90; escritores malvivientes y jovenzuelos existencialistas en los 2000. Pienso en el camello al que tendré que trepar para la vuelta a casa. Pienso en si podría escribirse una literatura de Cuba sin camellos…

Sostiene Haug:

—No deberíamos cargar con el dilema de representar lo cubano o lo latinoamericano. De eso que se encarguen los que nos miran desde afuera. La “literatura latinoamericana” es un “constructo” para interés de las Academias y del Mercado editorial español…

Pienso en Alfaguara que estás en los cielos, santifica mi nombre y el de estos hermanos escritores que me acompañan, con tu cuño sagrado que certifica “Latinoamericano”, o “Cubano”. Pienso en la maldita circunstancia del Mercado por todas partes y pienso en cuál será el significado de vender el alma —o la pluma—, al Diablo…

El micrófono ha regresado a las manos de Jorge Enrique Lage y, de pronto, pienso en “15 000 latas de atún”, aunque no tenga cómo abrirlas. Me percato que es mediodía y que las tripas rugen con toda su animal razón. Lage anuncia que se va a abrir el debate con el público asistente, y pienso que muy pronto tendré que elegir:

¿Almuerzo o Literatura?

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.